Por qué importa la desigualdad

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Por qué importa la desigualdad

20/10/2014 | Bill Gates

Un tratado de economía de 700 páginas traducido del francés no es exactamente una ligera lectura veraniega – incluso para alguien que posee un alto cociente de geek. Pero el pasado julio, después de leer varias críticas y escuchar comentarios de mis amigos, me sentí obligado a leer el libro de Thomas Piketty “Capital en el siglo XXI”.

Me alegro de haberlo hecho. Y te animo a que también lo leas, o por lo menos leas un buen resumen, como este en The Economist. Piketty fue muy amable al aceptar hablar conmigo vía Skype el mes pasado. Como le dije, estoy de acuerdo con sus conclusiones más importantes, y espero que su trabajo atraiga a más gente inteligente al estudio del patrimonio y la desigualdad en los salarios – porque mientras más sepamos de las causas y las soluciones, mejor. También le mencioné mis dudas acerca de algunos de los elementos de sus análisis, los cuales comparto más adelante.

Estoy de acuerdo con Piketty en que:
Los altos niveles de desigualdad son un problema – distorsionan los incentivos económicos, hacen que las democracias favorezcan a los intereses poderosos, y minan el ideal de que todos nacemos en igualdad.

El capitalismo no se auto-corrige hacia mayores grados de igualdad – o sea que, un exceso en la concentración del patrimonio puede tener un “efecto de bola de nieve” si no se vigila.

Los gobiernos pueden jugar un papel constructivo en corregir las tendencias “bola de nieve” si se deciden a hacerlo.

Para ser claro, cuando digo que los altos niveles de desigualdad son un problema no digo que el mundo esté yendo a peor. De hecho, gracias al aumento de las clases medias en países como China, México, Colombia, Brasil y Tailandia, el mundo en su conjunto se está haciendo más igualitario, y es probable que esta tendencia global positiva continúe.

Pero la desigualdad extrema no debería ser ignorada – o peor aún, celebrada como una señal de que tenemos una economía de alto desempeño y una sociedad saludable. Sí, cierto nivel de desigualdad es inherente al capitalismo. Como dice Piketty, es inherente al sistema. La cuestión es ¿cuánta desigualdad es aceptable? Y ¿Cuándo empieza la desigualdad a hacer más daño que bien? Esto es algo que deberíamos debatir públicamente, y es genial que Piketty ayude a que el debate avance de manera seria.

Sin embargo, el libro de Piketty tiene importantes fallos, que espero que él y otros economistas analicen en los próximos años.

A pesar de toda la información de Piketty sobre los patrones históricos, no da una descripción completa de cómo es creado el patrimonio y cómo decrece. En el centro de su libro yace esta sencilla ecuación: r > g, donde r es el retorno promedio sobre el capital y g es la tasa de crecimiento de la economía. La idea es que cuando el retorno sobre el capital sobrepasa al retorno sobre los salarios al paso del tiempo se amplía la brecha patrimonial entre quienes tienen mucho capital y quienes solo tienen su mano de obra. Esta ecuación es tan fundamental para la argumentación de Piketty que él dice que representa “la fuerza fundamental para la divergencia” y “concentra toda la lógica de mis conclusiones”.

Otros economistas han reunido grandes bases de datos históricos y tienen dudas del valor de r > g para comprender cuándo la desigualdad se amplía o disminuye. No soy un experto en estas cuestiones. Lo que sí sé es que la ecuación de Piketty r > g no diferencia adecuadamente entre los diferentes tipos de capital con diferente utilidad social.

Imagina tres tipos de gente con mucho patrimonio. Uno de ellos pone su capital para construir su empresa. Luego hay una mujer que está dando la mayor parte de su patrimonio a la caridad. Una tercera persona dedica la mayor parte de su patrimonio a consumir, gastando mucho dinero en cosas como un yate y un avión. Si bien es cierto que el patrimonio de estas tres personas contribuye a la desigualdad, yo diría que las dos primeras agregan más valor a la sociedad que la tercera. Desearía que Piketty hubiera hecho esta diferenciación, porque tiene importantes implicaciones políticas, a las que me referiré más adelante.

Más importante aún, creo que la ecuación r > g de Piketty no toma en cuenta las poderosas fuerzas que contrarrestan la acumulación de patrimonio de una generación a la siguiente. Estoy totalmente de acuerdo en que no queremos vivir en una sociedad aristocrática en la cual las familias ya ricas se hagan más ricas por el simple hecho de sentarse en sus laureles y cobrar lo que Piketty llama “ingreso de rentas” – esto es, los ingresos que la gente gana cuando otros hacen uso de su dinero, tierra o alguna otra propiedad. Yo creo que los EE. UU. no están nada cerca de esto.

Miremos la lista de los 400 estadounidenses más ricos según Forbes. Casi la mitad de los que están en la lista son emprendedores cuyas empresas lograron el éxito (gracias tanto al trabajo arduo como a mucha buena suerte). Al contrario de la hipótesis rentista de Piketty, yo no veo a ninguno de la lista cuyos antepasados hayan comprado una gran cantidad de tierras en 1780 y hayan venido acumulando patrimonio familiar al cobrar rentas desde entonces. En los EE. UU. ese viejo dinero ya ha desaparecido – a través de la inestabilidad, inflación, los impuestos, la filantropía y el gasto.

Se puede ver la dinámica del declive patrimonial en la historia de industrias con éxito. En los inicios del siglo XX Henry Ford y otros emprendedores tuvieron éxito en la industria automotriz. Ellos tenían gran cantidad de las acciones de las empresas automovilísticas por lo que lograron una ventaja por su escala y unos beneficios masivos. Estos exitosos emprendedores fueron la excepción. Mucha más gente – incluy
endo muchos rentistas que invirtieron el patrimonio familiar en la industria automovilística – vieron desvanecer sus inversiones en el periodo de 1910 a 1940, cuando la industria automovilística se redujo de 224 fabricantes a solo 21. Así que en lugar de transferir el patrimonio hacia los rentistas y otros inversores pasivos, a menudo sucede lo opuesto. Yo he visto que ha pasado lo mismo en la tecnología y otros campos.

Piketty tiene razón en que hay fuerzas que pueden crear un efecto “bola de nieve” (incluyendo el hecho de que los hijos de los ricos a menudo tienen acceso a conexiones que les permiten obtener prácticas, empleos, etc.) Sin embargo también hay fuerzas que contribuyen a la reducción del patrimonio, y capital no les da suficiente peso.

También estoy decepcionado porque Piketty se enfoca mucho en la información sobre la riqueza y los ingresos obviando el consumo. La información sobre el consumo representa los bienes y servicios que la gente compra – incluyendo comida, ropa, vivienda, educación y salud – lo que puede añadir mucha profundidad a nuestro entendimiento de cómo realmente vive la gente. Especialmente en las sociedades ricas el enfoque en los ingresos no nos informa sobre lo que necesita ser arreglado.

Hay muchas razones por las cuales la información sobre los ingresos, especialmente, puede llevarnos al error. Por ejemplo, una estudiante de medicina sin ingresos y que paga su colegiatura a base de muchos préstamos puede aparecer en las estadísticas oficiales como si estuviera en una difícil situación y sin embargo, en el futuro, ella puede llegar a obtener unos elevados ingresos. O un ejemplo más extremo: Algunas personas con mucho patrimonio pero que no están trabajando de manera activa pueden aparecer bajo la línea de pobreza durante años porque no venden acciones o reciben otra forma de ingresos.

No es que debamos ignorar la información sobre ingresos y patrimonio. Pero la información sobre el consumo es más importante para entender la situación de las personas. Por lo menos muestra una diferente – y generalmente más optimista – imagen de la que nos da Piketty. Idealmente me gustaría ver estudios basados en información sobre el patrimonio, el ingreso y el consumo en conjunto.

Incluso si en la actualidad no tenemos una imagen perfecta, ciertamente sabemos bastante acerca de los retos a los que nos podemos enfrentar.

La solución favorita de Piketty es un impuesto anual progresivo sobre el capital, en lugar de sobre el ingreso. Argumenta que este tipo de impuesto “hará posible evitar una espiral infinita de desigualdad mientras preserva la competencia y los incentivos para nuevos tipos de acumulación primitiva”.

Estoy de acuerdo en que los impuestos deben evitar aplicarse al trabajo. No tiene sentido que el trabajo en los EE. UU. tenga una carga fiscal relativamente pesada con respecto al capital. Tendría menos sentido en los años venideros, cuando los robots y otras formas de automatización lleguen a desempeñar más y más labores que hoy realizan los humanos.

Pero en lugar de ir hacia una carga fiscal progresiva sobre el capital, como a Piketty le gustaría, creo que estaríamos mejor con una fiscalización progresiva sobre el consumo. Pensemos acerca de las tres personas con gran patrimonio que mencioné antes: Una invirtiendo en empresas, otra en filantropía, y la tercera en un estilo de vida de lujo. No hay nada malo en este último, pero creo que debería pagar más impuestos que los otros. Como Piketty señaló cuando hablamos, es difícil medir el consumo (por ejemplo, ¿deberían tomarse en cuenta las donaciones políticas?) Pero incluso casi cualquier sistema fiscal – incluyendo un impuesto al patrimonio – tiene retos similares.

Como Piketty, también soy un firme creyente en el impuesto a las herencias. Dejar que los herederos consuman o dispongan de un capital desproporcionado solo basado en la lotería del nacimiento no es una manera inteligente o justa de disponer de los recursos. Como le gusta decir a Warren Buffet, “es como seleccionar al equipo olímpico de 2020 eligiendo a los primogénitos de los medallistas de oro de los juegos olímpicos del 2000”. Creo que deberíamos mantener el impuesto a las herencias e invertir lo recaudado en educación e investigación – la mejor manera de reforzar a nuestro país para el futuro.

La filantropía también puede ser una parte importante de la solución. Es una lástima que Piketty le dedique muy poco espacio a este tema. Hace 125 años, Andrew Carnegie fue una solitaria voz que animaba a sus contemporáneos ricos a donar una parte sustancial de su patrimonio. Hoy en día, un creciente número de personas ricas están haciendo justo eso. La filantropía bien hecha no solo produce beneficios directos para la sociedad, también reduce el patrimonio dinástico. Melinda y yo creemos firmemente que el patrimonio dinástico es malo para la sociedad y para los hijos que heredan. Queremos que nuestros hijos salgan adelante en este mundo por sus propios medios. Ellos tendrán todo tipo de ventajas, pero será cuestión de ellos formar su vida y su carrera.

El debate sobre el patrimonio y la desigualdad ha generado una gran polémica entre los partidos políticos. No tengo una solución mágica para esto. Pero sé que, aun con sus fallos, el trabajo de Piketty genera, tanto claridad como polémica. Y ahora estoy deseoso por ver la investigación que traerá más luz a este tema tan importante.

Este editorial tiene como origen el blog «gatesnotes – The blog of Bill Gates«.

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