Ernest Hemmingway la colocó en el mapa del mundo. Cada año, miles de turistas, extranjeros y nacionales, visitan Pamplona coincidiendo con la celebración de los Sanfermines que convierte a la ciudad, del 7 al 14 de julio, en una inmensa fiesta rojiblanca.
El Chupinazo supone el pistoletazo de salida y la ciudad se transforma en una explosión de vida. Miles de personas de todas las edades inundan sus calles, con charangas y peñas que derrochan fraternidad, alegría y música. El Encierro es el acto central de las fiestas, un espectáculo inimaginable para quien no lo ha visto nunca y que rememora el traslado de los toros, desde los extramuros de la ciudad al coso taurino. Actualmente, más de 17.000 corredores participan en los encierros que tienen una duración media de 2 minutos y medio.
El santo (Fermín) fue el primer obispo de Pamplona aunque su culto no consta documentalmente hasta el siglo XII. Actualmente es co-patrón de Navarra junto a San Francisco Javier y patrón de las cofradías de boteros, vinateros y panaderos. Los orígenes de la fiesta se remontan a la Edad Media, cuando se celebraran en el mes de octubre. En 1591, y debido al mal tiempo, los pamploneses solicitaron pasarlo al 7 de julio, coincidiendo con la feria ganadera, y así nacieron los Sanfermines con pregón, músicos, torneo, teatro y corridas de toros. Las crónicas de los siglos XVII y XV hablan de actos religiosos junto a músicos, danzantes, gigantes, torneos, saltimbanquis, encierros y toros y de la preocupación del clero por los abusos en el beber y el libertinaje de mozos y mozas.
Con el siglo XX los Sanfermines alcanzaron su máxima popularidad. En 1923, Ernest Hemingway visitó la ciudad coincidiendo con las fiestas y se quedó tan profundamente impactado que repitió experiencia varios años después. Sus crónicas periodísticas del evento y su posterior novela «The Sun also Rises» («Fiesta») publicada en 1926, animaron al resto del mundo a participar en las fiestas de Pamplona. Y así hasta hoy.
La ciudad no llega a los 200 mil habitantes, sin embargo, y según datos de la Policía Local, la población se multiplica por 6 ó 7 durante los Sanfermines, estimándose en el millón y medio de personas. La mitad son extranjeros, alemanes, franceses, italianos y portugueses, sin olvidar a los estadounidenses, los australianos y, cada vez más, asiáticos.
La repercusión económica es evidente. El informe “El valor económico de la feria de San Fermín en Pamplona”, de la Unión de Criadores de Toros de Lidia y la Economía del Toro, refleja que la capital ingresa, cada año, unos 75 millones de euros de los que, se estima, el 30% corresponde a turistas extranjeros. Muchas son las webs y aplicaciones móviles que organizan el viaje desde cualquier lugar del planeta a un precio medio que ronda los 300 euros, con alojamiento (a las afueras o en campings), desayuno, traslados y el tradicional pañuelo rojo.
El precio del alojamiento se cuadruplica durante estos días. Para hacerse una idea: un apartamento para cuatro personas puede llegar a los 550 euros por noche. Según la Oficina Municipal de Turismo de Pamplona, la estancia media de los visitantes es de tres días y el gasto medio asciende a 109 euros cada día por persona. Además, hay que tener en cuenta las comidas y bebidas (50 euros), atracciones y gastos varios. Ver los encierros desde la barrera es gratis pero verlos desde un balcón en la misma calle de la Estafeta, oscila entre 50 y 150 euros por persona (el precio más caro incluye desayuno y guía). Si además, se quiere ir acorde a la ocasión, hay que comprarse el atuendo, pantalón y camisa blanca, faja y pañuelos rojos, lo que supone unos cuantos euros más. Y no olvidemos los regalos, souvenires y otros obsequios que se suelen llevar a casa como recuerdo de la gran fiesta.
Los Sanfermines, como otras fiestas españolas de fama internacional, como las Fallas de Valencia, la Feria de Abril de Sevilla o las del Apóstol Santiago en Compostela, son oportunidades muy rentables para los habitantes de cada una de las ciudades que soportan durante días (una semana normalmente) bullicio, gentío y excesos pero que, a la larga, les compensa económicamente. Además, el renombre que ganan estas ciudades tiene un efecto muy positivo en el turismo a lo largo del resto de año. Empresarios y trabajadores del sector turístico hacen su agosto así que, por muchos que sean los inconvenientes, nadie renuncia…. ¡a que siga la fiesta!
Autora: Elvira Calvo