Leonid Hurwicz – Premio Nobel de economía de 2007

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Instituciones de diseño 

Hurwicz, que ya había cumplido los noventa años cuando recibió el Nobel, mantiene por ahora el récord de ser el que ha sido galardonado con el de economía con mayor edad. Los que aspiren a semejante distinción no deben perder la esperanza. Permaneció lúcido hasta el final, y a pesar de sus muchos años, pocos meses antes de morir publicó un artículo con un título tan sugestivo como el de “¿Quién controla a los controlares?”. 

Hurwicz es conocido por el criterio que lleva su nombre y que se aplica regularmente en el análisis de decisiones y en la evaluación de proyectos. Su algoritmo atempera lo que sería un optimismo exagerado. Sin embargo, “el criterio de Hurwicz” no es lo más destacable de su aportación científica y la justificación aducida por el propio Comité Nobel se refiere explícitamente a las dos aportaciones siguientes:  la teoría del diseño de mecanismos, y la de la compatibilidad de incentivos, 

La teoría del diseño de mecanismos    

La TDM, parte del rechazo a la presunción clásica de la eficiencia de los mercados, que supone la existencia de unas premisas que no se dan en la realidad y que admiten serias discrepancias. La primera de estas premisas es la de la competencia perfecta, y la segunda supone que todos los participantes disponen de una información completa sobre todo lo que se refiere a los productos involucrados. Lo que Hurwicz propone es que ya va siendo hora de enfrentarse con la realidad y de buscar la forma de que esos mercados se acerquen a esa pretendida perfección. 

Para ello, en lugar de aceptar el sistema económico tradicional, considera que lo importante es conseguir los objetivos deseados y que el sistema económico que los permita alcanzar es la incógnita que deberíamos despejar. 

Por ejemplo, cuando los bienes a privatizar son pocos y los compradores posibles también, caso de la adjudicación del espacio radioeléctrico, puede que el objetivo de obtener una mayor recaudación haga preferible la organización de una subasta en sobre cerrado. Sin embargo, si lo que se pretende es una mayor calidad y seguridad del servicio, lo más adecuado sería la adjudicación en función de un concurso de méritos y la eliminación de los candidatos que no superen un exigente pliego de condiciones. 

Ante un problema de salud pública la apelación a la institución del mercado no es lo más procedente, imponiéndose una vacunación obligatoria y gratuita para toda la población. Igualmente, en casos de escasez extrema de los bienes necesarios para la supervivencia, lo que el mercado realizaría según su lógica no sería éticamente aceptable y el gobierno deberá imponer un racionamiento estricto de aquellos bienes calificados de primera necesidad. 

A este diseño de instituciones o mecanismos, Hurwicz añade una segunda condición. Considera que los incentivos involucrados en el proceso deben ser los adecuados y además compatibles entre ellos. Estas dos premisas, diseño de mecanismos y compatibilidad de incentivos, son aplicables a prácticamente todos los campos de la actividad humana, desde la vertiente comercial, a las relaciones laborales, la negociación de contratos, la resolución de conflictos, o la organización industrial. 

Un ejemplo de lo anterior lo constituye la figura de las “stock options” donde los dueños de la empresa conceden como premio la posibilidad de que sus ejecutivos puedan comprar paquetes de acciones de la compañía a un precio determinado. De esta manera, el interés de los propietarios para que sus acciones se revaloricen, coincide con el de los ejecutivos de la empresa, que cuanto más suba el precio de las acciones de la compañía, mayores serán las plusvalías que acumulan sus opciones de compra. 

El pago de una parte del salario en acciones de la empresa, estimula el esfuerzo que desean los capitalistas que realicen sus empleados, pero el mecanismo se debe complementar con la retención del talento dentro de la compañía, por lo que los beneficiarios de estos títulos se estipula que no los puedan vender hasta pasado un cierto tiempo y siempre que sigan perteneciendo a la empresa, pues en caso contrario perderían la disponibilidad de esas acciones. El objetivo de recompensar la excelencia en el comportamiento debe ser compatible con evitar la marcha prematura de la empresa de unos empleados excesivamente enriquecidos. 

Los incentivos pues deben ser los apropiados, y de la misma manera que, al recomendar un hotel a un millonario, enfatizando lo barato que son sus precios, no se está invocando la característica adecuada, para reclutar a un empleado de la competencia no basta con tentarle con el pago de un salario elevado, que dada la valía que se le reconoce ya lo estaría percibiendo, sino ofreciéndole otros alicientes de desarrollo personal, calidad de vida, o de una carrera profesional atractiva.  

Para conocer un poco más a fondo sobre cada uno de los galardonados recuerda que puedes consultarlo todo en el libro ‘Una corona de laurel naranja’ o entrando al siguiente blogJosé Carlos Gómez Borrero

José Carlos Gómez Borrero

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