Derivados financieros. ¿Qué tipos hay y cómo nos afectan?

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El mercado financiero es un mundo inmenso con una larga historia. Dentro de él se encuentran los derivados financieros, que son productos cuyo valor depende de los cambios en otro activo, denominado en el argot bursátil como activo subyacente. Los activos subyacentes pueden ser materias primas, acciones, tipos de interés, índices, metales preciosos o productos agrícolas.

Antes de indagar en sus funciones y en cómo se ejecutan, es importante precisar que el activo subyacente no se va a poseer de forma física cuando contratamos un derivado, ni siquiera en su plazo de vencimiento. Por otro lado, los derivados se pueden negociar en mercados organizados regulados por el MEFF (Mercado Español de Futuros y Opciones) o en mercados no organizados, bautizados en inglés como “over the counter” (OTC), que traducido literalmente al español sería “Sobre el Mostrador”. Estos últimos suponen un mayor riesgo de impago al no estar regulados y no requieren una liquidación diaria de pérdidas y ganancias como sucede en los mercados organizados.

Una vez vistos los rasgos generales que envuelven la atmósfera de los derivados financieros, resulta imprescindible determinar cuáles son sus principales manifestaciones en los mercados bursátiles. Se pueden organizar en 4 grandes grupos:

  • Forwards: derivado financiero en el que se acuerda la entrega de un bien físico o activo financiero en una fecha determinada. Se negocia de forma privada en mercados no organizados (OTC).
  • Futuros: Similar a los forwards, pero éstos se negocian en mercados organizados.
    opciones: Derivado que proporciona el derecho y no la obligación (a diferencia del futuro o el forward) de comprar o vender un activo subyacente. Al inicio del contrato, hay que pagar una cantidad de dinero (prima) que no se devolverá.
  • Swaps: Este derivado es un contrato entre dos partes que acuerdan intercambiar cantidades monetarias en función de un tipo de interés fijo y otro variable.

Una vez clasificados, es importante saber para qué sirven estos instrumentos financieros. Básicamente son dos las funciones. El uso de una u otra dependerá del perfil e intención del inversor.

  • Cobertura: Para protegerte de las subidas o bajadas de precio del activo subyacente. Por ejemplo, contratas un “futuro” sobre el trigo (activo subyacente) a un precio determinado y en una fecha fijada (vencimiento). Si fijaste el “futuro” sobre el trigo a 1,2 € y en la fecha de vencimiento ésta se encuentra a 1,5€, podrás ejercer el derecho de compra a 1,2 €. Es decir 0,30 € más barato que el precio de mercado (precio de vencimiento – precio del futuro).
  • Especulación: Pretende aprovecharse de las subidas y bajadas de precios. Es decir, comprar barato y vender caro. Por ejemplo, se pueden comprar “opciones” del dólar a un precio menor de la previsión de crecimiento que estimamos que tendrá a la fecha de vencimiento. Es decir, contratamos una “opción” con cotización 1 euro = 1,1 dólares. Si ha fecha de vencimiento el dólar cotiza a 1 euro = 1,2 dólares ejercitaremos nuestra “opción” de compra a 1,1 dólares para luego vender en el mercado a 1,2 dólares y, así, obtener beneficios.

Tras esta explicación, puede parecer que los derivados financieros están diseñados para corredores de bolsa o especialistas en la materia. No obstante, existen dos productos derivados que son muy comunes entre empresas y también entre particulares. Éstos son los “CAP” y los “swap”.

Los CAPs son derivados catalogados como “opciones” y en un lenguaje mortal, este producto es muy similar al funcionamiento de un seguro (coche, casa, etc.). Como ocurre con los seguros, este derivado no va a proporcionar dinero con el paso del tiempo, sino que va a minorar el coste sobre lo que se haya pactado (con un seguro pagas una cuota todos los meses, pero en caso de accidente es el seguro y no tú quien paga la reparación). Es decir, con el CAP se paga una prima, se acuerda un tipo de interés fijo y protege, a quien lo contrate, sobre una subida del tipo de interés variable. Por ejemplo, este derivado financiero se puede hacer sobre una hipoteca y no tiene que ser por el total del importe. Si la hipoteca es de 200.000 euros a Euribor (interés variable) +1% y a 30 años, se puede contratar el CAP sobre 100.000 euros a un 4% (interés fijo) durante 5 años. Entonces, si el Euribor sube un 5%, el cliente pagará el 4% y minorará el coste. El cliente obtiene beneficio (disminuye el coste) si suben los tipos de interés (en este caso el Euribor).

Por otro lado, con el swap, como ocurre con el CAP, obtienes un beneficio si suben los tipos de interés. Además, el swap se puede hacer también sobre hipotecas y consiste en que un cliente con una hipoteca de Euribor +1% (denominado diferencial), contrata un swap en el que paga un tipo fijo por la hipoteca y a cambio recibe el interés variable (Euribor). Por lo tanto, si el escenario en el que se contrata es de tipos variables alcistas y el Euribor sube al 5%, el cliente obtendrá un beneficio (pagas swap contratado al 3%, y recibes el Euribor al 5%). Por último, nunca cubre los diferenciales (1%) y en este caso el usuario del swap pagará por su hipoteca un 4% (3% del swap más 1% del diferencial) y a cambio recibe un 5% sobre la hipoteca.

En el contexto actual, con el Euribor negativo desde febrero de 2016, este tipo de derivados no son muy demandados para proteger las hipotecas. Su atractivo reside en entornos en los que se prevé que suban los tipos de interés. No obstante, según lo comentado antes, el tipo de interés es sólo un activo subyacente y existen muchos otros sobre los que se puede contratar un forward, un futuro, una opción o un swap.

Autor: Daniel Moreno (26 febrero 2018)

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