Londres es una ciudad estado en su propio mundo

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Londres es una ciudad estado en su propio mundo

24/05/2014 | Gillian Tett – Financial Times Español

Hace casi dos décadas mi hermano y yo compramos un pequeño apartamento en Gloucester Road, en el oeste de Londres. Entonces la propiedad no nos pareció excesivamente cara. Tampoco los habitantes de ese edificio de estuco blanco parecían demasiado cosmopolitas. La mayoría se consideraban a ellos mismos como ingleses, y eran o jóvenes profesionales o “Sloane rangers” – una tribu de clase media formal que vivía en los alrededores de Sloane Square en Chelsea.

Cómo cambian los tiempos. Mi hermano y yo vendimos hace tiempo ese apartamento pero conservamos varios amigos en la zona, y sabemos que poca de la gente de Gloucester Road son ingleses. Los Sloanes han sido desplazados por franceses, rusos, italianos, estadounidenses, daneses, canadienses y españoles – casi cualquier nacionalidad sobrepasa a los británicos.

Aunque algunos sean residentes temporales o visitantes ocasionales, la mayoría de estos nuevos vecinos realmente no son extranjeros. La mayoría ha echado raíces en Londres, manda a sus hijos a las escuelas locales y hace del barrio su casa, a menudo porque son matrimonios que abarcan más de una etiqueta nacional. De hecho, cuando miro este área tengo la sensación de que Londres se ha convertido en el equivalente financiero del siglo XXI de la Constantinopla del siglo XV: una rica ciudad europea casi estado situada en el centro de un imperio comercial pero cada vez más distanciada de sus provincias.

Por supuesto una diferencia importante es que el gobierno británico no “controla” este moderno punto comercial. Los intereses comerciales privados, tales como los bancos, dominan. Y, no como esos gobernantes otomanos, el gobierno del Reino Unido no es muy eficiente en el cobro de impuestos – una de las razones por la cual los europeos continentales inundan Londres. Pero una de las alegrías de Londres, como lo fue en Constantinopla, es que es multi étnica y ampliamente tolerante.

¿Acaso esto es algo malo? Sí, si lo que se quiere es que el Reino Unido exista como un estado nación verdaderamente cohesionado. La llegada de estos ricos profesionales ha ampliado la distancia entre la élite y el resto. Miremos los precios de las casas londinenses y comparémoslos con los de otras partes de Inglaterra (el precio de nuestro viejo apartamento seguramente se ha sextuplicado desde que lo compramos). Cuando los economistas del Deutsche Bank recientemente observaron a la ciudad, descubrieron que había menos correlación en el crecimiento de los patrones entre Londres y el resto del Reino Unido que entre diferentes miembros de la eurozona. Londres está impulsada por los flujos comerciales globales, no por la econo
mía
británica;
y dijeron que: “El patrón general que surge… es uno en el que el resto del Reino Unido baila la música de la capital pero fuera de ritmo”.

Pero si miramos a Londres en sus propios términos, como una ciudad estado europea, es difícil no sentir una sensación de excitación. Tal como Constantinopla, este nuevo centro urbano bulle con la mezcla cultural y los choques creativos; hay una energía emprendedora y un luminoso optimismo. Para ponerlo de otra manera, tal y como los EE. UU. se beneficiaron de la llegada de inmigrantes dinámicos, Londres florece con la energía creada por las oleadas de inmigrantes de la Europa continental. Y como en los EE. UU. del siglo XIX, la gente que cruza las fronteras tiende a ser la más dinámica.

No veo señales de que esto vaya a terminar pronto. Olvidemos el hecho de que las ciudades estado parecen estar destinadas a ser más dominantes en el siglo XXI – solo miremos a Singapur. Lo que es más sorprendente es cómo esta tribu trotamundos se reproduce a sí misma.

Hace unos años mis hijas iban a una escuela cercana a Gloucester Road, el que alguna vez fue un bastión de familias inglesas o Sloanes. Cuando nosotros llegamos me di cuenta de que pocos de sus compañeros eran hijos de parejas blancas británicas. La mayoría eran europeos que consideraban a Londres su hogar – pero también eran cosmopolitas, y estaban siendo criados de manera que consideraran esto normal.

En cierto sentido esto es una poderosa expresión del sueño de una Europa unida. La única ironía es que se encuentra fuera del corazón de Europa. Pero ahí radica el poder y la paradoja de Londres – y también del sueño europeo.

London is a city state in a world of its own

05/24/2014 | Gillian Tett – Financial Times English

About two decades ago, my brother and I bought a small flat in Gloucester Road, west London. Back then, property did not seem so crazily expensive. Nor did the residents of that white stucco building seem wildly cosmopolitan. They mostly considered themselves English, and were either young professionals or “Sloane rangers” – a plummy middle-class tribe who lived around Sloane Square in Chelsea.

How times change. My brother and I have long since sold that flat but I still have many friends in the area, and know that very few of the people around Gloucester Road are English. The Sloanes have been displaced by French, Russians, Italians, Americans, Danes, Canadians and Spanish – almost every nationality bar white Britons.

Yet while some are temporary residents or occasional visitors, most of these new arrivals are not really foreigners. The majority have put down roots in London, send their children to the local schools and make it their home, often because they have marriages that span national labels. Indeed, when I look around the area today, I have a sense that London has bec
ome the 21st century financial equivalent of 15th century Constantinople:
a wealthy European quasi city state lying at the centre of a trading empire but increasingly divorced from the hinterland.

Of course, one important difference is that the British government does not “rule” this modern trading hub. Private commercial interests, such as banks, hold sway. And, unlike those Ottoman rulers, the UK government is not very effective at extracting taxes – one reason why those continental Europeans flood in. But one of the joys of London, like Constantinople, is that it is multi-ethnic and largely tolerant.

Is this a bad thing? Yes, if you want the UK to exist as a truly cohesive nation state. The arrival of these wealthy professionals has widened the gap between the elite and the rest. Look at London house prices compared with those elsewhere in England (the price of our old flat has surely risen sixfold since we bought it). When economists from Deutsche Bank recently looked at the city, they discovered that there was less correlation in growth patterns between London and the rest of the UK than among the different members of the eurozone. London is driven by global trading flows, not the British economy. “The overall pattern that emerges… is one of the rest of the UK dancing to the capital’s tune but out of time,” they wrote.

But if you look at London in its own terms, as a European city state, it is hard to not feel a sense of excitement. Just like Constantinople, this new urban centre is buzzing with cultural blending and creative collisions; there is entrepreneurial energy and sunny optimism. To put it another way, just as the US benefited from the arrival of energetic immigrants, London flourishes on the energy created by waves of incomers from continental Europe. And as with 19th-century America, the people who move across borders tend to be the most dynamic.

I do not see much sign of this ending soon. Never mind the fact that city states seem set to become more dominant in the 21st century – just look at Singapore. What is most striking is how this globe-trotting tribe is now reproducing itself.

A few years ago, my daughters attended a school near Gloucester Road, once a bastion of white English families or Sloanes. By the time we arrived, I noticed that few of their classmates had two white British parents. Most were European and considered London home – but were also cosmopolitan, and were being raised to consider this normal.

In a sense, it is a powerful expression of that united European dream. The only irony is that it lies outside the core of Europe. But therein lies the power and paradox of London – and of that European dream, too.

Copyright &copy «The Financial Times Limited«.
«FT» and «Financial Times» are trade marks of «The Financial Times Limited».
Translation for Finanzas para Mortales with the authorization of «Financial Times».
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