Las tasas universitarias obligan a los estudiantes británicos a emborracharse menos y concentrarse en sus estudios21/11/2013 | Sarah O’Connor – Financial Times Español
“Somos jóvenes”, el himno pop acerca de una noche de juerga, suena suavemente en The Lost Hour, un soleado pub cercano a la universidad londinense de Greenwich. Hace año y medio habría sido sumamente apropiado en lo que entonces era un bar con suelo pegajoso. Ahora es solo un eco de lo que fue. Este es uno de los cinco bares estudiantiles que su dueño ha convertido en pubs más tradicionales al haber cambiado los hábitos de los estudiantes universitarios británicos. Stonegate Pub Company, que posee más de 500 pubs y bares, incluyendo estos cinco, ha reaccionado rápido al notar el cambio entre sus clientes estudiantiles que se adaptan a unas tasas universitarias más altas y a una economía más dura. “No hay duda de que las tasas universitarias más elevadas han impactado en el comportamiento de los estudiantes”, dice Ian Payne, director de la compañía. “Lamento admitir que los estudiantes beben menos y estudian más”. Peter Marks, director ejecutivo de Luminar, el operador de clubes nocturnos más grande del RU (Reino Unido), ha notado el mismo cambio. Él dice que los estudiantes continúan haciendo juergas pero “hay menor énfasis en el alcohol”. “El periodo previo a exámenes este año ha sido más tranquilo que los anteriores porque la gente se ha concentrado más en estudiar – ya que 9 mil libras es una cifra que pone sobrio a cualquiera”. Justo hace tres años, los estudiantes llenaban las calles de las grandes ciudades del RU en protesta por la decisión del gobierno de triplicar las tasas universitarias llevándolas hasta las 9 mil libras anuales. Tanto académicos como estudiantes dicen que un espíritu de seriedad se ha establecido desde entonces, inspirado por el nuevo precio de los grados y un mercado laboral difícil. En lugar de comportarse como víctimas de las circunstancias, los estudiantes ahora demandan más, tanto de sus universidades como de ellos mismos. David Bainbridge, supervisor de admisiones en Arte y Humanidades de St Catharine’s College, en Cambridge, teme que esto tenga un coste. “La adolescencia es una época para probar cosas nuevas, conocerse a sí mismo y hacer locuras”, dice el académico, autor de “Teenagers: A Natural History”. Y agrega: “Creo que estamos creando una generación de gente de mediana edad prematuramente”. Ha habido un continuo y bien documentado descenso en el consumo de alcohol y drogas entre los jóvenes durante los últimos quince años. Y a la cabeza de esa tendencia, que se nota en muchos países, Shabna Zaheer ha notado una transformación más repentina durante sus tres a En su primer año en la Universidad de Greenwich, campus Medway, rara vez asistió a la biblioteca y apenas sabía de alguien que fuera. “Este año, todo mundo está ahí, incluso los de primer y segundo año – es el lugar de reunión”, dice la veinteañera. En contraste, el bar de estudiantes está “completamente vacío la mayoría de las noches”. Este año ella se ha mudado a una residencia universitaria después de haber vivido en casa sus dos primeros años de universidad. Y se ha topado con su escasez de fondos y sufre al combinar sus estudios con un trabajo a tiempo parcial. “No es tan divertido como pensaba”. Un estudio reciente de 17 mil personas que se graduaron en 2009 sugiere que los estudiantes hacen lo correcto al preocuparse por sus calificaciones. Más del 20 por ciento de los graduados con un 2:2, nota que los ubica en la parte baja del segundo nivel, ha estado seis o más meses en paro, y cerca del 40 por ciento ha terminado en empleos que no requieren estudios universitarios. Para los que fueron los primeros de su clase, la proporción era del 10 y el 20 por ciento, respectivamente. Los estudiantes también están presionando a sus universidades. Francesca, estudiante de tercer año en la Universidad Campus Suffolk, cuyo apellido prefiere no sea publicado, dice que siente pena por sus profesores, que son quienes padecen la presión de los estudiantes de obtener “valor por su dinero” invertido en sus estudios. No es común que los estudiantes hagan cuentas y sepan cuánto están pagando por cada clase. “Si compras un paquete de huevos en el supermercado y todos salen rotos, los devuelves, pero esto no lo puedes hacer con la educación”, y agrega: “Así que si puedes hacer algo para cambiar la educación deficiente que estás recibiendo, lo haces”. Los sindicatos estudiantiles están tratando de enfocar de la mejor manera el nuevo papel de los estudiantes como consumidores. “No debemos enfrentar a la gente entre ella misma, debemos hacer que los estudiantes se sientan socios de su universidad”, dice Richard Brooks, presidente del sindicato de estudiantes de la Universidad Hull. Y agrega que los estudiantes son ahora más asertivos acerca de su educación. “De los dos años que he visto (pagar a los estudiantes 9 mil libras de tasas universitarias), los estudiantes quieren diferentes cosas de su educación. Se trata tanto de calidad como de cantidad – tener más tiempo cara a cara, más opciones”. La expresión más tangible de la dinámica de cambios entre los estudiantes y académicos es el sitio web que Michael Bulman puso en marcha después de haber pasado un año en una universidad de los EE. UU. “Califica a tu profesor” está inspirada en sitios similares de los EE. UU. en los cuales los estudiantes escriben críticas acerca de sus profesores. El sitio del Sr. Bulman ha acumulado 100 mil visitas desde su lanzamiento en abril. Y dice que debería ayudar a los estudiantes a elegir cursos basados en la calidad educativa. “Es una gran cantidad de dinero por lo que ahora tienes que poner más atención… Y creo que es justo y oportuno que haya más información sobre esto”. Y agrega que hasta ahora cerca del 85 por ciento de las críticas han sido positivas. Pero su sitio ha provocado inquietud y protestas entre los profesores. Un blog de Bill Cooke, profesor de Administración en la Universidad Lancaster, se ha vuelto viral entre la comunidad universitaria. Se titula: “No somos osos bailarines”. |
UK students cut back on boozing as study costs help focus minds11/21/2013 | Sarah O’Connor – Financial Times English
“We Are Young” a pop anthem about a drunken night out, plays softly in The Lost Hour, a sunny pub near London’s Greenwich university. A year and a half ago, it would have been all too appropriate in what was then a sticky-floored student bar. Now it is an echo of a former life. This is one of five student bars the owner has converted into more traditional pubs amid a quiet shift in the psyche of Britain’s university students. Stonegate Pub Company, which owns more than 500 pubs and bars including these five, has been quick to notice a change among its student customers as they adapted to higher tuition fees and a tough economy. “There is no doubt at all that higher tuition fees have impacted the way students are behaving,” says Ian Payne, the company’s chairman. “I’m appalled to admit they drink less and study more.” Peter Marks, chief executive of Luminar, Britain’s biggest nightclub operator, has noticed the same thing. Students are still partying but “there’s definitely less emphasis on alcohol”, he says. “Pre-exams we’ve been quieter this year than in prior years as people have really put their heads down and studied – £9,000 is a sobering enough number for anybody.” This time three years ago, students were flooding the streets of Britain’s big cities to rage about the government’s decision to triple tuition fees to £9,000 a year. But academics and students say a new mood of seriousness has taken hold since then, instilled by the new price of degrees and the difficult jobs market. Instead of behaving like helpless victims of circumstance, students are demanding more, both from their universities and from themselves. David Bainbridge, an admissions tutor for arts and humanities at St Catharine’s College, Cambridge, fears this has come at a cost. “Being a teenager is a time to try new things, to be self-involved and foolish,” says the academic, who is also author of Teenagers: A Natural History. He adds: “I do think we might be creating a generation of prematurely middle-aged p There has been a steady and well-documented decline in alcohol and drug use among the young over the past 15 years. But on top of that trend, which is taking shape in many countries, Shabna Zaheer has noticed a more sudden transformation during her three years at university. In her first year at the University of Greenwich campus in Medway, she rarely went to the library and did not know many others who did. “This year, just everyone’s there, even the first and second years – it’s just where you hang,” the 20-year-old says. In contrast, the student bar is “completely empty most nights”. She moved into student accommodation this year after living at home for the first two years of her degree. But she has found herself short of money and snowed under with her studies and a part-time internship. “It’s just not as fun as I thought it would be.” A recent study of 17,000 people who graduated in 2009 suggests that students are right to worry about their grades. More than 20 per cent of graduates with a 2:2, a lower second-class degree, had gone on to suffer six months or more of unemployment, and about 40 per cent had wound up in non-graduate jobs. For those with first-class degrees, the proportions were 10 per cent and 20 per cent respectively. Students are pushing their universities harder too. Francesca, a third-year at University Campus Suffolk who did not want her last name published, says she feels sorry for her lecturers, who are on the receiving end of students’ determination to get “value for money” from their degrees. It is not uncommon for students to break down their fees and figure out exactly how much they are paying for each lecture. “If you bought a packet of eggs from the supermarket and they were all broken, you’d take them back, but that’s something you can’t do with education,” he says. “So if you can do anything to change the poor education that you’re getting, then you will.” Student unions are struggling to figure out how best to handle students’ new sense of themselves as consumers. “You don’t want to be setting people against each other in a combative way; you want students to think of themselves in partnership with the university,” says Richard Brooks, the president of Hull university’s student union. Students are more assertive about their education, he adds. “From the two years I’ve seen so far [of students paying £9,000-a-year fees], they want different things from their education. It’s about the quality as well as the quantity – having more face-to-face time, more choice.” The most tangible expression of the changing dynamic between students and academics is the website Michael Bulman set up this year after he returned from a year at an American univ Mr Bulman’s site has had about 100,000 views since it started in April. He says it should help students to pick courses based on teaching quality. “It’s a huge amount of money now so you really have to pay more attention … And I think it’s only right and proper that there’s more information out there.” About 85 per cent of the reviews so far have been positive, he says. But the site has already stirred up some resistance and disquiet among lecturers. A blog post by Professor Bill Cooke, who teaches management at Lancaster University, has gone viral around the academic community. It is called: “We Are Not Dancing Bears.” |
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