Maurice Allais – Premio Nobel 1987

PORTRAIT OF MAURICE ALLAIS NOBEL PRICE OF ECONOMY IN 1988

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Maurice Allais Gran previsor de la crisis económica del 1987

El premio Nobel de Economía de 1988 se le concedió en solitario a Maurice Allais.  Aunque su máxima notoriedad la alcanzase en el campo económico, Allais era un ingeniero de minas enamorado de la Física y de la Historia. En Física observó oscilaciones anómalas de un péndulo durante un eclipse solar, circunstancia que fue investigada por la NASA y que se conoce desde entonces como el “efecto Allais”, y su afición por la historia, le llevó a estudiar en profundidad las razones del crack del 29. En sus 99 años de vida se interesó por los temas más variados, escribiendo del orden de cien libros, algunos de ellos con alrededor de mil páginas.

De Allais, dicen los que le conocieron, que era un gran polemista y un hombre de trato complicado. Solía oponerse por principio a todas las verdades establecidas. Llegó a quejarse del aislamiento al que, según él, se veía sometido, reconociéndose a sí mismo como “el Nobel televidente” porque nunca le invitaban a participar en los debates económicos, teniendo que conformarse con el papel de espectador cuando él creía que le correspondía el de protagonista. 

Allais proponía que, aunque los países debían desarmarse arancelariamente respecto a los competidores de un nivel similar al suyo, debían protegerse de la competencia de países menos desarrollados, con salarios cinco o diez veces más bajos.  De no ser así, esta libertad de comercio lo que propiciaba era la deslocalización de las industrias y la importación del paro. El proceso terminaba por tanto con un sencillo pareado: malo para los nacionales y bueno para las multinacionales.

En cuanto a su estudio del crack del 29, culpabiliza sobre todo del mismo a la expansiva política monetaria de la época. El profundo conocimiento del hundimiento bursátil del 29, le llevó a predecir, prácticamente en exclusiva, la segunda gran crisis financiera del siglo XX, ocurrida el lunes 19 de octubre de 1987 y según él por los mismos motivos que la primera.

Cuando todos los gurús y analistas financieros pronosticaban un brillante porvenir alcista para la bolsa neoyorquina, solamente Allais y Elaine Garzarelli vaticinaron un inminente desastre. La Garzarelli consiguió un contrato millonario con Lehman Brothers, de donde fue despedida cuatro años más tarde cuando sus predicciones demostraron haber perdido clarividencia. En cuanto a Allais, un año después le trajo el premio Nobel de Economía,

Allais siguió siendo el cascarrabias al que le gustaba oponerse a casi todo de forma bastante valiente, llegando a proponer el cierre de las minas de carbón de su país, a sabiendas de que se enfrentaba a un partido comunista y a unos sindicatos franceses que ejercían una poderosísima influencia. Cabe añadir que pocos años más tarde se terminó por cerrar la última mina de carbón francesa.

Otra prueba de su talante nos la recuerda la frase que se le atribuye, y que dedicaba a sus competidores intelectuales: “algunos se equivocan doblemente, porque ignoran su ignorancia”, una curiosa forma de hacer amigos. La frase hizo fortuna y pasó la frontera adaptándose al castellano, aplicándosela a determinados prepotentes analistas financieros de los que se decía que “los peores no son los que no saben, sino los que no saben que no saben”.

La paradoja de Allais

Su afán por discutir lo establecido le llevó a cuestionar la base del aclamado libro sobre Teoría de Juegos de Morgenstern y von Neumann, poniendo en duda el postulado que suponía la racionalidad de la utilidad esperada. Allais, planteó a una serie de personas que eligiesen entre estas dos alternativas: A.- Obtener en el cien por cien de los casos un millón de euros, o B.- Recibir cinco millones de euros con una probabilidad del 10%, un millón con una probabilidad del 89%, pero con un 1% de probabilidad de quedarse sin nada.

La mayoría de los consultados por él, y también la de los que yo mismo he puesto ante esta disyuntiva, elegían la alternativa A, es decir, optaban por la seguridad de un ingreso importante, a pesar de que la esperanza matemática de la alternativa B era casi un 40% superior, pero eludían, por pequeña que fuese, la posibilidad de quedarse sin nada.

A continuación, Allais proponía a estos mismos individuos una segunda elección, pero ahora las posibilidades de quedarse sin nada eran del 65% en la alternativa C y del 64% en la alternativa D, obteniendo una recompensa de un millón de euros con un 35 y un 36% de probabilidad respectivamente. Y aquí sí, todos escogían la alternativa D, en congruencia con lo que predecía el principio de la utilidad esperada.

La Paradoja de Allais llamaba pues la atención sobre el distinto comportamiento de los mismos individuos ante una variación de solo un 1% en ambas encuestas, resultando la respuesta contraria a las predicciones previstas precisamente en el caso en el que las expectativas eran más favorables a la alternativa rechazada.

Allais ponía de manifiesto la importancia de la certidumbre a la hora de evaluar los riesgos, como cuando se decide ir en el Metro en lugar de en taxi o en cualquier otro transporte de superficie, y no por motivos económicos o de comodidad, sino para tener la seguridad de llegar a tiempo. Descubría así la oportunidad de incorporar al análisis racional el componente psicológico, abriendo el campo de la economía a la colaboración con otras disciplinas, en las que, igual que con la seguridad, pueden primar otros componentes subjetivos como los sentimientos, ya sean de amor o de odio, de filantropía, u otros de tipo cultural, religioso etc.

Sin embargo, para avanzar por este camino tendremos que esperar a glosar por qué le concedieron el premio Nobel de Economía a los psicólogos Daniel Kahneman, en el año 2002, y a Richard Thaler en el 2017.

Francia ha reconocido la talla de Maurice Allais haciendo que reposen sus restos en el panteón de Los Inválidos, cerca de la tumba de Napoleón, y donde se encuentran, entre otros, los filósofos Voltaire y Rousseau, los literatos Víctor Hugo y Alejandro Dumas, así como la también premiada con el Nobel Marie Curie.

Para conocer un poco más a fondo sobre cada uno de los galardonados recuerda que puedes consultarlo todo en el libro ‘Una corona de laurel naranja’ o entrando al siguiente blogJosé Carlos Gómez Borrero

José Carlos Gómez Borrero

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