Hablemos de energía

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La electricidad, los carburantes o el gas natural están tan integrados en nuestras vidas que, pocas veces, reparamos en su procedencia o sobre qué haríamos sin ellas. El reciente anuncio del Gobierno para el cierre de las centrales térmicas que funcionan con carbón fijado para 2020 y la actual sequía que sufre España con pantanos al 30% de su capacidad hace que nos preguntemos por la salud del sector energético en nuestro país que supone, aproximadamente, el 2,5% del PIB nacional. Porcentaje pequeño comparado con la importancia vital que tiene para el resto de sectores productivos y, por tanto, de la actividad económica.

Tradicionalmente, la energía española se basó en la extracción de carbón y en centrales hidráulicas. En los 60, fuimos pioneros en el desarrollo de la energía nuclear, construyendo la primera central en 1969, que se frenó en los 80 por la explotación de otro recurso, el gas natural, que traemos de Argelia. En los 90 y 2000, con el aumento de la conciencia ecológica, España se vuelca en las energías renovables, principalmente la eólica y la solar.

En la actualidad, la principal energía primaria que consumimos en España es el petróleo (casi la mitad), después el gas natural (25%), la energía nuclear (10%) y las renovables (10%). Pero somos un país pobre en cuanto a hidrocarburos líquidos y gaseosos (petróleo y gas); además, el carbón que producimos es escaso y caro. Hemos potenciado las energías renovables pero, como todos los estados europeos, seguimos dependiendo de otros países para abastecernos de energía, a los que compramos alrededor del 70% de toda la que consumimos, lo que nos coloca en el 9º puesto de países europeos dependientes.

Cuando hablamos de energía, pensamos en electricidad. Los países compran y venden electricidad según la capacidad de generación en cada momento, puesto que no se almacena en ningún sitio, simplemente fluye. Depende de las necesidades de cada uno. El mito de que comprábamos electricidad a Francia se debe al mayor número de centrales nucleares que tiene el país galo, pero también es cierto que, en ocasiones, es España quien vende energía a Francia, a Italia o a Alemania.

Según algunos expertos, España ha utilizado esta energía de forma intensiva: mucha y de forma poco eficiente. La política de las subvenciones (al carbón, a las instalaciones eólicas, al pequeño consumidor, …) ha generado una cultura del derroche que ha derivado en deuda. El actual déficit energético alcanza los 30.000 millones de euros lo que supone un importante lastre en las cuentas de la balanza comercial (exportaciones e importaciones).

La electricidad que llega a nuestras casas se genera en varios tipos de centrales. Puede ser energía hidráulica, eólica, solar, centrales de carbón, centrales de gas natural, cogeneración o nucleares, principalmente. El porcentaje de cada una de estas energías en un periodo de tiempo determinado se llama mix energético (conjunto de fuentes de energía). Por ejemplo, en 2016, el mix energético de España fue: 22% nuclear, 14% carbón, 19% eólica, 14% hidráulica, 10% centrales de gas natural (denominadas ciclos combinados), 10% cogeneración (en su mayoría de gas natural) y 5% solar.

De estas energías, las renovables (energía eólica, hidráulica y solar) suman más de un 40% del consumo total. Junto a la energía nuclear, las renovables no emiten CO2, causante principal del efecto invernadero. El resto, sí.

En su afán por frenar el cambio climático, la Unión Europea lidera desde hace años una transición hacia un consumo de energía limpia que reduzca las emisiones de CO2 en un 20%`para 2020 (y, al menos, un 40% para 2030). Es lo que se conoce como objetivo 20/20/20: una estrategia de la UE para que todos los países consigan reducir un 20% las emisiones de gases de efecto invernadero, consuman un 20% menos de y potencien hasta un 20%, el uso de fuentes renovables (En España, actualmente, sólo el 12% de la energía que consumimos en renovable).

Todo ello repercute en el recibo de la luz, a corto y largo plazo. Pero hay que saber que la luz no solo sube porque haga frío, no llueva o haga poco viento. Para entender por qué sube el precio de la electricidad en España hay que conocer los peajes, la potencia contratada, el déficit energético que estaremos pagando entre todos durante 25 años o qué parte de la tarifa es regulada (impuestos, instalaciones, transporte) o liberada (que se determina en subasta diaria, antes trimestral, según las condiciones meteorológicas) pero también que el supuesto mercado libre está controlado por un sistema oligárquico formado por cinco empresas que se ponen de acuerdo en el precio del kilowatio. En España, el precio de la luz se determina un 80% por el mercado y un 20% a plazo. En Alemania, por ejemplo, el porcentaje es justamente el inverso. Los alemanes saben un año antes (a plazo) el precio al que pagarán más de las tres cuartas partes de la electricidad que consumen.

España necesita, según muchos expertos, una profunda transformación del modelo energético actual, un nuevo sistema que sea más sostenible -medioambiental y económicamente- y que cubra la demanda energética de manera segura, flexible y a precios asequibles para el consumidor.

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