¿Afecta a nuestros bolsillos el cambio horario?
22/03/2013 | FxM – Nacho Sainz-Ezquerra
Se afirma que el cambio de horario tiene como objetivo propiciar la reducción del consumo eléctrico, pero ¿realmente se consigue este objetivo?
Las primeras pruebas de este cambio se hicieron durante la Primera Guerra Mundial. Esta medida se empezó a aplicar en 1974 en la Unión Europea, actualmente es de obligado cumplimiento. Sus inicios se remontan a la crisis del petróleo cuando algunos gobiernos decidieron ponerlo en práctica. Por ello empezaron a adelantar los relojes durante los meses de más luz (de marzo a septiembre) para propiciar esa reducción del consumo. En el año 1981 se adoptó la primera directiva, renovándose cada cuatro años, hasta que en enero de 2001 se decidió aprobar la novena, otorgando carácter indefinido a esta iniciativa.
En el caso de España, en marzo de 2002 se decidió incorporarla por el Real Decreto 236/2002 de 1 de marzo al ordenamiento jurídico español. De esta manera se establece que el último domingo de marzo se adelanta una hora, mientras que el último de octubre se retrasa.
Debido a la dispersión geográfica de la propia Unión Europea, es muy difícil cuantificar los efectos económicos que proporciona esta medida. De hecho la propia Comisión Europea estableció en el año 2000 que el ahorro energético era muy bajo, situándose entre un 0 y un 0,5%. Lo mismo afirmaba Red Eléctrica Española (REE).
Por otro lado, el Instituto para la Diversificación y Ahorro de Energía (IDAE) afirma que en el caso de las economías domésticas, el ahorro puede suponer un 5% del total de la factura, lo que anualmente representa cerca de 6 euros por familia, y en cómputo unos 144 millones de euros para todas ellas. A esto además, habría que sumarle el de los comercios y servicios. En total se supone que la suma de todo el ahorro serían unos 300 millones de euros a precios de la electricidad de 2012.
Otra de las partes a favor de que el cambio horario conlleva un ahorro, es la Asociación Española de la Industria Eléctrica (UNESA), que también afirma: “esta medida es efectiva, ya que si no lo fuera no se llevaría a cabo”. Pero, ¿no resulta curioso que los propios productores de electricidad se muestren a favor de esta medida, cuando esto realmente les supone unos menores ingresos?
Por otro lado, existen posiciones en contra. Éstas afirman que no conlleva ningún ahorro energético, puesto que lo que se ahorra por la mañana, se gasta de más por la noche, siendo el tiempo bruto de actividad el mismo que si no se cambiara la hora.
Está demostrado que el ser humano se rige por el horario de sus relojes y no por el horario solar. De esta manera, se dice que lo más probable es que se estén desaprovechando horas de luz natural, teniendo que hacer un mayor uso de la luz artificial (eléctrica) para poder proseguir con sus costumbres.
No en todos los países se lleva a cabo dicha medida. Tanto en la Unión Europea como en Estados Unidos, Canadá y algunos países de Latinoamérica sí que se aplica, pero sin embargo en los países cercanos al Ecuador no es habitual, puesto que no existen grandes diferencias entre las horas de luz solar de invierno y verano.
España se rige por el horario de la zona horaria de centro Europa, aunque la mayoría de su territorio se encuentre en la zona horaria de Europa Occidental. De esta manera España posee un desfase respecto a su horario solar bastante considerable, teniendo una hora más en invierno, y dos en el caso del verano.
No sólo se ha analizado este efecto en España y Europa, en Estados Unidos son numerosos los estudios que se han llevado a cabo. En algunos de los mismos se establece que el cambio de hora no supone un ahorro transcendental en el consumo de energía. De hecho, en 2008 el Departamento de Energía de los EE. UU. remitió un informe al Congreso en el que se afirmaba en que se producía un ahorro del 0,5% del consumo diario del conjunto de estados durante las 4 semanas siguientes al cambio de hora, lo equivalente al consumo de 100.000 hogares en un año.
El ahorro también va relacionado con el propio hecho de que, en el caso del horario de verano, al disponer de más horas de luz por las tardes, la gente haga más planes al aire libre y no se quede en casa, bien viendo la tele, con el ordenador, o cualquier otro hobby o labor doméstica que se pueda hacer de puertas para dentro.
Claro que también se puede ver desde otro punto de vista. Situémonos en aquellas regiones en las que hace excesivo calor en verano como para estar en la calle cuando se sale del trabajo. En este caso la gente, en vez de hacer una mayor vida social, hace todo lo contrario, se retira a sus domicilios y, aquellos que lo tengan, que hoy en día suele ser la mayoría, enciende el aire acondicionado. Con lo cual ese descenso de consumo que previamente se pensaba, desaparece con esta otra circunstancia.
Aparte del efecto en el consumo eléctrico, se presumen otro tipo de consecuencias que debido a su dificultad de análisis, de momento no han podido ser cuantificadas. Una de las mismas es el incremento del uso en el consumo de gasolina cuando se aplica el horario de verano. La gente, al disponer de más horas de luz natural por las tardes, puede implicar que se utilice más el coche para desplazarse y hacer un mayor número de actividades en sus horas de ocio.
Ahora bien, cabe pensar que hay opiniones para todos los gustos, si bien en algunos casos pesa más la opción del ahorro que la de la indiferencia. Pero en realidad quien tiene la última palabra en el ahorro son las familias en sus hogares, que sin saberlo pueden ahorrar más de lo que creen teniendo en cuenta los consumos de cada uno de sus aparatos eléctricos, tanto cuando funcionan como cuando “aparentemente” están apagados.
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