¿Cómo funcionan las elecciones en Estados Unidos?

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Llevamos más de un año asistiendo a la batalla entre los diferentes aspirantes a ser el próximo presidente de los Estados Unidos, una vez que Barack Obama ha agotado sus dos legislaturas. A cinco meses de las elecciones presidenciales en los Estados Unidos, los dos candidatos aparecen prácticamente perfilados, ¿Trump o Clinton? ¿Quién ganará las elecciones el próximo 8 de noviembre?

Pero, ¿por qué se alargan tanto en el tiempo las elecciones en EE.UU.? ¿Por qué luchan candidatos del mismo partido? Desmenuzamos aquí el largo camino que hay que recorrer para llegar a la Casa Blanca, un lento y complicado proceso que se inicia con la elección de los candidatos mediante un complejo sistema de primarias que dura meses porque no todos los estados las celebran a la vez y por el que los votantes seleccionan a los aspirantes por los dos grandes partidos: el Demócrata y el Republicano. Algunos aspirantes se quedan por el camino, bien por falta de apoyo, bien por falta de recursos financieros. Finalizado este primer paso, se llega a la Convención Nacional de cada partido, donde se elige al candidato final.

Las primarias de Estados Unidos no son obligatorias ni simultáneas. Tampoco son necesariamente abiertas, ya que en algunos estados se requiere ser afiliado a un partido para participar. Se trata de un sistema de selección indirecta que cuenta con dos sistemas de votación diferentes, en los que el proceso y el rol de los ciudadanos son distintos en cada una de las opciones:

  • las primarias propiamente dichas, organizadas por los gobiernos estatales y en las que los participantes votan a su postulante en las urnas, de manera individual y secreta, de la misma forma que en las elecciones generales. Pueden ser cerradas -el votante debe estar registrado en el partido para apoyar al candidato de la misma bandera política- o abiertas -el votante puede acompañar a quien sea de su preferencia, más allá de su afiliación partidaria-.
  • las asambleas electivas o caucus: son más complejas y requieren de más tiempo. El caucus era el viejo método por el que los estados de la Unión elegían originalmente a los candidatos presidenciales (no fue hasta principios del siglo XX cuando se generalizó la idea de que las primarias eran más justas y democráticas). Lo siguen haciendo algunos estados pero no todos. Son las representaciones partidarias de cada estado las que manejan la elección. Los ciudadanos se reúnen un día de semana por la noche en distintos lugares como gimnasios, iglesias, colegios o casas privadas para debatir las distintas opciones sobre la mesa y luego se dividen en grupos representando a cada candidato. Se celebra un caucus por cada distrito electoral del estado. Al final del encuentro, que suele durar un par de horas, se vota a mano alzada, individualmente o por grupos, y gana el candidato que haya obtenido la mayor aceptación.

Cada estado pone en juego una cantidad determinada de delegados por cada partido que son los que, luego, elegirán a los candidatos en las Convenciones Nacionales de cada partido.

El precandidato más votado en el caucus o primaria de un estado se lleva la totalidad o parte de los delegados que ese estado envía a la convención de cada partido. En estas elecciones, la carrera entre los precandidatos comenzó el 1 de febrero, con el caucus de Iowa, y terminará el 14 de junio, último “supermartes”, con las elecciones primarias en la capital, Washington (oficialmente, Distrito de Columbia). Antes de que concluyan estas primarias, algunos candidatos consiguen los suficientes delegados como para garantizar su triunfo en la convención nacional.

La batalla final se ha jugado, pues, en los dos últimos meses con diez candidatos posibles: tres del Partido Demócrata y siete del Partido Republicano. Ahora, a cinco meses del desenlace final, el juego parece definitivamente repartido entre Hillary Clinton (demócrata) y Donald Trump (republicano).

Pero ¿qué son los “supermartes”? Se trata de uno de los días más relevantes de las primarias, en el que muchos estados desarrollan votaciones simultáneamente y en las que se vislumbra quiénes serán los favoritos, eliminando a los precandidatos con menos aceptación. En el “supermartes” del 1 de marzo votaron once estados, entre ellos Alabama, Georgia, Minnesota, Texas, Virginia y Alaska. Hillary Clinton ganó en siete frente a los cuatro que logró su rival demócrata, Bernie Sanders, senador por Vermont, que dio la sorpresa en el estado de Minnesota. Donald Trump arrasó en siete estados frente a los dos de Ted Cruz y uno que logró Marco Rubio. La suerte empezaba a repartirse.

Otro “supermartes” interesante fue el pasado 7 de junio. Ese día, seis estados celebraron primarias: Nueva Jersey, Nuevo México, Dakota del Sur, Montana, Dakota del Norte y California. Este último destaca por ser el gran bastión demócrata con un elevado número de delegados. Clinton fue la virtual ganadora y es posible que ya tenga el número de delegados necesarios para ganar. Sin embargo, su adversario dentro del mismo partido, Bernie Sanders, no tira la toalla: pretende influir a los superdelegados para que le apoyen en la Convención Nacional el próximo mes de julio. Por parte del partido Republicano, está más claro que Trump es el claro vencedor, tras ganar a sus compañeros de formación: el senador por Texas, Ted Cruz; el senador por Florida, Marco Rubio; el gobernador de Ohio, John Kasich; y otros que se quedaron en el camino hace tiempo.

Una vez terminadas las primarias, cada partido celebrará su Convención Nacional, en el mes de julio, donde se eligen a los dos candidatos definitivos que lucharán por la Casa Blanca: deben conseguir el 50% + 1 de los votos de los delegados:

  • los republicanos (2.472 delegados) lo harán en Cleveland (Ohio), del 18 al 21 de julio
  • y los demócratas (4.763 delegados), en Filadelfia (Pensilvania), del 25 al 28 de julio

Si no hay sorpresas, todo apunta a que, finalmente, Donald Trump saldrá elegido candidato republicano y Hillary Clinton, candidata demócrata. Ambos se enfrentarán por ocupar el despacho oval, el próximo 8 de noviembre.

Si algo llama la atención del proceso electoral estadounidense, son las duras críticas que se cruzan los candidatos, incluso del mismo partido o no. Bernie Sanders no ha dejado de denunciar los vínculos de Clinton con Wall Street y sus discursos por los que cobró cientos de miles de dólares. En el bando contrario, Ted Cruz no ha tenido reservas para tachar a Trump de “mujeriego, mentiroso y narcisista”.

Sea como sea, lo cierto es que los dos candidatos seleccionados llegan al final muy quemados en cuanto a su imagen pública. Y no es para menos, porque han estado expuestos a toda la opinión pública durante más de un año entero. Los votantes lo saben todo sobre ellos. Una reciente encuesta del canal CNN, otorgaba un 56% de impopularidad a Trump (durante la campaña ha hecho comentarios irritantes sobre las mujeres, los mexicanos y los musulmanes) y un 49% a Clinton (con mayor experiencia política pero que ha sido tachada de enriquecerse por la fama de su marido y, últimamente, por haber usado su correo oficial para temas personales).

La batalla entre Clinton y Trump está prácticamente sellada, aunque todo apunta a que la balanza está a favor de la primera. Y es que, después del primer presidente negro, es posible que EE.UU. nos sorprenda con la primera mujer presidente. ¿El resultado? Lo sabremos el 8 de noviembre.

Autora: Elvira Calvo (13 junio 2016)

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