Wassily W. Leontief – Premio Nobel de economía de 1973

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Las relaciones de todos los sectores con todos los sectores

El origen eslavo de Wassily Wasielevich Leontief no despierta dudas aunque nace en Munich, estudia en San Petersburgo, hace su doctorado en Berlín y termina nacionalizándose norteamericano y dando clases en Harvard y en Nueva York.

Inició sus estudios académicos en la Universidad Estatal de San Petersburgo pero cuando se licenció en 1921, esa misma universidad se había convertido en la de Leningrado. Su formación por tanto se realizó en plena revolución rusa, durante el gobierno comunista bolchevique y donde la planificación estatal era el principal instrumento de la política económica. Indudablemente estas circunstancias influyeron en su aportación básica a la teoría económica, donde el nombre de Leontief va indisolublemente asociado al de las tablas input-output, que interrelacionan los distintos sectores productivos de una determinada zona geográfica o política.

La tabla input-output

La idea de que los diferentes sectores de la economía dependen unos de otros no es nueva ni difícil de aceptar, y desde el “Tableau Economique” de Françoise Quesnay, hasta el propio Carlos Marx, pasando por Leon Walras, ya lo habían señalado anteriormente. Lo que distingue al trabajo de Leontief del de sus colegas es el hecho de pretender sustituir adjetivos ambiguos como poco, mucho o regular, por coeficientes numéricos que determinasen, mediante ecuaciones matemáticas, la estructura de los diferentes procesos de producción.

La tabla input-output, que a veces se traduce por la de insumo-producto, establece mediante una tabla de doble entrada, en cada fila lo que cada sector produce para él mismo, para los otros sectores y para el consumo final. La suma de todas estas cantidades representa la producción o el output generado por ese sector. Verticalmente, cada columna sectorial recibe suministros de sí mismo y de los demás sectores para realizar sus funciones, y la suma de ellos constituye el input o las entradas totales empleadas por el sector. El sector agropecuario, por ejemplo, en la primera casilla de su fila reflejaría lo que produce para sí mismo: semillas, forraje para el ganado, abonos orgánicos, etc. En la segunda casilla de su fila aparecería lo que entrega a la industria y que suponen insumos para ella: cereales para las fábricas de harinas, uvas para las bodegas, o animales para las empresas fabricantes de productos cárnicos. La cantidad que aparecería en la primera fila y la tercera columna, correspondiente a los servicios, como los caballos destinados al hipódromo al transporte o al circo. Finalmente, una cuarta columna supondría lo aportado por ese sector para el consumo final. Lo mismo haríamos con el resto de los sectores, configurándose una matriz de pagos de cada sector a los restantes y al consumo final.

Este elegante diseño ya se había expuesto pero lo que no se había atrevido nadie era a cuantificar cada casilla y a determinar los coeficientes que relacionaban cada una de ellas con todas las demás. Leontief dividió la economía nada menos que en cuarenta sectores, con lo que se encontraba con una matriz del orden de 2.000 elementos a determinar y con otros 2.000 coeficientes que los relacionaban entre ellos.

La dificultad matemática para invertir semejante matriz y resolver el sistema, sin la ayuda de las potentes computadoras actuales, le obligó a desistir de su proyecto original, limitando el número de sectores a una decena, a pesar de lo cual su modelo proporcionaba un instrumento de extraordinaria utilidad para planificar los crecimientos propuestos de los diferentes sectores.

Ya en los Estados Unidos, Leontief aplicó su modelo, con todas sus limitaciones formales, a dos situaciones concretas de gran trascendencia. En primer lugar, para diseñar la reconversión de la producción americana, desde una economía de guerra a una economía de paz –Plan Marshall incluido-, y en 1950 para todo lo contrario, para reorganizar la industria americana para hacer frente al desafío que suponía la guerra de Corea.

Los esfuerzos de la confección de una tabla input-output chocan con la frustración que supone su escasa vigencia temporal, pues estas relaciones corresponden a un momento dado, donde las funciones de producción no varían y no existe una apreciable innovación tecnológica. Cualquier cambio significativo de este tipo obliga a reformular la matriz de producción y a recalcular los correspondientes coeficientes que la correlacionan.

La paradoja de Leontief

Cualquiera afirmaría sin temor a equivocarse que los países menos desarrollados exportarían productos intensivos en la aplicación de trabajo, mientras los más avanzados exportarían bienes con una mayor aportación de capital. Cuando la tabla input-output aumenta el número de sectores de su matriz, y distingue entre los diferentes tipos de trabajo, se encuentra con que los países industrializados venden a los demás bienes con un mayor componente de trabajo incorporado, pero del trabajo de ingenieros, químicos, investigadores y demás profesionales especializados.

Por su parte los países en vías de desarrollo, posiblemente debido a una legislación más permisiva y con mayores alicientes para atraer inversiones, producen bienes intensivos en capital, ya que las multinacionales han encontrado en la deslocalización de sus industrias una manera de conseguir una mayor rentabilidad para los importantes capitales que exigen las nuevas tecnologías. Una paradoja que una vez explicada resulta menos inverosímil.

Para conocer un poco más a fondo sobre cada uno de los galardonados recuerda que puedes consultarlo todo en el libro ‘Una corona de laurel naranja’ o entrando al siguiente blog.

José Carlos Gómez Borrero

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