George A. Akerlof

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Premio Nobel de Economía en 2001

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Biografía

George Arthur Akerlof (n. 17 de junio de 1940) es un economista estadounidense, profesor de economía en la Universidad de Berkeley. Ganó el Premio Nobel de Economía en 2001 (compartido con Michael Spence y Joseph E. Stiglitz).

LOS LIMONES Y LAS INSTITUCIONES

George Akerlof, recibió en 2001 un Premio Nobel de Economía otorgado a todo un campo, el de la información asimétrica y a tres de sus principales roturadores: Akerlof, Spence y Stiglitz. El objetivo de estas líneas es mostrar, de una forma muy simple, qué es esa cosa llamada información asimétrica y cuáles son las consecuencias que se derivan de ella, tomando como referencia la obra de George A. Akerlof, quien nació en New Haven en 1940, como fruto del matrimonio de dos emigrantes suecos.

Un limón y media información

En Estados Unidos se denomina limón al coche problemático. Pues bien, al adquirir un automóvil de segunda mano el comprador no sabe si está comprando un limón o un coche en buenas condiciones. En general, el sistema de precios transmite información y uno debería esperar que un precio relativamente elevado fuera una señal suficiente en el sentido de asegurarle al comprador que, aunque sea usado, no está comprando un limón. Supongamos ahora que, debido al elevado precio, la oferta de coches supera a la demanda. En estos casos, la respuesta más simple (con información perfecta) es que no hay que preocuparse, ya que el precio descenderá hasta que las cantidades ofrecidas y demandadas coincidan. Así se contaban las cosas hasta que llegó Akerlof, quien señaló que la disminución del precio no resolvería el problema si, como era el caso, la información no era perfecta sino que se distribuía de forma asimétrica (una parte –el vendedor del coche- tenía más que la otra –el comprador-).

A grandes rasgos, la argumentación de Akerlof era la siguiente: la disminución del precio no aumentaría la cantidad demandada porque los compradores considerarían que dicha bajada era una señal clara de que la calidad de los coches puestos a la venta era menor, con lo que, para cada precio, demandarían menos coches. En síntesis, podría ocurrir que, al combinarse la disminución del precio con la de la demanda, el mercado se mantuviera en desequilibrio eternamente, con lo que, llevando la argumentación al extremo, las sucesivas caídas del precio y las consiguientes disminuciones de la demanda llevaran a la práctica desaparición del mercado de coches de segunda mano de cierta calidad. La culpa, obviamente, no es del mercado, sino de la asimetría existente en la información (la prueba es muy sencilla: en el caso de que los compradores conocieran exactamente cuál es la calidad de los coches, la disminución del precio no influiría negativamente en su opinión sobre ellos, con lo que, atraídos por un precio más bajo, aumentarían la cantidad demandada y, en definitiva, se lograría el equilibrio del mercado y éste, al trabajar con información perfecta, cumpliría perfectamente su labor).

La importancia de las instituciones

Así pues, en aquellos casos en los que la información es asimétrica, el mercado no funciona adecuadamente. En estos casos la respuesta no está en el viento sino en la aparición de las instituciones necesarias para compensar la falta de información. Como es sabido, el término institución remite a relaciones sociales consolidadas, institucionalizadas, valga la redundancia. Nos enfrentamos a lo incierto creando instituciones y así, por ejemplo, nuestro grado de cortesía aumenta notablemente cuando paseamos a las cinco de la mañana por una calle peligrosa. Efectivamente, cuando nos encontramos en un caso como ese, solos ante el peligro de cruzarnos con otra persona totalmente desconocida, hacemos lo que nunca haríamos a las nueve de la noche en una calle atestada de gente: damos las “buenas noches” (empleamos, en definitiva, la institución del saludo) para despejar la incertidumbre y mostrar con claridad que vamos en son de paz, con el fin de salvar el pellejo o la cartera. En el caso de los limones, el problema se resuelve compensando la falta de información del comprador con el fruto consolidado de una relación social: la reputación del vendedor. Así, aunque no tenemos suficiente información sobre el estado del coche sí la podemos tener sobre el grado de seriedad del vendedor: si tiene buena reputación es previsible que se la haya ganado con una conducta responsable y también es previsible que no desee perderla; de ahí que confiemos en él. La lección que se deduce de todo esto es clara: con información imperfecta las instituciones importan y, dado que nada ni nadie es perfecto, resulta que las instituciones importan siempre y, lejos de ser una alternativa al mercado, son su complemento directo, indirecto y circunstancial. De ahí que ante la pregunta ¿instituciones o mercado?, la respuesta sea muy clara: mercado e instituciones (tanto creadas por la sociedad como establecidas por el estado), ya que el primero no es posible sin las segundas, como se puede apreciar en el ejemplo, bastante sabroso por cierto, de los limones.

La socio-lógica de los limones

El artículo pionero de Akerlof sobre “el mercado de los limones” que, al final, le llevó al Nobel, estuvo a punto de no publicarse: en The Américan Economic Review, lo rechazaron porque, a pesar de que era divertido, era trivial; en otra gran revista, The Journal of Political Economy, también lo rechazaron porque era erróneo; en la siguiente (The Review of Economic Studies) señalaron de nuevo que era trivial. Finalmente, se publicó en The Quarterly Journal of Economics, revista que estará eternamente agradecida a las antes mencionadas por el hecho de que le hayan cedido, graciosamente, tal limón.

Cándido Pañeda, Catedrático de la Universidad de Oviedo

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