La semana pasada, el ministro de Justicia en funciones entregó los títulos de notarios a una nueva promoción de 90 jóvenes. La noticia fue recogida en varios medios de comunicación y me llamó la atención la edad media de estos nuevos profesionales: alrededor de 28 años. La mayoría de ellos declararon haberse presentado en otras ocasiones, lo cual inmediatamente me llevó a calcular el tiempo que han dedicado a estudiar la oposición tras acabar la carrera: una media de 5 años, al ritmo de 50 horas semanales.
En los años 80 en España, terminar una carrera universitaria te garantizaba, prácticamente, un puesto en el mercado laboral. Casi 30 años después, tener una titulación parece casi obligatorio lo que, sin duda, ha invertido la situación. El paro juvenil (menores de 25 años) en España es uno de los más altos de Europa (aunque lleva tres años descendiendo): actualmente es del 46%. Es decir, 775 mil jóvenes españoles no tienen trabajo. De ellos, un 15% cuenta con estudios superiores.
También resulta chocante que, siendo España uno de los países son mayor índice de abandono escolar, las universidades -públicas y privadas- hayan florecido cual hongos. Este boom educativo podría ser una de las causas del alarmante paro juvenil si, como efectivamente así parece, el mercado laboral no es capaz de absorber la excesiva cantidad de licenciados y graduados.
Esta saturación ha dado lugar a lo que se ha llamado la sobrecualificación: jóvenes que, al terminar sus carreras universitarias y no encontrar trabajo, siguen estudiando. El resultado es un excedente de mano de obra de altísima cualificación pero parada, cobrando menos o saliendo al extranjero en busca de oportunidades más acordes con su formación. La famosa diáspora o fuga de cerebros. ¿Estamos realmente ante una generación perdida? Hay que ser optimistas.
La Unión Europea ha puesto de manifiesto en reiteradas ocasiones este problema y el gobierno de Rajoy lo tiene como prioritario en su agenda, impulsando tímidas medidas que favorezcan el empleo juvenil (como la bonificación de hasta 3.600 euros anuales para los contratos indefinidos con menores de hasta 30 años). Esperemos que una vez se forme nuevo gobierno, el asunto siga siendo una prioridad.
El mercado laboral español -con 3,7 millones de parados según ha anunciado el Ministerio de trabajo esta semana- se presenta como un terreno hostil para quienes busquen su primer trabajo, recién terminados sus estudios. No sólo la UE y el gobierno están preocupados. Conscientes del problema, muchas empresas se han lanzado a la firma de convenios con algunas universidades; también han proliferado plataformas especializadas en la búsqueda del primer empleo, siguiendo el ejemplo de LinkedIn que, en 2011, creó un servicio específico para los jóvenes que buscaban su primer empleo o la celebración de jornadas o foros donde se practica el networking entre recién graduados y las empresas, sobre todo en las grandes ciudades como Madrid o Barcelona.
La Fundación Everis, fundada en 2001 para apoyar y promover el emprendimiento, ha publicado recientemente el II ranking Universidad-empresa en el que evalúa la adecuación de los perfiles de los estudiantes recién graduados con las demandas de personal de las grandes empresas privadas españolas que, a día de hoy, son las únicas que pueden permitirse el lujo de fichar a jóvenes (casi el 90% de ellas han contratado a recién licenciados en los últimos cinco años, frente al 26% de las pymes). Por cierto, que los conocimientos técnicos de los jóvenes candidatos no es lo más importante; las empresas valoran más la honestidad, el compromiso ético, la capacidad de aprendizaje, la adaptación al cambio y el trabajo en equipo. Por sectores, las compañías que mayor cantidad de recién graduados han incorporado han sido las dedicadas a la educación, a la información y comunicaciones y a actividades sanitarias y de servicios sociales. El informe revela también que, en los últimos cinco años, las ingenierías recuperan peso y vuelven a ser las titulaciones más contratadas.
El mercado laboral ha cambiado y las preferencias de los jóvenes también. No todos se conforman con un sueldo inferior a su cualificación. Según la consultora Universum, los jóvenes recién salidos de la universidad piden mayor flexibilidad en el trabajo, la capacidad de dar el salto internacional y las oportunidades de desarrollo profesional y personal. Prefieren las empresas multinacionales y los sectores más demandados son la banca, la automoción, las telecomunicaciones, las energías renovables y las compañías especializadas en productos de marca.
Cuando una persona finaliza sus estudios universitarios, comienza otra etapa de su vida. La inserción laboral parece un camino cuesta arriba, sobre todo teniendo en cuenta el panorama actual, tendente a la apatía y la desilusión. Pero no hay que decaer. Lo normal es que el primer trabajo sea temporal y mal pagado, pero hay que pensar en positivo: se está adquiriendo experiencia. Entrar en el mercado laborar es difícil pero no imposible. Algunos expertos en recursos humanos apuntan algunos consejos para poner en práctica una vez se termina la carrera:
- Saber lo que se quiere y a lo que se aspira, pero siendo conscientes de que la adaptación al mercado será obligatoria.
- Conocer los lugares que pueden ofrecer trabajo: plataformas digitales, empresas de trabajo temporal, oficinas de empleo, etc.
- Realizar algún curso de orientación, bien en la universidad bien en organismos públicos como oficinas de empleo o sindicatos.
- Elaborar un buen curriculum que sea claro y en el que se destaquen las habilidades personales o el valor añadido que se puede ofrecer.
- Preparar bien una posible entrevista personal: mostrarse con interés y activo; ambicioso pero humilde.
Autora: Elvira Calvo (6 de julio 2016)