Robert Solow – Premio Nobel de economía de 1987

solow_postcard

Comparte este post

Crecimiento y Tecnología

El comité Nobel justificaba la concesión del premio de Economía de 1987 a Robert Solow por su contribución a la Teoría del crecimiento económico. La simple observación histórica reconoce la diferente calidad de vida y los cuantiosos elementos a disposición de los ciudadanos actuales, en comparación con los de nuestros antepasados. Las comodidades de las que hoy dispone un individuo de clase media del primer mundo, son mayores que las que disfrutaba un rey de la Edad Media, y si se me apura de la Edad Moderna también.

Sin embargo, estas consideraciones admiten una crítica muy ácida al comprobar la existencia, hoy mismo, de desigualdades enormes y de niveles de vida inferiores a los de subsistencia en determinadas regiones de nuestro planeta.

La constatación de estos hechos plantea inevitables preguntas sobre cómo se produce el crecimiento económico, para después cuestionarse las razones del desigual reparto de ese crecimiento. La doctrina evangélica propone “Creced y Multiplicaos”, un mandato que algunos no han respetado, invirtiendo las prioridades, multiplicándose extraordinariamente y preocupándose bastante menos del crecimiento previo.

El crecimiento económico

A Solow se le reconoce la paternidad del modelo explicativo más claro y más sencillo para justificar el crecimiento. En sus primeros artículos de finales de los años cincuenta del pasado siglo, se consideraba que los factores fundamentales de la producción eran la tierra, el capital y el trabajo. Supuesta fija la primera, y siendo la cantidad de trabajo difícil de improvisar, Solow entiende que debería ser el aumento del capital el principal responsable del crecimiento. Es verdad que para poder invertir se tenía que haber generado primero el ahorro que lo permitiese, pero si el ahorro no se invertía, los ciudadanos serían más ricos, pero esa riqueza no tenía por qué traducirse en un mayor volumen de bienes y servicios. La parábola de los talentos enterrados se había anticipado en varios siglos a las teorías económicas.

El modelo era sencillo y elegante y por lo menos ponía un cierto orden entre las diferentes opiniones que pretendían explicar el fenómeno; sin embargo, al comprobar cómo operaba su modelo en la realidad, observó que apenas explicaba el 20% de los crecimientos conseguidos por distintos países. Buscando respuestas a esta falta de confirmación empírica, amplió el campo de aplicación del capital, introduciendo en su modelo el progreso técnico o la tecnología, que condicionaba el crecimiento de la economía de forma categórica.

La electricidad y el motor de explosión son dos ejemplos de los que pueden provocar crecimientos espectaculares en un entorno relativamente estable. Solow les adjudica a estos descubrimientos mucha más importancia que a los ordenadores. De forma festiva se refería a ellos diciendo, que las computadoras lo que habían conseguido era que el trabajo que antes realizaba su secretaria ahora lo tuviese que hacer él mismo. Solow hacía este comentario hace sesenta años. Hoy, en 2023, con 99 años a la espalda, seguro que se arrepiente de su prematura y supuesta desautorización. A la vista de los avances que ha supuesto la cibernética, la digitalización y toda la revolución tecnológica a la que la providencia le ha permitido asistir, seguro que habrá cambiado de opinión.

Ciencia, Tecnología e Innovación

Hoy nadie discute la importancia de la tecnología en el crecimiento económico y de hecho se la considera como el principal motor de este crecimiento. Al introducir la tecnología en el modelo de Solow, la explicación del crecimiento subía hasta el 80%. Dándole vueltas al proceso no era difícil llegar a dar con otro tipo de capital que generaba rendimientos incluso superiores a los de la maquinaria y el capital físico. Se trataba del capital humano, al que otros dos Nobel de Economía, Theodore Schultz (1979) y Gary Becker (1992) dedicaron un análisis fundamental.

Hemos hablado de crecimiento económico, algo que demasiadas veces se confunde inadecuadamente con desarrollo. La ciencia y la tecnología están hoy prácticamente al alcance de todo el mundo, a pesar de lo cual nos sorprende que existan desigualdades tan notables entre naciones, e incluso entre las regiones de un mismo país. La realidad no admite discusión. El desarrollo exige otro campo de análisis. Es el terreno de la creación de Instituciones, del marco en el que se inscribe la actuación económica y que, en ausencia de leyes, de seguridad de diferentes tipos, de un mínimo de educación, de sanidad, de organización de la convivencia, de defensa de la propiedad y de la propia vida, el crecimiento se convierte en un movimiento caótico condenado a perderse en un frustrante camino hacia ninguna parte.

La buena noticia es que hoy sabemos que el crecimiento económico no es una quimera y que una población educada y una inversión inteligente pueden conseguir metas tan impensables hace poco tiempo, como mandar un hombre a la luna, comunicarnos a enormes distancias de forma instantánea, o aumentar dramáticamente nuestra esperanza de vida.

Para conocer un poco más a fondo sobre cada uno de los galardonados recuerda que puedes consultarlo todo en el libro ‘Una corona de laurel naranja’ o entrando al siguiente blogJosé Carlos Gómez Borrero

José Carlos Gómez Borrero

Disfruta de más contenido 

Actualiza tu navegador

Esta versión de tu navegador no permite visualizar correctamente la página. Para que tengas una buena experiencia y mejor seguridad, por favor descarga cualquiera de los siguientes navegadores: Chrome, Edge, Mozilla Firefox