José Sinués y Urbiola

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Nació en Zaragoza en 1894 en el seno de una familia de clase media alta, pues su padre era secretario de sala de la Audiencia de Zaragoza, y poseían bienes rústicos en el plano de la Cartuja y algunos inmuebles en la ciudad. Estudió en el colegio de las Escuelas Pías y en el Instituto de Enseñanza Media de su ciudad, donde terminó el bachillerato en 1911, cursando después la licenciatura en Historia de la Facultad de Filosofía y Letras, que concluyó en 1915. Finalizó su formación en Madrid como becario del Centro de Estudios Históricos de la Junta para la Ampliación de Estudios, de donde regresó a Zaragoza en enero de 1918.

Tras una breve estancia en la Facultad de Letras como ayudante de clases prácticas, se incorporó en 1919 a la Escuela Industrial de Artes y Oficios como ayudante meritorio de la asignatura Geografía Económica y Legislación Industrial, iniciando así una prolongada carrera docente que consolidó a partir de 1921 como profesor especial en propiedad. Ocupó la secretaría de la Escuela desde 1928 hasta 1934, y la dirección desde 1941 hasta 1964, año de su jubilación. Las enseñanzas que impartía en la Escuela despertaron en él un creciente interés por la economía y la gestión, compartidas con las disciplinas de su primera vocación humanista. En la década de los veinte publicó diversas obras, entre las que resaltan su Historia de la Real y Pontificia Universidad de Zaragoza, (1922), en colaboración con Manuel Jiménez Catalán, y La geografía industrial. Ensayo de sistematización de los fundamentos y hechos económicos (1924), cuya autoría compartió con el catedrático de Madrid Manuel García-Miranda. Durante toda la larga etapa de su dirección, la Escuela creció en todas sus facetas: nuevos talleres de prácticas y edificios de aulas, nuevos planes de estudios, aumento del prestigio de los títulos de peritaje otorgados, multiplicación de alumnos hasta alcanzar casi el millar, conexión directa entre la Escuela y la naciente industria aragonesa, y reconocimiento a su labor por parte del Colegio de Peritos al nombrarle Perito Industrial Honoris Causa en 1958. Paralelamente fue considerado en el Ministerio de Educación Nacional como un gran experto en materia de formación profesional, ocupando plaza como consejero de educación nacional entre 1944 y 1957 y condecorándole con la Orden Civil de Alfonso X el Sabio en 1951 y con la Gran Cruz de la citada Orden en 1964.

A partir de 1922 ingresó en la Real Sociedad Económica Aragonesa de Amigos del País, donde pronto demostró su disponibilidad y capacidad de decisión, entrando en contacto con empresarios, intelectuales y políticos vinculados al centro y a la derecha política, siendo nombrado secretario de la sociedad en 1929. Tras dos años de preparación, aquella entidad inauguró en 1933 la I Conferencia Económica Aragonesa, en la que se analizaron el presente y el futuro de la región, jugando Sinués un importante papel de coordinación y organización. Los estudios y proyectos expuestos en aquel evento los tuvo siempre presentes a lo largo de su vida profesional, y fueron una muestra de cómo entendía su gran pasión por Aragón.

Nombrado secretario del consejo de la Caja de Ahorros a comienzos del año 1933, tras terminar la Conferencia Económica, fue designado director de la misma en el mes de octubre. Desde su mesa promovió la realización de la Feria de Muestras de Zaragoza, apoyándola desde entonces, hasta conseguir su consolidación definitiva tras la Guerra Civil. En la Caja planteó una estrategia de absorción de pequeñas entidades de la competencia y de expansión que le llevó a implantarse en todos los territorios de Aragón, la Rioja, Guadalajara, y en la ciudad de Madrid, con el resultado de 368 sucursales instaladas entre 1934 y 1965, dejando a la entidad situada como la tercera de España en volumen de ahorro, a punto de alcanzar los 12.000 millones de pesetas de recursos ajenos, y los 700.000 impositores.

Su concepción de las obras benéfico sociales de la entidad fueron el espejo en el que se miraron un buen número de Cajas de otras regiones, destacando la labor desarrollada en educación complementaria de niños y jóvenes por medio de las colonias de verano, la lucha contra la tuberculosis, el apoyo a la formación profesional del sector agropecuario, y la financiación de investigaciones sobre el mismo a través de la Estación Experimental de Aula Dei, perteneciente al Consejo Superior de Investigaciones Científicas, que le nombró sucesivamente miembro numerario del mismo y de varios de sus Patronatos.

A partir de 1934 se vinculó con la Confederación Española de Cajas de Ahorros y con el Instituto de Crédito de las mismas, ubicados en Madrid. Durante algunos meses de la Guerra Civil ocupó el cargo de secretario de los citados comisión y comité, siendo nombrado en 1939 vicepresidente, y en 1944 presidente de ambos, cargos que mantuvo en la Confederación hasta su muerte y en el Instituto hasta 1962.

Durante todo el período mencionado fue el responsable de las complejas relaciones entre las Cajas y el Estado, articuladas desde la defensa constante de la independencia de las mismas ante las pretensiones de controlarlas para cubrir objetivos presupuestarios de organismos oficiales, como el Ministerio de Trabajo, e interviniendo cada vez que las exenciones tributarias que las diferenciaban de otras entidades financieras corrían peligro de ser modificadas. Sus miras siempre aspiraron a conseguir que las Cajas se convirtieran en un subsector de gran peso en las finanzas del país, lo que consiguió de forma reconocida por todos sus colegas. Aún cuando desde 1947 fue distinguido con la medalla de oro de la Previsión, no paró de especular con la idea de llevar la dependencia orgánica de las Cajas en su totalidad al Ministerio de Hacienda, por lo que se decantó definitivamente a partir de 1953, si bien hubo de esperar a 1957 para lograrlo, alcanzando la meta anhelada de que fueran consideradas primordialmente como instituciones financieras sin afán de lucro.

Su concepto sobre el ahorro, sus formas de gestionarlo y promocionarlo, y el papel que aquel debía jugar en la economía nacional eran temas que formaban parte de su peculiar doctrina del ahorro que trasmitió por vía de escritos, informes, discursos y conferencias a todas la Cajas confederadas en las asambleas anuales que convocaban. Además, puso todo su empeñó en tener representación diferenciada para las mismas en las Cortes, los Ministerios de Trabajo y Hacienda, el Banco de España, los Sindicatos, y las Mutualidades laborales, y en especial ante el Jefe del Estado, al que desde 1944 mantuvo siempre informado de la marcha de las mismas, y de sus proyectos institucionales. Desde 1935 se relacionó con el Instituto Internacional del ahorro y, con el apoyo de algunas Cajas europeas e iberoamericanas, entró a formar parte del comité de gestión del Instituto desde 1947, cargo que mantuvo de por vida. Esto le permitió salir de España a las reuniones convocadas en numerosas capitales y ciudades principalmente europeas, además de estar en contacto con el Ministerio de Asuntos Exteriores, que en 1950 le condecoró con la gran Cruz del Mérito Civil.

Las citadas relaciones en el plano nacional en defensa de las cajas de ahorros le llevaron a ocupar numerosos cargos. Fue procurador en Cortes en la legislatura de 1946 a 1949, por representación sindical, y a partir de 1958 hasta que falleció, por designación directa del Jefe del Estado. Entró a formar parte a partir de 1958 del Consejo de Economía Nacional. Fue miembro de la Junta Interministerial de Trabajo y Hacienda desde 1951 a 1957, encargada de coordinar la dependencia de las Cajas de ambos Ministerios; vocal y otros cargos en el Sindicato Nacional de Banca, Bolsa y Ahorro desde 1947 en adelante, y presidente y vocal de la asamblea general de la Mutualidad de Ahorro y Previsión a partir de 1955. Su ubicación ideológica dentro del régimen estaba dentro del grupo del catolicismo social, cuya cabeza visible a partir de 1945 fue Alberto Martín Artajo, con quien mantuvo una muy cordial colaboración, lo que también ocurría con el titular del Ministerio de Educación el aragonés José Ibáñez Martín.

A partir de 1947 se fue vinculando con la Asociación Católica Nacional de Propagandistas por afinidad de pensamiento, y en calidad de experto en finanzas. Intervino en la mayor parte de las empresas acometidas por la misma, como fueron la gestación y financiación del Colegio Mayor San Pablo, del Instituto Social León X, en la administración de la Inmobiliaria Universitaria, y en la marcha de la Editorial Católica. Su fuerte compromiso personal con la Iglesia Católica le indujo a utilizar sus conocimientos e influencias en favor de muchas instituciones a las que prestó asesoramiento y ayudas puntuales, como fueron el Arzobispado y los Obispados de las zonas de implantación de la Caja de Ahorros, la Acción Católica, la Compañía de Jesús, los Escolapios, la Sociedad Sacerdotal de la Santa Cruz y del Opus Dei, los Dominicos, las Teresianas, y un largo etc. de comunidades masculinas y femeninas. Por todo ello recibió del Vaticano la Gran Cruz de la Orden Ecuestre de San Silvestre en 1953, y fue nombrado tres años más tarde Camarero de Honor de Capa y Espada del Papa Pío XII, que posteriormente le mantuvieron Juan XX y Pablo VI.

Fueron también numerosas las empresas que recurrieron a sus servicios de asesoramiento incluyéndole en sus consejos de administración. Entre 1833 y 1950 sólo lo hizo de forma excepcional, pero ante la ampliación empresarial que se produjo en la década de los 50, y vista la actuación de sus colegas de otros sectores financieros, cambió de opinión y se fue incorporando a inmobiliarias (Inmobiliaria Pirenaica S.A., Inmobiliaria Urbana de la Moncloa, Inmobiliaria Constructora Iberoamericana S.A., e Inmobiliaria de Mejoras Urbanas S.A.). Varias fueron las empresas industriales y comerciales de Zaragoza que le llamaron para ocupar asiento en su consejo (Criado y Lorenzo C.A, Comercial Textil Zaragozana S.A. y Montañanesa S.A). Fue nombrado consejero de la empresa Nacional Siderúrgica S.A. en 1959. En el sector energético aragonés jugó un papel trascendental al ser nombrado presidente de Eléctricas Reunidas de Zaragoza en 1952, pues reorganizó toda la financiación de las inversiones necesarias para su viabilidad futura, quedándose el control de la misma en Aragón, con el resultado de multiplicar por 17 todo el negocio en los 13 años de su mandato. En el mismo sector fue consejero de la empresa Unión Eléctrica S.A. a partir de 1954 y presidente de la Compañía del Gas de Zaragoza en 1957 y de Teledinámica Turolense S.A. en 1960, todo lo cual influyó para que como experto en la materia en 1962 le nombrasen vocal de la Comisión de Energía de la Comisaría del Plan de Desarrollo Económico. Vinculadas con el negocio cinematográfico entró a formar parte del consejo de Cinematografía General Española S.A. en 1951, y a presidirlo en 1953, y posteriormente fue nombrado consejero de Financiera de Cine, Radio y Televisión en 1959, ambas relacionadas con la creación y distribución de películas y programas acordes con directrices de la jerarquía católica. Por último, en el sector financiero entró a formar parte del consejo de Caja de Seguros Reunidos S.A.. A partir de 1957 en que la Caja de Zaragoza la adquirió, era él personalmente quien disponía acerca de la presidencia y la vicepresidencia 1ª.

A la edad de 70 años, y soltero, falleció en Madrid tras un proceso de insuficiencia cardio-respiratoria que le duró tres semanas. Estaba en activo en varios de los cargos mencionados, tanto de representación política como empresarial, causando sorpresa en numerosas instituciones la rapidez del desenlace. En Zaragoza, a donde fueron trasladados sus restos mortales, su funeral y entierro, que tuvieron lugar el día 1º de febrero de 1965, contaron con la representación de todas las instituciones ciudadanas y de un gran número de personas, pues gozaba de una gran popularidad, siendo calificado por quienes lo conocían como uno de los hombres más influyentes y provechosos para Aragón en el siglo XX.

 
Bibliografía:
– FORNIÉS CASALS, J.F. TORRES ESCÁMEZ, Mª M. y RUBIO SAN ROMÁN, A., Historia de la Caja de Ahorros y Monte de Piedad de Zaragoza, Aragón y Rioja (1876-1976), Zaragoza, Tipo Línea, 1976.
– GERMÁN ZUBERO, L. “Sinués y Urbiola, José” en Gran Enciclopedia Aragonesa, Zaragoza, Unali, 1982, pp. 3.092-3.093.
– PALA Y MEDIANO, Francisco, Elogio del Excmo. Sr. D. José Sinués y Urbiola, Zaragoza, Real Sociedad Económica Aragonesa de Amigos del País, 1965.
– V.V.A.A. Las vidas de José Sinués, Zaragoza, La Cadiera, 1966.
– V.V.A.A. Industrialización y enseñanza técnica en Aragón 1895-1995: Cien años de Escuela y profesión, Zaragoza, Imprenta de la Diputación Provincial, 1996.
 
José Francisco Forniés Casals (Universidad de Alcalá de Henares)

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