Soy un factor de riesgo para la salida a bolsa de Twitter

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Soy un factor de riesgo para la salida a bolsa de Twitter

10/10/2013 | Gary Silverman – Financial Times Español

Ella era la chica equivocada en el bar equivocado. Debería haberme alejado de ella entonces, y lo debería hacer también ahora. Contaré cosas de ella porque es el tipo de chica que hace que yo no tuitée.

Nuestros caminos se cruzaron en la capital de la nación hace unos años. Había salido de un concierto de un roquero punk que moriría poco después y la encontré charlando con sus amigos en un oscuro y cercano lugar. El sitio estaba lleno y cuando ella dijo una mala broma acerca de chicas católicas y judías encontré la oportunidad para unirme al grupo. En ese entonces yo solo era un novel reportero pero ya sabía cómo seguir una charla. Le pregunté ¿A cuál de los dos grupos perteneces?

Orgullosamente dijo que era pagana y esperó una reacción. Yo estaba preparado. Años antes, cuando estaba en la universidad, me topé con un programa de radio conducido por brujas – del tipo venera-diosas – en la estación contra cultural WBAI-FM de Nueva York. Por eso sabía lo que ella estaba pensando. Apenas comenzaba el otoño y la presioné para que contara sus planes para el cercano Halloween.

Empezó corrigiéndome sobre el nombre de la festividad. All Hallows’eve, víspera del día de difuntos dijo ella. Me contó que planeaba asistir a una reunión de su grupo en Gaithersburg, un poblado de Maryland no muy lejos de Washington a vuelo de cuervo, pero no estaba segura cómo iría hasta allá. Hizo una pausa, dándome la oportunidad de definir las palabras que darían el tono a nuestra relación para siempre.

Dije ¿Por qué no vas en tu escoba?

Creía llevar la iniciativa y pensé que ella esperaba que me ofreciera a llevarla a Gaithersburg. Si lo hubiese hecho, creo que hubiéramos pasado a la fase de las cenas exóticas y programas dobles de pelis de Almodóvar – o lo que se haga cuando uno corteja a una chica así en Washington.

Pero entonces yo no tenía coche. Vivía de mi ingenio. Pensé que podría quedar como alguien entretenido y empático. Confié en la simpatía hacia un extraño y esperaba que ella comprendiera que yo no era peligroso. Pero no lo entendió así.

Me golpeó en la boca – fuerte, un derechazo directo a la manera de Thomas “Golpeador” Hearns, otro luchador en activo en esa época. Mientras se alejaba, me di cuenta que era de huesos anchos – de espalda amplia – lo que no había notado mientras charlábamos.

Para mí, quedaba el recuerdo de un buen golpe. No había perdido ningún diente. Tampoco me había despeinado. Hasta podría haberme tomado una o dos cervezas más antes de dar por terminada la noche y emprender la vuelta a casa.

Pero cuando un hombre ha sido golpeado en la boca por una chica en un bar por algo que ha dicho, ese hombre está en una encrucijada. Y tiene que tomar una decisión. Mi decisión fue que intentaría evitar ser golpeado en la boca por chicas en un bar.

No ha sido fácil. Intento vivir día a día. Intento frecuentar lugares decentes y mezclarme con gente buena. Esta columna, por ejemplo, es leída antes de su publicación por los periodistas más reconocidos del planeta (en serio: puedes leer acerca de ella en las mejores revistas).

Cuando Twitter llegó, sentí esa vieja necesidad de decir a las brujas que recién conocía que fueran a sus reuniones en Gaithersburg en sus escobas. Después de todo soy de carne y hueso, y podrás decir lo que quieras, pero ese comentario tiene menos de 140 caracteres.

Hasta ahora he resistido la oportunidad de darle al mundo la versión sin edulcorar de mi (a pesar de seguir a otros en Twitter). Mi discurso, al igual que mi café, estos días se filtra. Y sabe mejor.

Reconozco que esto no es algo especialmente amistoso cuando Twitter está por salir a bolsa. Pero creo que es lo correcto. Los inversores necesitan saberlo.

No soy un analista financiero, pero no puedo evitar pensar que gente como yo es un factor de riesgo para la salida a bolsa de Twitter. Los reticentes, dubitativos, furtivos y desconfiados se encuentran en el camino de la expansión de esta compañía, y basado en mi experiencia, creo que la cantidad de estos tipos irá en aumento.

Casi no hay día en que haya un vergonzoso tuit. Apenas esta semana, Dan Pfeiffer, uno de los consejeros de Barack Obama, se disculpó por un error que despertó miedo por una posible infiltración racista en la Casa Blanca. Aparentemente uno de los dedos del Sr. Pfeiffer tecleó la “n” en lugar de la tecla de al lado, la “b”, transformando un tuit acerca de un “gran factor” en la política (“bigger factor” in politics) en un insulto racial.

Sé cómo se debió haber sentido. En ocasiones las cosas simplemente salen mal. En ocasiones crees que estás entre amigos y luego descubres que no es así. En ocasiones te encuentras con una chica con un buen puño.

I am a risk factor for the Twitter IPO

10/10/2013 | Gary Silverman – Financial Times English

She was the wrong kind of pagan in the wrong kind of bar. I should have steered clear of her then, and I probably should now. But I’m going to tell you about her anyway because that pagan is the reason I don’t tweet.

Our paths crossed many years ago in the nation’s capital. I had just left a concert by a soon-to-be-dead punk rocker and found her talking to her friends in a dark place nearby. It was crowded and when she told a bad joke about Catholic girls and Jewish girls, I got my chance to jump into the mix. I was only a cub reporter but I knew how to follow up. «Which are you?» I asked.

She proudly pronounced herself a pagan and waited for a reaction. I was ready. Several years before, during my university days, I had stumbled upon a radio programme hosted by witches – of the goddess-worshipping type – on counter-cultural WBAI-FM in New York. So I knew what she was thinking. It was early autumn and I pressed her for details of her Halloween plans.

She corrected me on the name of the holiday. All Hallows’ eve, she called it. She said she wanted to attend a gathering with her group that night in Gaithersburg, a town in Maryland that is not too far from Washington as the raven flies, but she wasn’t sure how she was going to get there. Then she paused, presenting me with the opportunity to utter the words that would colour our relationship for ever more.

«Why don’t you go on your broom?» I said.

With a benefit of hindsight, I suspect she had hoped I would offer her a ride to Gaithersburg. If I had done so, I imagine that we could have moved on to Thai dinners and Pedro Almodóvar double features – or whatever it is one does when one dates a pagan in Washington.

But I didn’t own a car. I was living by my wits. I thought I could come off as entertaining and empathetic. I trusted in the kindness of a stranger and hoped she would understand that I meant no harm. She didn’t.

She punched me in the mouth – hard, her overhand right delivered crisply in the manner of Thomas «Hitman» Hearns, another fighter who was active at that time. As she walked away, I realised she was bigger boned – wider across the shoulders – than she had seemed when we had started talking.

As for me, the record should show that I took the blow. No teeth went missing. My hair remained in place. I might even have treated myself to another beer or two before I called it a night and headed on my way.

But when a man has been punched in the mouth by a pagan in a bar for something he has said, a man has come to a crossroads. He has a decision to make. Mine was that I would try to avoid being punched in the mouth by pagans in bars.

It hasn’t been easy. I take it one day at a time. I try to frequent decent places and mix with good people. This column, for example, is read before publication by some of the most well-regarded journalists on the planet (seriously: you can read about it in our better magazines).

When Twitter came into being, I felt that old urge to tell witches I had just met to go to Gaithersburg on their brooms. I am flesh and blood, after all, and whatever else you want to say, that comment has fewer than 140 characters.

But I have so far resisted the opportunity to treat the world to the unadulterated me (although I do follow others on Twitter). My discourse, like my coffee, is filtered these days. The taste is better.

I realise this isn’t a particularly friendly thing to say at the very moment Twitter is gearing up for an initial public offering. But I think it’s the responsible thing to do. The investing public needs to know.

I’m not a financial analyst, but I can’t help but think that people like me are a risk factor for the Twitter IPO. The reticent, the hesitant, the furtive and the scarred stand in the way of the company’s expansion, and based on my experience, I think the number of such folks will only grow.

Hardly a day goes by without news of a seriously embarrassing tweet. Just this week, Dan Pfeiffer, one of President Barack Obama’s advisers, apologised for a typo that raised fears of racists infiltrating the White House. One of Mr Pfeiffer’s fingers apparently slipped from the «b» on his keyboard to the adjacent «n», transforming a tweet about a «bigger factor» in politics into a racial slur.

I know how he must have felt. Sometimes things just come out wrong. Sometimes you think you are among friends and discover that isn’t the case. Sometimes you just run into a pagan with a good right hand.

Copyright &copy «The Financial Times Limited«.
«FT» and «Financial Times» are trade marks of «The Financial Times Limited».
Translation for Finanzas para Mortales with the authorization of «Financial Times».
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