Racionalidad: el teorema de la segunda opción

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Racionalidad: el teorema de la segunda opción

17/11/2014 | Stumbling and Mumbling

¿En realidad deberíamos animar a la gente a ser más racional, como dice la teoría del “pequeño empujón”? Dos cosas que he notado en mi trabajo diario sugieren que quizás no.
Primero, sugiero que los inversores que tienen una fuerte propensión al efecto dispositivo les sería mejor invertir en fondos administrados activamente en lugar de acciones individuales. Esto se debe a que los inversores tienden a vender más rápido los fondos con un pobre desempeño que las acciones que van a la baja, así que invertir en fondos puede ser una manera oculta de aprovecharse de invertir con la inercia del mercado.
De manera general creo que los fondos administrados activamente, debido a sus altas comisiones, son sub-óptimos. Pero si la alternativa es la selección de acciones con un efecto dispositivo, entonces pueden ser una mejora.
Segundo, Annamaria Lusardi y sus colegas demuestran que la educación financiera no siempre mejora la toma de decisiones. En sus ejemplos, enseñarle a la gente acerca del poder del interés compuesto lleva a algunos de ellos que ya inicialmente sobrestimaban su poder a darle aún más. Creo que esto se puede generalizar hasta cierto punto. Animar a la gente a ahorrar para su jubilación, por ejemplo, es causa de que algunos ahorren demasiado.
Para ver qué es lo que pasa aquí recordemos el “Teorema de la segunda opción”” de Lancaster y Lipsey. Ellos demuestran que si hay una imperfección en el mercado éste se puede mejorar introduciendo otra imperfección. Por ejemplo, si hay un monopolio, el control de precios puede mejorar el mercado.
Así que aquí está mi teoría: Lo que es verdadero para la economía del bienestar también puede serlo para la racionalidad. Donde hay irracionalidad (como en el efecto dispositivo) al introducir otra irracionalidad (como los fondos caros) se puede mejorar el desempeño de los inversores. Por la misma razón, intentar eliminar una irracionalidad – como la tendencia de la gente a subestimar el interés compuesto o ahorrar muy poco – puede empeorar las decisiones de aquellos que sobrestiman el interés compuesto o ahorran demasiado.
Por supuesto, así como el Segundo óptimo no tiene amplia relevancia en la economía del bienestar, tampoco la tendrá en la irracionalidad: Hay muchas cosas en las ciencias sociales que son ciertas pero no tanto. Sin embargo, aquí hay unos ejemplos:
– Si alguien es proclive a la falacia de la Mano Caliente (“el rojo es tendencia”), puede ser corregido por la falacia del jugador: “sigue el negro”.
– Los alcohólicos en ocasiones intentan mantenerse sobrios al sobrestimar el coste de un trago: “otro más me matará”.
– Los cálculos mentales nos pueden evitar gastar demasiado, al poner algo de nuestro dinero fuera de presupuesto.
Estos son algunos ejemplos de cómo la irracionalidad, en la presencia de otras irracionalidades, puede ayudar a un individuo. Pero también hay casos en los cuales animar a individuos a ser irracionales puede ayudar a otros, aun a costa de ellos mismos. Por ejemplo, fortalecer la norma “No cometerás crímenes” puede hacer más por reducir el crimen que permitir a los individuos racionalizar el coste-beneficio de hacerlo. O favorecer los “impuestos justos” y la moral impositiva puede ser preferible a imponer altas tasas impositivas a aquellos que no evaden sus impuestos.
También hay un ejemplo híbrido. Dice Luke Johnson: “prácticamente todos los grandes éxitos empresariales y los avances tecnológicos dependen de un exceso de confianza”. Y cita a Keynes:
Si los “Espíritus animales” son matizados y el optimismo espontáneo falla, dejándonos dependiendo solamente de las expectativas matemáticas, las empresas disminuirán y morirán.
Esto sugiere que sería bueno si tuviéramos más exceso de confianza irracional. Y no solo sería bueno para la sociedad. Hay evidencia de que el exceso de confianza es bueno también para los individuos (¡Aunque quizás sea a expensa de otros!) – que es la lógica que está detrás de la formación asertiva.
Pero no estoy diciendo que esto es una celebración “hippie” de todas las formas de irracionalidad. Mi punto simplemente es que los pequeños pasos hacia una mayor racionalidad no siempre son bienvenidos. Lo que, por lo menos, justifica cierto escepticismo acerca de la teoría del pequeño empujón.
Este editorial tiene como origen el blog «Stumbling and Mumbling«. Ha sido traducido por el equipo de FxM.

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