Desacreditando la curva de Phillips
Posiblemente la mayor notoriedad de Phelps proceda de su descalificación de la curva de Phillips, con la cual se creía haber descubierto la piedra filosofal contra el desempleo; una pretensión que Milton Friedman por un lado y el propio Phelps por el otro se encargaron de desacreditar.
Alban Phillips, basándose en que había observado durante un cierto período de tiempo que, cuando aumentaba la inflación descendía el desempleo, extrapoló este comportamiento, para formular una teoría generalizada que establecía una relación inversa y permanente entre ambas magnitudes
Phelps desmontó este argumento, advirtiendo que los trabajadores exigían una revisión de sus salarios en función de la evolución de los precios pasados, confirmando unas expectativas de nuevas subidas de precios, debidas al aumento de los costes salariales acordados, y perpetuando así la dinámica inflacionaria de forma recurrente
El mercado laboral
Phelps considera que las negociaciones sindicales deben plantearse en función de las expectativas y no de los datos del pasado. De la misma forma, piensa que la remuneración salarial no depende necesariamente del incremento de la productividad, pues este puede proceder de la aplicación de nuevos procedimientos o por la utilización de tecnologías innovadoras, en las que no haya tenido nada que ver el factor trabajo.
Por otra parte, la mejora de los procesos productivos, así como la propia innovación, pueden propiciar, no solo que los salarios no suban, sino que se produzca, al menos transitoriamente, un aumento del desempleo. Ante estos temores a la dinámica que puede provocar la evolución tecnológica, se produce una demanda de amparo, que aprovechan los gobiernos para promover su propia importancia y aumentar su presencia en la economía. La implantación de un seguro de paro es la primera de esas consecuencias, subsidios de los que los economistas americanos censuran a los gobiernos europeos, que, en palabras de Rudiger Dornbusch, se asombra de que: “no sabía que fuesen tan ricos como para que se pudiesen permitir pagar a todo el mundo por no trabajar”.
La innovación como elemento básico del desarrollo económico futuro
El pensamiento de Phelps se apoya en consideraciones filosóficas y sociológicas para concluir que parece como si esta sociedad enriquecida sintiese vértigo y, ante el miedo de perder el estatus alcanzado, demandase al Estado que le garantice un mínimo de bienestar; algo que al Estado no le puede sonar mejor, pues se le reclama que acepte un protagonismo que está deseando asumir. A cambio, los políticos de turno, administradores de este mandato, se esfuerzan por regular todas las actividades y reclaman en forma de impuestos los recursos necesarios para mantener tanta bonanza.
Esta dinámica, apunta Phelps, sustituye a la acción de los empresarios y disminuye los incentivos de los particulares para adoptar una vida más peligrosa. Si no innovamos, llega a vaticinar un retroceso de nuestros estándares de vida y propone desmontar todas las trabas que se opongan al emprendimiento y a la creatividad. De lo contrario, la preponderancia de un Estado, que ocupa ya del orden del 50% de la actividad productiva, lo que va a generar es una enorme corrupción política, ya que se acumula un inmenso poder en manos de unos administradores, que no han invertido ni arriesgado nada, pero que disponen de elementos decisorios capaces de proporcionar enriquecimientos descomunales.
El fomento de la innovación precisa, a su juicio, de tres factores básicos: de la libertad, de la defensa de la propiedad y de la financiación necesaria y suficiente. Todo aquello que favorezca la posibilidad de emprender, debe ser aplaudido. Por ello la figura de las sociedades anónimas, las de responsabilidad limitada, o las leyes que permitan la cobertura de riesgos, son grandes logros para que los empresarios puedan ensayar los necesarios saltos mortales, pero con la existencia de una salvadora red.
Por su parte, la defensa de la propiedad y de la explotación de las patentes de invención son necesarias para estimular la creatividad, que de otra forma carecería de incentivos para materializarse. Esta defensa de la propiedad no debe confundirse con la garantía de intereses monopolísticos, o de grupos de presión. Los monopolios no suelen innovar, no lo necesitan, y las grandes compañías prefieren comprar lo que ya haya demostrado que funciona.” ¡Que inventen ellos!, los pequeños, los empresarios de garaje, pues nosotros no vamos a ser tan ineptos de tener que amortizar anticipadamente nuestras importantes inversiones”.
Finalmente, la innovación precisa de apoyos financieros. No solo los de la primera etapa, representados por los que forman parte de las tres “F”: “Friends, Familys and Fools”, Amigos, Familiares y Locos visionarios, sino de toda la gama de instituciones que garanticen el desarrollo de las siguientes fases: ”Investors Angels”, sociedades y fondos de capital riesgo, mercados bursátiles alternativos, etc.
Dicho todo esto, Phelps nos alerta de que, una pausa en la generación de conocimiento, nos conduce a una dependencia de la política asistencial del Estado, que nos cobraría un alto tributo, sin que paralelamente nos ofreciese un mayor crecimiento de nuestro bienestar. En este sentido, los gobiernos sucumben a la tentación de aplicar políticas de corto plazo, realizando inversiones de consumo y ocio, que proporcionan apoyo electoral, abandonando relativamente las inversiones en investigación, innovación y desarrollo.
Esta falta de visión estratégica la escenifica, mejor que ninguna, la aproximación al tema del futuro de las pensiones, máximo exponente del Estado del bienestar. El gobierno se limita a pagar, como puede, la factura del próximo vencimiento y, como la ciudad alegre y confiada, se desentiende de calcular cual es el valor actualizado de lo que tendrá que pagar en los próximos años a la población pasiva existente y a la que pasará a serlo de forma inminente. Unas cifras que, aunque asusten, no deberían ser ignoradas.
Para conocer un poco más a fondo sobre cada uno de los galardonados recuerda que puedes consultarlo todo en el libro ‘Una corona de laurel naranja’ o entrando al siguiente blog. José Carlos Gómez Borrero