RENTABILIDAD

Llamamos rentabilidad al beneficio que nos genera una inversión realizada. Normalmente se calcula en porcentaje. En su cálculo se deben tener en cuenta, por un lado, los recursos necesarios para obtenerlo, como las materias primas, el tiempo invertido, u otros gastos, y por otro, la renta obtenida. Si el resultado es positivo el producto es rentable. En caso de ser negativo, no habrá sido rentable, la rentabilidad habrá sido negativa.

Rentabilidad = renta obtenida / recursos invertidos

Por ejemplo, si invertimos 1.000 euros y nos generan un beneficio de 60 euros en un año, ¿cuál es la rentabilidad?

Rentabilidad = 60/1000 = 6%

Si hablamos de productos financieros, la rentabilidad es mayor cuanto más riesgo conlleva el producto y menos líquido es. Y es que entre los “recursos invertidos” también debemos sopesar el riesgo y el tiempo que no podremos disponer del dinero invertido, o lo que es lo mismo, que no podremos hacerlo líquido. Para entenderlo mejor, veamos los conceptos riesgo y liquidez.

Dicho de forma más técnica; la rentabilidad es la medida del rendimiento que producen los capitales utilizados en el mismo, o sea, la comparación entre la renta generada y los capitales invertidos para obtenerla, calculada en un determinado periodo de tiempo (el ejercicio).

Existen distintos tipos de rentabilidades según la categoría de resultado que se considere en el numerador y el capital o fondo del denominador, por lo que podemos obtener tantos ratios como queramos. Las más utilizadas son la rentabilidad sobre ventas, la rentabilidad económica y la rentabilidad financiera.

Puesto que la rentabilidad hace referencia al beneficio, lucro o ganancia obtenido de un recurso o dinero invertido, podemos decir que mide la eficiencia con la cual una empresa utiliza sus recursos financieros. De este modo, si aplicamos el término rentabilidad a la empresa, esta sería eficiente cuando no desperdiciase sus recursos. Cada empresa utiliza recursos financieros para obtener beneficios. Estos recursos son, por un lado, el capital (que aportan los accionistas) y, por otro, la deuda (que aportan los acreedores).

A esto hay que añadir las reservas: los beneficios que ha retenido la empresa en ejercicios anteriores con el fin de autofinanciarse (estas reservas, junto con el capital, constituyen los “Fondos Propios”).

Si una empresa utiliza unos recursos financieros muy elevados pero obtiene unos beneficios pequeños, pensaremos que ha “desperdiciado” recursos financieros: ha utilizado muchos recursos y ha obtenido poco beneficio con ellos, ha sido poco rentable o ha obtenido una escasa rentabilidad. Por el contrario, si una empresa ha utilizado pocos recursos pero ha obtenido unos beneficios relativamente altos, podemos decir que ha “aprovechado bien” sus recursos, habrá sido muy rentable.