Emprendedores Malditos28/08/2013 | FxM – Hugo Vázquez
Detectan una necesidad en el mercado y hacen hasta lo (casi) imposible por satisfacerla; creen en su capacidad para iniciar un negocio y lo crean; no le temen al fracaso y si fracasan, lo intentan de nuevo. Si su obstáculo es la distancia, compran aviones para llevar su producto cerca del consumidor; si su obstáculo es el mar, son capaces de utilizar hasta submarinos para llevar su producto al consumidor; si su obstáculo es una muralla, excavan un túnel o utilizan rampas o catapultas para llevar la mercancía al otro lado. Nuestros genes no determinan el 100 por ciento de nuestras habilidades, actitudes y acciones, pero se estima que son responsables de alrededor del 30 por ciento de ellas; el 70 por ciento restante se debe a la interacción de nosotros con el medio en que nos desarrollamos. El éxito en los negocios se debe a la integración de la gente adecuada (con los genes adecuados) en el área económica correcta para desarrollar su potencial. Estos “emprendedores malditos” son responsables de un volumen de negocio equivalente a alrededor del 8 por ciento del comercio internacional, lo que equivaldría a cerca de 400 mil millones de dólares. Pero esta cifra es solo una aproximación. Estos emprendedores han escogido un área de negocio que está penalizada en la mayor parte del mundo, por ello el volumen de dinero que manejan es casi imposible de medir con certeza; esta opacidad genera una polémica que está ligada tanto al uso de su mercancía como al destino que se le da a sus beneficios. Ya en diciembre de 2009 generó revuelo la declaración Antonio Maria Costa, Director Ejecutivo de la Oficina de las Naciones Unidas contra la Droga y el Delito, que dijo: “He visto evidencia de que recursos procedentes del crimen organizado eran ‘el único capital líquido’ disponible para algunos bancos al borde del colapso en 2008”, y agregó que: “La mayor parte de los 352 mil millones de dólares de beneficios que genera el tráfico de drogas fue absorbido por el sistema económico”. (The Observer, Sunday 13 December 2009). Según las Naciones Unidas, “menos del 10 por ciento de la población mundial consume drogas ilícitas…la tasa anual de consumo de drogas ilícitas a nivel global puede estar en el rango del 3,3 por ciento al 4,1 por ciento de la población total. La droga más utilizada es el cannabis, la cual consume alrededor del 3,9 por ciento de la población global, lo que equivale a 180 millones de personas.” El traficante de drogas disfruta de su “trabajo” porque así satisface sus necesidades económicas, de superación de retos, de autonomía y de poder. También hay que tener en cuenta que los que deciden dedicarse a esta actividad suelen ser hombres con escasos estudios y provenientes de hogares pobres, que tienen poca paciencia y ven como algo casi imposible que integrándose al mercado laboral legal pueda satisfacer sus necesidades. Es muy larga la historia del uso que hace el ser humano de sustancias que alteran la percepción de la realidad, generalmente su utilización se ha asociado y limitado a usos religiosos o festivos, al reconocer que su uso durante las actividades cotidianas entorpece la productividad; lo que al final perjudica a la sociedad en su conjunto. En el actual debate sobre la despenalización de su producción, venta y consumo, no hay que perder de vista que aquellos que se dedican a controlar su producción y venta suelen tener varias de las características que hacen triunfar a los emprendedores en otras áreas de la economía. Y si estamos empeñados en potenciar el emprendimiento a todos los niveles, bien podríamos tener en cuenta el trabajo de Robert W. Fairlie, investigador de la Universidad de California, que publicó en el Journal of Labor Economics (2002, vol. 20, no. 3) que había encontrado que las actitudes hacia el riesgo, la habilidad emprendedora y la preferencia por la autonomía hacen que los traficantes de drogas puedan ser redirigidos hacia la economía formal a través de fomentar la creación de empresas; es decir, a este grupo se le podría reencauzar proporcionándole conocimiento sobre otras oportunidades de negocio, aumentando su capital humano, y financiación para facilitar su reintegración a la economía formal. Esta no sería la solución al narcotráfico, pero sí un paso más para hacerlo menos dañino. |