Un apasionado de la libertad económica
Milton Friedman es probablemente, junto a John Maynard Keynes, uno de los dos economistas más influyentes de todo el siglo XX. Si Keynes inspiró la política que supuso la intervención del Estado para salir de la Gran Depresión de los años 30, Friedman fue el gran defensor del liberalismo económico y el que combatió con más ímpetu el protagonismo del sector público en la economía.
La Escuela de Chicago, liderada por Milton Friedman, puso en evidencia la incapacidad de las recetas keynesianas para hacer frente a los dos grandes retos de las décadas de los años sesenta y setenta: La guerra de Vietnam y el embargo petrolífero de los países árabes.
Estos dos acontecimientos provocaron un déficit descomunal, una fuerte inflación y el consecuente Nixon Shock de 1971, que eliminaba el anclaje monetario que suponía la convertibilidad en oro del dólar norteamericano. Todo ello, unido al hartazgo social de una población que no entendía el porqué de una guerra que su país no conseguía ni terminar ni ganar, supuso la ocasión ideal para la adopción de las políticas liberales propuestas por Friedman y los llamados Chicago Boys. De esta manera a los treinta años de supremacía de Keynes le siguieron otros tantos años del predominio de Friedman. El éxito del keynesianismo para superar la crisis de confianza y del desánimo empresarial de la Gran Depresión, consistió en que el Estado, aun incurriendo en déficits y recurriendo al endeudamiento público, invirtió y consumió todo lo que el sector privado no se atrevía a realizar. Es muy posible que Keynes haya salvado a Occidente de caer en manos de regímenes totalitarios y el responsable de que se mantuviesen las instituciones democráticas en el primer mundo, pero también es posible que lo que resultó adecuado en situaciones de emergencia no tenía que perpetuarse una vez resuelta la crisis.
Los tres Friedman
Son tres los Friedman complementarios, el académico, el comunicador y el político que configuran un personaje de una talla excepcional, aunque apenas levantase 152 centímetros del suelo. En el mundo académico Friedman es generalmente respetado por sus colegas de profesión, aunque le hayan combatido con dureza en los aspectos ideológicos. Sus aportaciones técnicas son relevantes, como la introducción del concepto de renta permanente, ligándolo no solo a los ingresos inmediatos, sino contemplando las previsiones necesarias a medio y largo plazo. Algo que más tarde completaría Modigliani con la idea del ciclo vital.
También desmontó la pretendida piedra filosofal para combatir el desempleo que propuso el neozelandés Phillips con la conocida curva que lleva su nombre. La supuesta disminución del paro a base de propiciar un aumento de la inflación, fue desautorizada por Friedman, que anticipó la aparición de un problema desconocido hasta entonces, al que llamó “estanflación”, en el que se combinaban un alto índice de paro, con estancamiento económico y con una persistente subida de precios. A partir de Friedman se dejó de suponer que los consumidores estaban permanentemente engañados por la ilusión monetaria. Sin embargo, el aspecto teórico por el que más se le identifica es por la responsabilidad que atribuyó al aumento de la cantidad de dinero en circulación para justificar la subida de los precios. Esta es la razón por la que también se conoce como monetaristas a los integrantes de la Escuela de Chicago.
A pesar de que sus aportaciones teóricas son suficientemente importantes como para proporcionarle la notoriedad que se le reconoce, su gran popularidad se debe sobre todo a la defensa apasionada de la ideología liberal, explotada a través de una presencia mediática permanente y una influencia política extraordinaria. El actuar como asesor áulico de los presidentes Nixon y Reagan y la adopción de sus recomendaciones por parte de la primera ministro británica Margaret Thatcher, proporcionaron un altavoz a sus ideas imposibles de ser ocultadas.
Junto a las clásicas recomendaciones de la vuelta al equilibrio presupuestario, la reducción de impuestos y la defensa de la economía de mercado, he aquí algunas de sus propuestas más notables: el establecimiento del bono escolar para que los padres puedan escoger los centros de educación que deseen para sus hijos; la desregulación y privatización de hospitales, medios de comunicación y otra serie de servicios, fomentando una competencia que genere calidad y eficiencia; el combate al narcotráfico mediante la legalización de las drogas, proponiendo su despacho en farmacias y bajo receta médica; la compra-venta de los derechos de contaminación, o la despenalización de la prostitución, con el debido control sanitario de una actividad mantenida hipócritamente como clandestina.
Por otra parte, su capacidad de comunicación se demuestra con la popularidad de sus libros, cuyos títulos son suficientemente explícitos, “Libertad de Elegir”, “Capitalismo y Libertad” o “La Tiranía del statu quo”, todos ellos muy fáciles de leer, así como los artículos semanales que desde 1966 hasta 1984 publicó regularmente en la revista Newsweek. También se atrevió a producir una serie para la televisión de diez capítulos, de una hora cada uno, en los que el propio Friedman explica de forma asequible los principales problemas económicos que afectaban a la sociedad de su tiempo. La serie, cuarenta años después de ser emitida, todavía es ofrecida y demandada en Amazon a un precio de 60$.
La sencillez de sus explicaciones le proporcionan un plus de credibilidad, porque todo lo que dice se entiende perfectamente. De su capacidad de expresión y de su habilidad didáctica pueden servir de ejemplo las siguientes frases: “Si el gobierno tuviese que administrar los desiertos, al cabo de cinco años habría escasez de arena”, “Tenemos un sistema que cobra cada vez más impuestos al trabajo y subvenciona más al no trabajo”, “Nunca hay una comida gratis. Investiga quién la paga y por qué lo hace”, “La inflación es el peor y el más injusto de los impuestos, pues además no ha sido votado en ningún parlamento”. Estas frases y otras muchas que sería interminable reproducir aquí, son las que han forjado la notoriedad de su figura.
Al llegar a este punto no me resisto a dejar sin comentario su faceta pedagógica, recordada por sus numerosos discípulos y recogida en sus libros de texto con un estilo siempre provocador y polémico. En su libro “Teoría de los precios” Friedman propone el problema de la mosca. Se pregunta qué pasaría si se consiguiese reproducir en el laboratorio una mosca a escala doble de todos y cada uno de sus órganos. ¿La mosca volaría al doble, a la misma, a la mitad, o a otras velocidades alternativas? Evidentemente esa mosca no existe, pero la respuesta convencional que ofrece Friedman es que esa mosca moriría aplastada por su propio peso, pues, aunque hubiésemos duplicado la mosca, permanecía invariable su entorno; la densidad del aire, la fuerza de la gravedad, etc.
Esta aparente frivolidad le servía para explicar la ausencia de perspicacia y de estudios de mercado de algunos empresarios que, basándose en los buenos resultados de una empresa se lanzaban a imitarla, duplicando la oferta, sin haber comprobado antes si existía una demanda suficiente para rentabilizar ambos negocios.
Friedman víctima de su éxito
Sin embargo, el exceso de libertad que proponía, o mejor dicho, el relajamiento de la regulación y la insuficiente vigilancia de la exuberancia irracional de un capitalismo desbordado, dio lugar a escándalos financieros tan notorios como las hipotecas subprime, la necesidad de acudir a los rescates bancarios, as burbujas especulativas de las empresas puntocom, o los excesos inmobiliarios que arruinaron la creencia en la libertad de elegir… sin límites.
La ceremonia de entrega
La concesión del premio Nobel de 1976 a Milton Friedman es el único caso en el que se produjo un sonoro abucheo a la entrada del premiado, acusándole de haber apoyado la dictadura chilena de Augusto Pinochet y poco menos que de haber sido el instigador de su golpe de Estado. Incluso dentro del salón de actos, un espectador se atrevió a levantar la voz y gritar “Muera el capitalismo. Libertad para Chile”. Acto seguido, una vez desalojado el increpante, Friedman recibió la mayor ovación que se recuerda en estas ceremonias.
De estas acusaciones se defendió Friedman diciendo que había estado en Chile durante una semana dictando exactamente las mismas conferencias que reprodujo más tarde en China. No deja de ser curioso que llamaran nazi a un judío, descendiente de una familia de emigrantes centroeuropeos, que si no se hubieran marchado a Norteamérica, lo más probable es que hubieran terminado gaseados en un campo de concentración de los que paradójicamente lucían en su entrada la expresión “El trabajo os hará libres”.
Para conocer un poco más a fondo sobre cada uno de los galardonados recuerda que puedes consultarlo todo en el libro ‘Una corona de laurel naranja’ o entrando al siguiente blog.