¿Chupará Internet todo el contenido creativo del mundo?23/10/2013 | FxM – Hugo Vázquez
Aunque la música ha sido un producto humano desde hace varios milenios, su reproducción en cualquier momento y lugar es un privilegio que solo ha podido ser disfrutado de manera generalizada por la humanidad en los últimos 40 años, iniciándose con la llegada del Sony Walkman a finales de los años 70 del siglo pasado y reforzándose con el iPod de Apple en 2001. Quizás el siglo veinte fue la época dorada de los cantantes y músicos, ya que fue en ese periodo en el que pudieron obtener ingresos económicos considerables por la reproducción y venta de su música, a través de los discos de vinilo o digitales y cintas magnéticas. Antes de la invención de la música grabada, un cantante o músico era como un cocinero, lo que producía era un artículo para un solo consumo y pocos comensales, y para poder vivir de su oficio tenía que demostrar su capacidad de manera continua, siempre y cuando encontrara el público y el lugar donde demostrar su arte. Y habrá que recordar que hasta hace un par de cientos de años la mayoría de la humanidad tenía que dedicar casi todo su tiempo a trabajar para sobrevivir, así que tendría poco tiempo para desplazarse para asistir a un concierto, y si lo hacía la oferta musical disponible era ciertamente limitada. Pero el modelo de ingresos económicos importantes a través de la venta de música grabada, muy levemente tocado por las grabaciones caseras en cintas magnéticas, fue roto casi del todo cuando se pudo combinar la digitalización de la música y su distribución e intercambio a través de Internet. Esto provocó el desplome de la venta de música grabada en formato físico (discos) con el consecuente cierre de la gran mayoría de tiendas y cadenas de tiendas que los vendían, Tower Records o Virgin MegaStore, por ejemplo. En 2012 las ventas globales de música grabada alcanzaron los 16.5 mil millones de dólares, cifra que representa solo un 40 por ciento del record alcanzado en 1999. De este tamaño ha sido la caída de este modelo de negocio. Spotify, empresa que transmite música a través de internet, cuyo valor estimado se calcula en 3 mil millones de dólares, tuvo en 2012 ingresos de 500 millones de dólares. Esta empresa basada en Luxemburgo dice tener 24 millones de usuarios activos repartidos en 28 países, pero solo una cuarta parte de ellos son suscriptores de pago; una suscripción básica a este servicio cuesta 10 dólares. Spotify paga a los músicos solo una fracción de céntimo de dólar por cada reproducción, aun así la suma de estas fracciones se llevan alrededor del 70 por ciento de sus ingresos. Con un crecimiento casi exponencial esta empresa calcula que en 2013 podrá pagar en regalías casi mil millones de dólares a las empresas y músicos cuya música transmite. Según los cálculos realizados en 2010 por Krzysztof Wiszniewski, músico y economista, para que un músico individual pudiera tener un ingreso equivalente al salario mínimo anual de los EE.UU. requeriría vender anualmente a través de Amazon o iTunes 21.750 unidades; y a través de un servicio de streaming como Last.fm (o Spotify) debería acumular más de 92 millones de reproducciones. Esto siempre y cuando sus costes de creación, producción y publicidad fueran nulos. La mayoría de nosotros somos más consumidores que coleccionistas de música, solo los profesionales como el crítico de la revista Rolling Stone, David Fricke, pudieron y pueden darse el lujo (y placer) de tener una colección de más de diez mil discos. O como lo dice Juan Claudio Cifuentes, presentador del programa “Jazz porque sí” de Radio Nacional de España, cuando se refiere a Duke Ellington: “imposible hacerme de toda su discografía, no me alcanzaría el dinero”. Será por eso que algunos músicos de éxito que tuvieron la suerte o el privilegio de vivir esa época en que se podía vivir, y bien, de la música grabada, no acaban de aceptar este cambio de modelo de negocio que casi los regresa al pasado remoto en que los músicos se ganaban la vida haciendo presentaciones en directo. Algunas de las quejas más recientes son de David Byrne al referirse al desastre económico que viven los productores de contenido creativo, “Internet chupará todo el contenido creativo del mundo”, o el paso que dio Thom Yorke al retirar toda la música de su grupo del servicio de streaming Spotify. Otros cantantes prefieren aceptar el cambio y dedicarse a recorrer el mundo dando conciertos y/ o presentándose en todos los festivales posibles. La digitalización y el Internet hacen posible que un músico sea famoso y no por ello obtenga ingresos económicos suficientes para vivir de esa actividad; todo producto digitalizado puede ser consumido masivamente y no por ello generar ingresos para su creador. Esta nueva realidad en la economía está obligando a casi todos a realizar continuas adaptaciones en la forma de producir y distribuir cualquier producto, especialmente si el producto puede digitalizarse. Estamos viviendo una interesante época en la que el pasado y el futuro conviven, hace un siglo ocurría lo mismo cuando los carruajes y los primeros automóviles compartían las calles; ahora sabemos que la industria equina perdió la pa |