Javier Benjumea Puigcerver – Abengoa (II)

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Durante los años sesenta, Abengoa dio el gran salto que le permitió convertirse más tarde en multinacional. En 1960 contaba con una plantilla de 866 trabajadores, de los que 149 eran ingenieros y titulados superiores, cifras que prácticamente se multiplicaron por diez al finalizar el siglo. Durante este tiempo fue capaz, entre otras muchas cosas, de abrirse paso y de consolidarse en la provisión de determinados sistemas y equipos para las centrales nucleares, pero sobre todo de penetrar en el mundo de la electrónica siendo pionera en 1968 en la instalación de un sistema informático para el control del sistema eléctrico de las instalaciones siderúrgicas de Uninsa (Asturias), que dio lugar a la creación de una nueva empresa (SAINCO), especializada en sistemas informáticos para aplicaciones civiles y militares. Es en este campo de la electrónica, con el desarrollo de sistemas de aplicación a un amplio número de actividades, donde Abengoa llegó más lejos y donde concentró la creación de las sociedades especializadas más dinámicas en los años ochenta y noventa. Además, la empresa de Benjumea proyectó al exterior su enorme desarrollo. Los primeros pasos se dieron al final de los años cincuenta exportando a Suramérica, a los países árabes y Asia. Pero la presencia internacional por medio de oficinas propias o de sociedades participadas no arrancó hasta 1968 en Argentina, país al que siguieron en los 30 años posteriores Venezuela, Francia, Brasil, Marruecos, Argelia, Uruguay, México, Perú, Estados Unidos, Chile, Portugal, Bélgica, Hungría, Rusia, China, India, Puerto Rico, Paraguay y Tailandia.

Al finalizar el siglo XX, con casi sesenta años de historia, Abengoa era una sociedad holding que ofrecía dos tipos de productos: los convencionales (actividad tradicional) y los integrados (la apuesta de futuro). Los primeros los proporcionaba a través de cinco grupos de negocio (Energía, Medio Ambiente y Servicios Urbanos, Sistemas de Control y Comunicaciones, Instalaciones, y Desarrollo Estratégico Corporativo), cada uno de los cuales estaba integrado por distintas unidades que operaban a través de sociedades especializadas. Los segundos (cogeneración, biomasa, telecomunicaciones, residuos urbanos e industriales, etcétera) los gestionaba a través de Siema, un subholding que englobaba entonces las participaciones en este tipo de proyectos.

Abengoa fue la principal realización empresarial de Javier Benjumea, aunque también tuvo intereses en el sector minero. Entre 1946 y 1949 explotó las minas de cobre de Cabezas de Pasto (Huelva), propiedad de la familia Sundheim, cuya producción fue esencial para las instalaciones eléctricas de Abengoa. En 1946 fundó con Carlos Sundheim y Manuel Fernández Murube la Minera de Andévalo, que explotó varios yacimientos de mineral de hierro en las provincias de Huelva, Sevilla y Badajoz, y vendió su producción preferentemente a la suiza Sulzer Hermanos, razón por la cual Benjumea entró en el consejo de esta en 1951. Este año intervino en la fundación de Minas de Herrerías, cuya producción de pirita ferrocobriza se vendió para fabricar ácido sulfúrico para abonos.

Hay, asimismo, una faceta importante de la actividad empresarial de Javier Benjumea que tiene que ver con su participación en órganos de dirección de empresas en representación de terceros, en particular del Banco Urquijo, entidad con la que entró en contacto en 1948 a través de su hombre fuerte, Juan Lladó. Benjumea llegó a ser consejero de dicho banco en 1960 y del Hispano Americano en 1973, pero mucho antes, en 1949, había entrado en el consejo de la Compañía Sevillana de Electricidad en representación del banco industrial. Poco después, Benjumea y Carlos Sundheim tuvieron una participación decisiva en las negociaciones que se llevaron a cabo por particulares y autoridades oficiales para adquirir los activos en España de The Rio Tinto Company Ltd., consiguiendo que la venta se materializase y que se crease la nueva Compañía Española de Minas de Riotinto en 1954, en cuyo capital participó un consorcio de bancos privados, entre los que estaba el Urquijo. Benjumea entró en el consejo de la nueva empresa, llegando a ser su presidente en 1958. En 1970, cuando se fusionó con la Unión Española de Explosivos, creando Unión de Explosivos Riotinto, fue nombrado presidente de su comisión ejecutiva.

De manera parecida, Benjumea participó en negociaciones con empresas extranjeras para que se instalasen en España. Este fue el caso de Gulf Oil Co. (Estados Unidos), que estableció una refinería en 1965 en el recién creado Polo Industrial de Huelva con el nombre de Río Gulf de Petróleos, cuyo consejo presidió desde su fundación. También participó en la constitución de Río Tinto Patiño en 1966; y representó a la americana Westinghouse en lo relativo a equipos pesados (centrales térmicas, locomotoras, turbinas, trenes de laminación) a través de EPESA (Estudios y Proyectos Eléctricos), empresa fundada en 1955 por los Bancos Urquijo y Bilbao, y transformada dos años después en WEPESA. En la primera fue consejero delegado hasta 1960 y en ambas fue miembro de su Consejo de Administración. En 1957 entró a formar parte de la comisión ejecutiva de Cenemesa-Westinghouse.

Estas experiencias y sus buenas relaciones con las instancias oficiales hicieron de Benjumea una persona muy influyente en la España del desarrollismo, manteniendo siempre una gran discreción. En 1959, como consecuencia del accidente de aviación que costó la vida al presidente y al director general de la empresa sevillana Industrias Subsidiarias de Aviación, tuvo que hacerse cargo de ella en calidad de consejero delegado. Participó ese mismo año, junto con el Banco Urquijo, en la constitución de Lummus Española, una empresa de ingeniería convertida en 1972 en Técnicas Reunidas, y perteneció también, entre otros, a los Consejos de Administración de Cementos del Sur, Cementos del Carmen, Pedro Domecq y Altos Hornos de Vizcaya, de la que llegó a ser presidente entre 1976 y 1977. De todos modos, la Ley de Incompatibilidades de 1968 le obligó a dejar muchos de ellos.

Por último, en la obra de Javier Benjumea es preciso resaltar su labor de mecenazgo y de apoyo a la educación, la investigación y la cultura, actividades sobre las que siempre manifestó un profundo interés. A esta labor le dedicó, además de recursos, la atención personal y el entusiasmo de quien conoció en su propia experiencia empresarial la importancia de la formación y de la investigación para el desarrollo económico. Pero también es cierto que parte de ella la realizó tratando de devolver a la Compañía de Jesús la ayuda decisiva que recibió en sus años de formación. Benjumea fue miembro, desde 1960, y presidente, desde 1976 hasta su muerte, del Patronato de la Fundación de Escuelas Profesionales de La Sagrada Familia (SAFA), obra asistencial de la Compañía de Jesús, que proporciona educación profesional de diversas especialidades. Fue también fundador en 1959, presidente entre 1975 y 1986 y presidente de honor a partir de este año de la Fundación Patronato del ICAI –llamada posteriormente Fundación Comillas-ICAI—; y desde 1995 se concede el “Premio Javier Benjumea”, instituido el año anterior por la Asociación y Colegio de Ingenieros del ICAI, para reconocer a los ingenieros de este centro que hayan destacado en su profesión. Asimismo, participó en la creación de la Fundación Codespa (1985) y de la Fundación Cotec (1992), fue miembro del Patronato de la Fundación Príncipe de Asturias desde 1988 hasta su muerte, y perteneció a diversos patronatos de universidades públicas y privadas.

Sin embargo, su obra más personal en este ámbito del mecenazgo es la Fundación Fondo de Cultura de Sevilla (FOCUS), constituida en 1982 y reconocida por el Ministerio de Cultura como fundación cultural privada con la denominación de FOCUS-ABENGOA. Su objetivo es la promoción de la cultura, atendiendo primordialmente a la conservación, difusión y desarrollo del patrimonio histórico y cultural de Sevilla y su proyección iberoamericana.

Entre las numerosas distinciones y reconocimientos que Benjumea recibió en vida destacan la Gran Cruz del Mérito Civil (1966), la Medalla de Oro al Mérito en las Bellas Artes (1992), la Gran Cruz de San Gregorio Magno (1993) concedida por el papa Juan Pablo II, el marquesado de Puebla de Cazalla (1994), la Gran Cruz de la Orden Civil de Alfonso X el Sabio (1997) y la Medalla de Oro al Mérito en el Trabajo (1999).

En 1991, al cumplirse el cincuentenario de la Fundación de Abengoa, dejó en manos de sus hijos Javier y Felipe Benjumea Llorente la dirección ejecutiva del grupo, convirtiéndose en presidente honorario. Diez años después, el 31 de diciembre de 2001, falleció en Sevilla a los 86 años.

Eugenio Torres Villanueva. Universidad Complutense de Madrid.

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