Es un cambio repentino, y para empeorar, en el que durante cierto tiempo se ve alterada la relación fluida entre las partes; en el caso de la economía puede afectar a cualquiera de sus dimensiones, desde la global hasta la personal.
A lo largo de la historia han existido diferentes tipos de crisis que han afectado la economía de comunidades, países o regiones enteras del mundo; han tenido origen en fenómenos biológicos (la peste en la Europa medieval), progresos tecnológicos (la crisis del caucho en Brasil o del henequén en Yucatán), económicos (la crisis de 1929) o una combinación de factores (la hambruna que sufrió Irlanda a mediados del siglo XIX).
Además esas instituciones financieras crearon productos financieros que aglomeraban dichos préstamos y los vendían a otras instituciones financieras de todo el mundo; lo que extendió el riesgo de manera global. Así que cuando se inició la pérdida de confianza en la recuperación de los préstamos y créditos concedidos en los Estados Unidos, y se descubrió que las instituciones financieras más importantes apenas tenían capacidad de enfrentar sus pagos inmediatos por estar altamente apalancadas, se generó un efecto bola de nieve que hizo que la viabilidad del sistema financiero global fuera cuestionada.
De esta manera los activos (inmobiliarios y de otros tipos) perdieron valor, lo que hizo que ni aún con su venta se pudiera recuperar lo invertido en su adquisición, tanto por parte de los particulares como de las instituciones financieras.
Al ver disminuida su capacidad económica tanto los ciudadanos como los gobiernos limitaron sus gastos, lo que hizo que se ralentizara aún más la actividad económica durante casi media década.