Una vez firmada la escritura de constitución del Banco Hispano Americano, el 25 de octubre de 1900, y designado el consejo de administración, cuya presidencia ocupaba y cuya vicepresidencia recaía en su amigo y socio de tantos años, Bruno Zaldo, Antonio Basagoiti consideró cumplida su misión fundacional. Zaldo quedaba en Madrid para ejercer la presidencia en funciones —era hombre de prestigio como lo prueba el que en 1904 participara en la creación de Unión Alcoholera Española y fuera elegido diputado por el Partido Liberal en 1905 y 1907, pasando ese año a ser senador a la vez que recibía la Gran Cruz de Isabel la Católica— y la mayoría del consejo de administración era de su confianza. Basagoiti podía, con justificada tranquilidad, volver a ocuparse de sus numerosos asuntos de México mientras sus compañeros del consejo de administración preparaban la inauguración oficial del Banco Hispano Americano, que tuvo lugar el 2 de enero de 1901.
Con lo dicho hasta ahora, no debe sorprender que Basagoiti haya sido considerado el banquero privado e industrial más destacado en México a fines del siglo XIX. Se dice que, durante muchos años, el ritmo de trabajo que se impuso a sí mismo le llevó a dormir dos horas diarias: sentado en una butaca, sujetaba un cigarro puro encendido y dormía hasta que éste se consumía y le quemaba la mano. Un artículo publicado el 30 de diciembre de 1899 en la Revista Teatral, Literaria, Científica, de Bellas Artes y Espectáculos, de Cádiz, puso de manifiesto cómo había conseguido su influencia a través de la canalización de inversiones realizada con su casa de banca, es decir, actuando como banquero de negocios (investment banker): “Bien puede decirse que la casa de banca que allí, en la tierra de Moctezuma, ocupa el primer puesto es la suya, debido principalmente a lo extenso de sus relaciones, a las garantías que ofrece y a la prontitud con que efectúa todas sus operaciones”. Su prestigio y popularidad le llevaron a presidir el Casino Español en Ciudad de México. Esta institución, que poseía una hermosa sede en la calle del Espíritu Santo, era la más antigua de las sociedades de recreo y contribuyó mucho a fomentar las relaciones con España, demostrando en diferentes ocasiones su generosidad. Por ejemplo, durante la crisis colonial de 1898 allí se recaudó dinero para construir un cañonero, que se terminó finalmente en los astilleros de Cádiz. Como reconocimiento por esta labor, la regente María Cristina concedió a Basagoiti el título de marqués de Algorta, pero éste lo rechazó aduciendo que se había tratado de un acto colectivo (en Algorta, sin embargo, la calle Mayor se llama desde 1897 Avenida Antonio Basagoiti, en agradecimiento por las gestiones que éste realizó ante el Gobierno para impedir una catástrofe urbanística que se avecinaba).
En cierto sentido, Basagoiti tenía razón: el éxito empresarial de los españoles en América Latina, dada la importancia de las relaciones y el parentesco, fue siempre un acto colectivo. Además, aún le quedaba por delante a Basagoiti una importante singladura empresarial en España, como era la promoción del Banco Hispano Americano al liderazgo del sistema bancario, algo a lo que dedicaría el resto de su vida y que expondremos a continuación. La dedicación a esta empresa hizo que en 1903-1904 se traspasara su casa de banca mexicana a los asturianos Joaquín Ibáñez y Adolfo Prieto, quienes la continuarían como Ibáñez y Prieto, Sucesores de A. Basagoiti. Cuando dicha casa de banca desapareció, en 1914, poseía la mitad del capital de Fundidora de Fierro y Acero de Monterrey. El motivo de la desaparición de la casa es que el prestigio de Antonio Basagoiti en México empezaba a resentirse y sólo completamente independizado Adolfo Prieto podría seguir al frente de Fundidora. La revolución supuso grandes problemas para los españoles —entre ellos, de forma destacada, para Bruno Zaldo que moriría en 1916 con su patrimonio muy menguado— que habían prosperado bajo el Porfiriato y se equivocaron al apoyar al general Victoriano Huerta frente a Francisco Madero. La española fue la única colonia extranjera rápidamente identificada con la contrarrevolución. Afortunadamente para Basagoiti, sus principales negocios estaban para entonces en la otra orilla del Atlántico; desde julio de 1909 no había vuelto a pisar la tierra que hizo posible el despertar de sus capacidades empresariales.
La fundación del Banco Hispano Americano en el Madrid de 1900 constituyó un hito muy importante en la historia financiera española. Fue la primera entidad privada creada con capital enteramente español que surgió con voluntad de ser un moderno banco de depósitos extendido por todo el territorio nacional. Los primeros estatutos, y hasta la misma denominación del banco, hacen referencia a las preocupaciones de los fundadores, vascos y asturianos que habían demostrado sus capacidades empresariales en México y Cuba y consideraban que, tras la crisis colonial de 1898, había llegado el momento de la repatriación, por más que se resistieran a romper los lazos que les unían con el otro lado del Atlántico. La temprana apertura de la sucursal de Barcelona hay que entenderla en este contexto, pero la decisión de abrir otras en Málaga (diciembre de 1905) y, luego, en Granada, Zaragoza, Sevilla y La Coruña pone de manifiesto cómo Antonio Basagoiti y sus colaboradores pronto descubrieron las enormes posibilidades que encerraba el mercado bancario español, que se encontraba casi virgen en regiones tan populosas e importantes como Andalucía. Los datos disponibles nos llevan a pensar que, con esta expansión, el objeto del banco era desarrollar el negocio a nivel local, sin pretender todavía la recolocación interregional de los recursos recibidos.
A nivel organizativo, el Banco Hispano Americano en esta etapa fue conducido como una empresa familiar. Las comisiones delegadas del consejo de administración asumieron todos los poderes, y el director gerente quedó reducido a mero intermediario entre los directivos de las oficinas y las citadas comisiones. Un temprano intento de descentralización en la sucursal de Barcelona fracasó y disuadió al consejo de administración de nuevos experimentos en este sentido. Los únicos rasgos de modernidad residían en el sistema de contabilidad interna y en la retribución en función de resultados que se aplicaba a directores y apoderados.
Poco antes del estallido de la Primera Guerra Mundial, el Banco Hispano Americano tuvo que soportar una crisis de confianza, provocada por rumores malintencionados que hablaban de su excesiva implicación en los asuntos de México, país sacudido desde 1910 por una revolución. El problema pudo resolverse gracias a la intervención del Banco de España que ejerció, por primera vez en su historia, como prestamista de último recurso, aunque tarde (la crisis se había iniciado el 10 de diciembre de 1913, con una retirada masiva de depósitos, y hasta el 8 de enero de 1914 no se hizo efectiva la ayuda del banco central) y exigiendo garantías desproporcionadas (el aval solidario de todos los consejeros, titulares y suplentes). La rápida y feliz recuperación del Banco Hispano Americano demostró que la entidad se encontraba sana y con fuerzas para encarar su desarrollo a largo plazo.
La entidad de crédito salió reforzada de la crisis de 1913, que tuvo dos consecuencias positivas: indujo a practicar una política conservadora que fue muy útil para mantener al banco, durante el auge de la economía española en la Primera Guerra Mundial, al margen de las operaciones excesivamente arriesgadas que emprendieron otras entidades; y abrió el camino a una reorganización que otorgó mayores competencias a los directivos profesionales. En 1929, con el nombramiento de Andrés Moreno García como director general, el Banco Hispano Americano se convirtió en una “empresa moderna”, es decir, gerencial y descentralizada, tal como caracterizó Alfred D. Chandler a este tipo de empresas. Antonio Basagoiti Arteta, que fallecería el 8 de mayo de 1933, sabía que eso limitaría las atribuciones de los propietarios del banco, pero resultaba inevitable si éste quería perpetuarse y prolongar la ardua tarea que él y sus colaboradores habían emprendido con el inicio del siglo.
En la Memoria de 1933 se dice expresamente que la labor de Basagoiti había sido uno de los “más sólidos cimientos” de la institución cuya presidencia había ocupado ininterrumpidamente desde el principio. Para sustituirle en el cargo fue nombrado otro ilustre fundador, Luis Ibáñez Posada, que venía ocupando el cargo de vicepresidente, quien falleció poco después, el 17 de enero de 1935. En la Memoria del Banco Hispano Americano de 1934 se indica que con él se iba para siempre el último de los cuatro principales fundadores del banco (los otros habían sido Antonio Basagoiti, Bruno Zaldo y el asturiano Florencio Rodríguez, fundador también del Banco de Gijón, fallecido en 1906). A todos ellos se dedicó un sentido recuerdo, pues “sus valiosas enseñanzas han sido y serán en lo futuro la mejor guía de nuestra actuación”. En 1933 se instituyó el Premio Antonio Basagoiti, que sería llamado desde 1935 Premio de los Fundadores, para distinguir a los alumnos más aplicados de la academia que había creado el banco, en 1932, para facilitar el trasvase del escalafón de empleados al de jefes o funcionarios, ofreciendo posibilidades formativas en la profesión bancaria imposibles de encontrar en ninguna otra institución pública o privada del momento.
Bibliografía
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– FRANCIA, Lourdes (1998), “Los Basagoiti y el BCH (1900-1997): cuatro generaciones ya”, Letras de Cambio, núm. 15, pp. 75-82. (Este trabajo tiene aspectos muy interesantes, pero señala erróneamente 1848 como fecha de nacimiento de Antonio Basagoiti, lo que, sin embargo, tomé por cierto al escribir su perfil biográfico para el libro Los 100 empresarios españoles del siglo XX, Madrid, LID, 2000).
– GARCÍA RUIZ, José Luis (1999), “La nueva banca mixta en el Madrid de comienzos de siglo”, en P. Tedde (ed.), Economía y colonias en la España del 98, Madrid, Síntesis/Fundación Duques de Soria, pp. 261-297.
– GARCÍA RUIZ, José Luis (2000), “Antonio Basagoiti Arteta”, en Eugenio Torres (dir.), Los 100 empresarios españoles del siglo XX, Madrid, LID, pp. 57-61.
– GARCÍA RUIZ, José Luis (2007), “Noventa años de banca comercial: el Banco Hispano Americano, 1900-1991”, Revista de la Historia de la Economía y de la Empresa, 1, pp. 117-138.
– HERRERO BERVERA, Carlos (2004), Los empresarios mexicanos de origen vasco y el desarrollo del capitalismo en México, 1880-1950, México, Universidad Autónoma Metropolitana / Plaza y Valdés.
– MARICHAL, Carlos (1999), “De la banca privada a la gran banca. Antonio Basagoiti en México y España, 1880-1911”, Historia Mexicana, 4, pp. 767-793.
– ZABALA, Carlos M. (1989), Historia de Guecho, Algorta, Padres Trinitarios.
– ZALDO HERNÁNDEZ, Rafael (2013), Indianos ilustres: familia Zaldo, Burgos, Imprenta Santos (con el patrocinio del Ayuntamiento de Pradoluengo y la Diputación Provincial de Burgos).
Otras fuentes: Información facilitada por el ingeniero Antonio Dueñas Vallejo, que ha reunido documentación sobre su pariente Bruno Zaldo.
Fotografía: Colección de arte del Banco Hispano Americano.
José Luis García Ruiz (Universidad Complutense de Madrid), miembro de la Asociación Española de Historia Económica.