De la pizarra al teclado17/01/2013 | Andrew Edgecliffe-Johnson/Chris Cook – Financial Times Español
Tu teclado te delatará. Los estudiantes que se sientan tentados a utilizar ayuda no permitida durante las evaluaciones universitarias, corren el riesgo de ser descalificados si el ritmo y estilo con los que teclean sus respuestas no se corresponden a su “tecleo biométrico”. Este novedoso método de verificación, de que los estudiantes están haciendo ellos mismos sus deberes, es la innovadora fórmula que utiliza Coursera, una de las Start-ups de la educación digital que está haciendo temblar a las torres de marfil de la educación superior, e intrigando a los inversores con los Cursos Masivos en Línea y Abiertos (Massive On-Line Open Courses, o Moocs por sus siglas en inglés). Hacer trampas en los ensayos académicos es una larga y experimentada tradición que pudiese terminar con la llegada de la tecnología. Durante el año pasado, Coursera ha reclutado 33 universidades líderes para ofrecer más de 200 cursos en línea a más de 2,2 millones de usuarios – y de manera gratuita. Los Moocs tomaron impulso en 2011 cuando Sebastian Thrun y Peter Norvig crearon una versión en línea de su curso sobre Inteligencia Artificial, que ambos imparten en la Universidad de Stanford a 200 alumnos presenciales. Al curso en línea se matricularon 160 mil personas de 209 países. El Dr. Thrun posteriomente lanzó Udacity. Como Coursera, fundada por 2 científicos en informática de la Universidad de Stanford, y edX, una institución sin ánimo de lucro puesta en marcha por el Instituto Tecnológico de Massachusetts y la Universidad de Harvard, Udacity ha creado una respuesta a los que buscan cursos en línea. Sus páginas Web atraen a millones de personas a los cientos de cursos impartidos por docenas de instituciones líderes – con una infraestructura creada en los últimos 18 meses. “Hemos alcanzado nuestro primer millón de usuarios más rápido que Facebook”, dice Andrew Ng, co-fundador de Cousera. Las universidades son conservadoras por naturaleza, y es una industria en la que tener antigüedad vende. Los comentaristas, desde Clay Shirky, profesor de Medios de comunicación de la Universidad de Nueva York, hasta Martin Bean, vice-rector de la Open University, llaman al movimiento Mooc el “momento Napster” de la Educación Superior. Siguiendo la analogía de “así como el intercambio de archivos usuario a usuario desmembró los álbumes en canciones, y de paso derrumbó el poder de las compañías discográficas sobre la distribución y el precio”, las universidades se enfrentan ahora a una desagregación y revolución similar. Fue en 1996 cuando Steve Jobs dijo que los fallos en la educación no podían ser reparados por la tecnología. Pero en 2012, sus sucesores se mostraban más confiados cuando contaron en un elitista cóctel en el Museo Guggenheim que Apple podía ayudar a sacar a la educación de “la edad media”. Un año después del lanzamiento de la sección de libros de texto en la tienda virtual iBooks de Apple, la educación es todavía una parte del mercado que Apple tiene pendiente de transformar. Los editores dicen que en iBooks, son pocos los libros que han vendido más de unos cuantos miles de ejemplares. Según Roger Faxon, miembro de la dirección de la Universidad John Hopkins, en Baltimore, “La educación en línea está por cambiar la educación en la liga de élite de las universidades”, y co El Sr. Faxon, ex-director ejecutivo de EMI, la casa de los Beatles, es de los mejor capacitados para opinar sobre la analogía sobre Napster cuando dice que las universidades “se están enfrentando a la digitalización de la educación de una manera más abierta de lo que lo hizo la industria de la música”, y continúa “pero hay una lección por aprender de la costosa batalla de las discográficas contra la tecnología y es que, al final, los consumidores quieren que no se luche contra la revolución digital sino que se coopere con ella”. En un estudio co-financiado con Pearson (la compañía educativa a la que pertenece el Financial Times), el Grupo de Encuestas de Investigación de Babson publicó hace unas semanas que alrededor de 6,7 millones de estudiantes estadounidenses, o un 32 % de los matriculados en educación superior, cursan ahora una o más asignaturas en su versión en línea. Este fenómeno se está extendiendo más allá de los EE. UU. La universidad británica de educación a distancia Open University ha reunido a 10 universidades del Reino Unido, incluyendo entre otras a Exeter Bristol y Southampton, en un nuevo proyecto: Futurelearn. Ben Nelson, que ha lanzado el Proyecto Minerva una “universidad de élite”, diferente a la plataforma Mooc, dice, “Hace dos años no tenía ni idea de que esta idea progre iba a funcionar con un crecimiento tan explosivo”. Hace ya tiempo que las universidades comenzaron a poner en línea conferencias y material de apoyo; las plataformas Mooc se diferencian de esto en que los estudiantes siguen un programa y pueden ser calificados por sus trabajos, ya sea a través de un test automático o por sus mismos compañeros de curso. Esto les permite obtener certificados expedidos por la institución educativa al completar los cursos. Así que esto pone a otro nivel a los Mooc de las lecciones en línea del servicio “iTunes U” de Apple – o de los miles de lecciones cortas en vídeos de Salman Khan en su “Khan Academy”, que se encuentra en YouTube. CURSOS EN LÍNEA DE ÉXITO La Academia Khan – Comunismo Coursera – Nutrición equina edX – Justice Open Yale – Mercados Financieros La mayoría de los analistas concuerdan en que la irrupción digital está siendo dirigida, en esta ocasión tanto por los estudiantes como por las instituciones. El limitado número de plazas en las universidades es insuficiente para satisfacer la demanda, lo que ha llevado a elevar el precio de las matrículas. El precio promedio de las matrículas universitarias en los EE. UU., en instituciones sin ánimo de lucro, ha aumentado de 17 mil a 29 mil dólares en los últimos 20 años, en dólares ajustados a la inflación. La deuda que acumulan los estudiantes se aproxima a los mil millones de dólares, y las universidades tienen una deuda de más de 300 millones, un incremento del 88 % desde 2001, la cual es el resultado de sus inversiones en instalaciones adicionales a las educativas, siendo utilizado como argumento para justificar el aumento del precio de las matrículas. Como dice Andrew Rosen, director ejecutivo de Kaplan, la división educativa de The Washington Post Company, y autor de Change.edu, al referirse al “Club universitario”: “Hay tanto dinero para invertir y lo estamos gastando en lujosas instalaciones no educativas, en lugar de invertirlo en aulas para alumnos menos aventajados”. Para algunos, el status quo ante es algo ridículo. Dice el Sr. Nelson: “Imagine que vuelve 40 años atrás y tiene al 25 o 30% de los futuros presidentes, CEOs y figuras relevantes de la cultura mundial, ¿los llevaría a las montañas de New Hampshire durante cuatro años para esquiar, beber y divertirse?, yo creo que no”. Según el Sr. Nelson, al dividir a la educación superior, dejando a los estudiantes la opción de patrocinar o no al equipo de futbol americano para pagar solo por las cuestiones académicas, permitirá a Minerva recortar los costos de una institución perteneciente a la Ivy League en más de la mitad. Para Chris Vollmer, experto en Medios en la consultora Booz & Co., esto será revolucionario. Los límites físicos de los campus significan que muchos estudiantes capaces no pueden acceder a esa educación; y agrega: “Al digitalizar la educación universitaria estas limitaciones se reducirán considerablemente, especialmente en las universidades de élite”. El crecimiento explosivo de la demanda de acceso a las universidades de occidente, se ha debido a que las clases medias de las economías emergentes han ganado capacidad económica, permitiéndoles acceder a estas instituciones educativas del mundo desarrollado. La consultora educativa The Parthenon Group estima que el número de estudiantes chinos matriculados en universidades de Estados Unidos, Reino Unido y Australia pasó de 224 mil en 2006 a 399 mil en 2012, y crecerá hasta los 491 mil en 2017. Para aquellos que no puedan permitirse pagar la matrícula tradicional, los cursos en línea son una alternativa. El Sr. Ng predice que, “en 10 años cualquiera podrá tener acceso libre a una educación de alta calidad”. Tantos alumnos de Coursera están en Asia, Sudamérica y África como en Norte América. Las instituciones esperan que los conceptos desarrollados para los Moocs puedas ser utilizados en los cursos normales. Jeff Haywood, vice-rector de la Universidad de Edimburgo, dice: “Esto es I+D educativa. Se pueden explorar y probar conceptos en el ámbito de los Moocs que no se podrían en los cursos tradicionales presenciales” Y resalta, que su institución tiene una motivación filantrópica: “No estamos en esto por el dinero; estaré feliz si cubrimos solo los gastos… Las universidades tienen la misión de ofrecer educación de una manera tan amplia como sea posible”. El Sr. Vollmer dice: “Es un momento más Netflix que uno Napster”. Los proveedores de educación superior no han perdido el control de la distribución digital como sí lo perdieron las discográficas. Al contrario, distribuidores y recopiladores digitales legales están surgiendo, a menudo respaldados por las mismas instituciones, y deben crear servicios de valor complementarios. Es incierto si este movimiento puede cumplir las esperanzas que ha generado. Lo primero es lograr que los proveedores de educación superior convenzan a los estudiantes de que este tipo de educación satisfará sus aspiraciones. Mientras tanto, pocos han sido los Moocs que han sido acreditados, aunque en noviembre de 2012 el Consejo Americano de Educación ha dicho que considera certificar de 5 a 10 Moocs para que sean válidos como créditos universitarios. Sin importar el reconocimiento formal que puedan ofrecer los cursos virtuales, no tendrán el mismo prestigio que un curso presencial de Cambridge o Columbia, lo que implica haber superado un proceso de selección. Coursera dice que el 70% de los estudiantes que completaron la primera semana, luego abandonaron sus cursos, mientras que sólo el 14% de los que se matricularon en el curso de los Drs. Norvig y Thrun, “Introducción a la inteligencia artificial”, lo terminaron. La principal preocupación del Sr. Ng es la experiencia del estudiante. Dice que: “El aprendizaje en línea necesita ser más social. Hacemos algunos de nuestros mejores amigos en la universidad”. Coursera está experimentando con herramientas para la “creación de comunidades”, incluyendo vídeo y chat. El proyecto Minerva del Sr. Nelson está tratando de vencer la resistencia de los académicos al aprendizaje en línea, enfocándolos en los puntos en que su carrera universitaria tradicional los ha frustrado, tales como la espera por un contrato fijo, cambios de campus que obligan al traslado de toda la familia o a la jubilación, cuando un profesor emérito quiere separarse del campus sin dejar de dar clases. Las empresas también necesitan confiar en las acreditaciones obtenidas a través de los cursos a distancia. Por eso Coursera utiliza reconocimiento biométrico de pulsación de teclado, conocido como “seguimiento de tecleo”. Udacity y edX exigen examinarse bajo supervisión en los centros de Pearson si quieren obtener un reconocimiento oficial. El Sr. Ng dice que los certificados obtenidos, y pagados, que sean verificados por Signature Track serán una de las mayores fuentes de ingresos de este modelo de negocio este año. El Sr. Vollner cree que las plataformas Moocs obtendrán ingresos a través de cobrar a las empresas por presentarles a sus mejores alumnos, y mediante la venta de sus cursos a otras instituciones educativas. La Open University espera que los alumnos en línea de Futurelearn paguen por los cursos a distancia. Otras universidades también esperan lograr este tipo de ingresos. El profesor Haywood prevé que la Universidad de Edimburgo pronto tendrá la misma cantidad de alumnos a nivel máster en sus cursos en línea (de pago), como presenciales. Haciendo una comparación con la variedad de servicios gratis de Google, el Sr. Boxwall dice que: “El dinero producto de los Moocs provendrá de la gran cantidad Según el Sr. Vollner los recopiladores que sean los primeros en crecer, tendrán ventaja al momento de cobrar por sus servicios por tener el respaldo de las instituciones de élite que atraen la demanda global, así como de algunos de los profesores con categoría de “estrellas de rock”. Quienes están en peligro, son las instituciones educativas con poco reconocimiento, que pueden ser vistas como caras al mejorar las alternativas en línea. El Sr. Nelson sostiene que las universidades deben enfocarse en ofrecer “una interacción y debate estudiante-profesor muy cercana” y descartar trabajo poco valorado que puede ser hecho de mejor manera en línea; y agrega “creo firmemente, que dentro de 5 años no habrá una sola universidad que tenga un curso presencial de cálculo”. Los resultados de la llamada “aula modificada” son alentadores. La Universidad Estatal de San José ha comprobado que los estudiantes que veían las lecciones de ingeniería de edX en casa, y luego las discutían en clase dos veces por semana, obtenían mejores resultados que los que seguían el curso tradicional. Dice el Sr. Ng que tomar cursos que se acomoden a nuestros horarios laborales debe permitirnos tener “vacunas de refuerzo” educativas durante nuestras carreras, en lugar de basarnos durante 40 años en lo que aprendimos en la universidad. Remata el Sr. Ng diciendo que la torre de marfil aún tiene su sitio: “El valor real de asistir a Stanford o Princeton o al Caltech no es solo el contenido de las clases, si su hijo o hija es admitido en Princeton, por el amor de dios, dígale que vaya a Princeton en lugar de quedarse en casa”. |
From blackboard to keyboard17/01/2013 | Andrew Edgecliffe-Johnson y Chris Cook – Financial Times English
Your keystrokes will find you out. Students tempted to enlist outside help for their college tests risk disqualification if the pace and style with which they type their answers does not fit their unique “keystroke biometrics”. This novel method of verifying that students are doing their own work is being pioneered by Coursera, one of the digital education start-ups that is rattling ivory towers and intriguing investors with so-called “Moocs” – “massive open online courses”. Cheating in your essays is just one time-honoured practice in higher education that is being upended by technology. In the past year, Coursera has signed up 33 leading universities to offer more than 200 online courses to 2.2m users – and to do it for free. The Mooc movement began in 2011 when Sebastian Thrun and Peter Norvig tried to create an online version of their 200-student Stanford University artificial intelligence class. Some 160,000 people from 209 countries signed up. Dr Thrun went on to launch Udacity. Like Coursera, which was founded by two Stanford computer scientists, and edX, a non-profit institution set up by the Massachusetts Institute of Technology and Harvard, Udacity has created a destination for students seeking online courses. Their websites attract millions of people to hundreds of free courses being run by dozens of leading institutions – and the whole infrastructure has been created in the past 18 months. “We reached our first million users faster than Facebook,” says Andrew Ng, co-founder of Coursera. Universities are naturally conservative; it is an industry where being ancient sells. But commentators from Clay Shirky, the New York University media professor, to Martin Bean, vice-chancellor of the Open University, call the Mooc movement “the Napster moment” for higher education. Much as the free peer-to-peer digital music service broke albums into tracks while demolishing record labels’ power over distribution and pricing, the analogy goes, colleges now face similar disaggregation and monumental disruption. In 1996, Steve Jobs said that education’s failings could not be fixed by technology. But by 2012, his successors sounded more confident, telling a splashy gathering at the Guggenheim Museum that Apple could help bring education out of the “dark ages”. A year after the launch of a digital textbook section in Apple’s iBooks store, education is one content market Apple has yet to transform. Few titles have sold more than a few thousand copies in iBooks, publishers say. “Online education is about to change the entirety of education in the elite university system,” says Roger Faxon, a board member of Johns Hopkins University, Baltimore. “The question is really: is the faculty ready because the students are ready?” As the former chief executive of EMI, the home of The Beatles, Mr Faxon is better placed than most to judge the Napster analogy. Universities “are dealing with it in a much more open way than the music industry was,” he says. But there is a lesson from the labels costly battle against a technology that, ultimately, consumers want: “Don’t fight the disruption. Co-opt it.” Some 6.7m US students, or 32 per cent of those in higher education, now take one or more of their courses online, says a Babson Survey Research Group study released last week, that was part-funded by Pearson, the education company that owns the Financial Times. The phenomenon is also spreading from the US. The Open University, the British distance-learning university, has pooled 10 UK universities including Exeter, Bristol and Southampton, into a new venture, Futurelearn. Two years ago, “I’d no idea this insane hype machine would kick in”, says Ben Nelson, who has launched not a Mooc platform but a digitally driven “elite university” called The Minerva Project. Universities have long published lectures and materials online. Mooc platforms differ in that students follow a programme and can have work assessed, either by automated quizzes or classmates. This allows the platforms to issue certificates to confirm course completion. This sets Moocs apart from the online lectures published on Apple’s “iTunes U” service – or the thousands of short video lessons from Salman Khan’s “Khan Academy”, published on YouTube. ONLINE LECTURA HITS Khan Academy – Communism Coursera – Equine Nutrition edX – Justice Open Yale – Financial Markets Most analysts agree that the digital disruption is being driven this time by pressures on both the institutions and students. The restricted supply of university places has proved unable to satisfy demand, pushing up prices. Over 20 years, adjusting for inflation, headline tuition and fees at the average non-profit four-year college in the US have risen from $17,000 to $29,000. Debt from outstanding student loans is approaching $1tn and colleges have accumulated more than $300m of debt, up 88 per cent since 2001, as they invested in amenities to justify ever-increasing fees. Andrew Rosen, chief executive of Kaplan, the higher education division of The Washington Post Company, and author of Change.edu, talks of “Club College”, saying: “There’s only so much money to go around and we’re spending it on luxurious frills rather than on classrooms for less advantaged students.” To some, the status quo ante is faintly ridiculous. “Imagine you go back 40 years and you were given 25 to 30 per cent of all the future presidents, CEOs and cultural figures in the world,” says Mr Nelson. “Would you take them and put them in separation for four years in the hills of New Hampshire and tell them to drink and ski and have fun? I don’t think so.” Unbundling higher education, letting students opt out of funding the football team to pay only for the instruction they want, will allow Minerva to cut the cost of an Ivy League college by more than half, says Mr Nelson. This will be disruptive, says Chris Vollmer, media expert at consultants Booz & Co. But the limits of a physical campus meant that many qualified students were turned away. “As higher ed goes digital, these demand constraints will be loosened considerably, especially around the top-tier universities,” he says. For several years, the fastest growth in demand has come from areas far from traditional campuses, as an expanding middle class in emerging markets has been able to pay for western education. The Parthenon Group, an education consultancy, estimates that the number of Chinese students enrolled in North American, UK and Australian universities rose from 224,000 in 2006 to 399,000 in 2012, and will grow to 491,000 by 2017. For those turned away, online courses offer an alternative. “I think that in 10 years’ time everyone will have free access to a high-quality education,” Mr Ng predicts. As many Coursera students come from Asia, South America and Africa as from North America. Institutions hope that concepts they develop for Moocs could be used to inform regular courses. Jeff Haywood, vice-principal of Edinburgh University, says: “This is educational R&D. You can explore and try things in the Mooc space that you cannot do in the traditional for-fee degree curriculum.” He also stresses that the institution has philanthropic motives. “We are not in it for money. I shall be happy if we break even … Universities have a mission to offer education as widely as they are able to.” Mr Vollmer says “it’s more of a Netflix moment than a Napster one”. Providers of higher education have not lost control of digital distribution as record labels did. Instead, legal digital aggregators and distributors are emerging, often backed by established institutions, and should create valuable complementary services. Whether the movement lives up to these hopes is unclear. Online learning providers first have to persuade students a digital education can fulfil their aspirations. For now, very few Moocs have been accredited, although in November the American Council on Education said it would consider five to 10 Moocs for certification, allowing them to count towards degrees. Whatever formal qualifications such courses offer, they will not carry the same prestige as a Cambridge or Columbia degree, which involves passing an initial selection. Dropout rates are also far higher online than on campus. Coursera says 70 per cent of students who complete the first week abandon their courses, while just 14 per cent of those who signed up to Dr Norvig and Dr Thruns «Introduction to Artificial Intelligence» completed it. Mr Ng’s main concern is the student experience. “I think [online] learning needs to be much more social. We make some of our best friends in college,” he says. Coursera is experimenting with “community-building” tools, including video and text chat. Minerva’s Mr Nelson is trying to overcome academics’ resistance to online learning by targeting them at points in their career when traditional universities frustrate them, such as the wait for a tenured position, campus moves that uproot academic spouses or retirement, when an emeritus professor may want to go off-campus without leaving academia. Employers also need to be able to trust qualifications given for remote learning. Hence Coursera’s use of keyboard biometrics – known as “Signature Track”. Udacity and edX demand supervised examinations using testing centres run by Pearson for students wanting official credentials. Mr Ng says paid-for certificates checked by Signature Track will be one of its biggest revenue sources this year but the business model of the online learning industry remains uncertain, with many of its pioneers providing content for free. Mr Vollmer believes that Mooc platforms will find revenues by charging employers for introductions to their top students, licensing content to universities and community colleges. The Open University hopes Futurelearn Mooc students will sign up for its paid distance-learning courses. Other universities could reap such a benefit, too. Prof Haywood predicts Edinburgh will soon have as many students taking paid-for online master’s degree courses as it currently has students on campus. Drawing a comparison with Google’s range of free services, Mr Boxall says “the big money product of Moocs is the huge numbers of self-selecting and committed users, who become a valuable market either for in-app purchases (such as certificates of completion) or for third-party services”. The aggregators who get big fast stand the best chance of making that money, Mr Vollmer says, adding that top-tier universities with the brands and quality to attract global demand, and a few “rock star” professors should also benefit. Those most at risk are lower-tier educational institutions that could look unjustifiably expensive if the free alternatives improve. To adapt, Mr Nelson argues, colleges should focus on offering “clo Tests of this so-called “flipped classroom” have been encouraging. San José State University found that students who watched edX engineering lectures at home and discussed them in twice-weekly classes scored higher than those taking the traditional course. Affordable courses that fit around day jobs should also allow all of us to take “booster shots” of education throughout our careers rather than coasting for 40 years on what we learnt in college, Mr Ng says. Yet the ivory tower will still have its place. “The real value of attending Stanford or Princeton or Caltech is not just the content,” Mr Ng says. “If your son or daughter is admitted to Princeton, for goodness sake tell them to go to Princeton rather than staying home.” |
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