¿Alguna vez te has preguntado si lo que pagas por un bien o servicio es su precio real? Ante la típica forma de aplicar un margen sobre los costes que permitiera a las empresas ser viables, económicamente hablando, estas han implantado nuevas técnicas de marketing en las que establecen diferentes precios para bienes similares.
La globalización, un sistema económico cada vez más competitivo o la diferenciación del producto frente a la saturación del mercado son algunos de los factores que han influido en ello, dando lugar a la ‘discriminación de precios’
El Premio Nobel de Economía, Jean Tirole, lo define como aquella situación en la que un productor vende dos unidades de un mismo bien físico a precios diferentes al mismo consumidor o bien a consumidores diferentes. Pero con matices, ya que considera que los casos son muy amplios y esta definición queda muy limitada.
Desde un enfoque microeconómico, la situación surge de la premisa de que los empresarios desearían cobrar un precio más alto a los consumidores que están dispuestos a pagar más. Por tanto, en este caso se rompe con la forma tradicional del análisis de costes y las economías de escala donde el margen de maniobra depende de los costes de producción. El objetivo que se persigue es la maximización del beneficio.
Poder de mercado, capacidad de inferir en su disposición a pagar, así como de poder limitar la reventa desde los que pagan los precios más bajos hacia los que pagan mayores precios son los factores que dan lugar a esta situación, según un informe de la Universidad ‘Pedro Ruiz Gallo’ de Perú.
Por su parte, Accenture ha elaborado un informe en el que se refleja cómo la demanda de un bien depende de la elasticidad precio, es decir, de la sensibilidad de los consumidores respecto al precio de dicho bien o servicio.
Existe una gran cantidad de discriminación de precios que se agrupan en tres:
1.- DISCRIMINACIÓN DE PRIMER GRADO:
Surge en aquellas situaciones en las que el oferente conoce muy bien a su consumidor y fija diferentes precios para cada cliente y unidad vendida. Es decir, se cobra al demandante lo máximo que está dispuesto a pagar y, por tanto, el precio depende de la persona que lo compre.
En la práctica, existen muy pocos ejemplos de discriminación de precios perfecta o de primer grado, el más conocido sería el regateo.
2.- DISCRIMINACIÓN DE SEGUNDO GRADO:
Este caso se da cuando existen muchos compradores dentro de cada mercado y hay diferencias entre ellos. Ahí entran en juego las estrategias de la empresa estipulando el valor del bien o servicio según la cantidad, la calidad o la fecha en el que el bien o servicio se esten demandando.
Un billete de avión en primera clase te costará mucho más que uno en turista. De igual forma la entrada a un concierto resulta mucho más cara un día antes que comprándola con dos meses de antelación. Otro ejemplo común son las licencias de software, donde una empresa paga menos que un consumidor individual.
3.- DISCRIMINACIÓN DE TERCER GRADO:
En la práctica esta es la más usada. Tiene lugar en aquellos casos en los que el productor no conoce a sus clientes, pero examina su perfil, los clasifica por grupos de edad, sexo y situación familiar o personal y les establece un precio para cada uno de estos.
Los ejemplos más comunes son el abono transportes de jóvenes y jubilados, un descuento en la matrícula universitaria a las familias numerosas o la rebaja en el precio del gimnasio a los estudiantes.
Fuente: Europa Press