Theodore Schultz – Premio Nobel de Economía de 1979

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El Comité de selección del Nobel de Economíadecidió en 1979 llamar la atención sobre los problemas de los países en vías de desarrollo, adjudicando el galardón de ese año a dos estudiosos de la pobreza; Theodore Schultz, un ingeniero agrónomo de Dakota del Sur, y a Sir Arthur Lewis, el hasta ahora único Nobel de Economía de raza negra.

El padre del capital humano

Decía Schultz que a los ricos les resultaba muy difícil entender a los pobres, y añadía, y a los economistas también. Los profesionales de esta ciencia prefieren analizar la riqueza de las naciones y abandonan relativamente su pobreza. Los clásicos establecían que los tres factores fundamentales de la producción eran la tierra, el capital y el trabajo, y les gustaba más estudiar las características del capital, dejando parcialmente al margen el espinoso tema del trabajo y lo referente a la función de la tierra.

Está claro que las profecías catastrofistas se han visto frustradas y la modernización de la agricultura y la investigación agraria han ahuyentado el fantasma del hambre insoluble, pues el problema no estriba tanto en la producción de alimentos, como en la manera de distribuirlos y de proporcionarle a la población los medios para que los puedan consumir.

Desde esta perspectiva, Schultz se cuestiona que el problema de la pobreza esté vinculado con la rémora que supone un sector agrario demasiado grande. Si la tierra había dejado de ser decisiva, tendrían que ser el trabajo y el capital los responsables de las enormes diferencias que podían observarse entre los diferentes países. Es aquí donde la genialidad de Schultz inicia una revolución del pensamiento económico tradicional. Si la tierra, el capital y el trabajo eran abundantes y el resultado final no mejoraba, lo que sí era fundamental es que el trabajo fuese cualificado y que la inversión en los individuos para la formación de su “capital humano” era el factor decisivo para el desarrollo de las naciones.

Hoy la idea es admitida como algo muy evidente, pero cuando fue formulada, la teoría del capital humano se consideró como las fantasías de un visionario. Sin embargo, Schultz proclamó que en los países pobres lo que realmente era escaso era la educación y otra serie de cosas que se apresuró a añadir a su teoría. Como prueba de ello, aducía que la Europa devastada por la segunda guerra mundial tuvo una recuperación asombrosamente rápida porque, aunque su capital industrial, inmobiliario y físico había quedado destrozado, su capital humano permanecía intacto y dispuesto a ser utilizado a pleno rendimiento.

No sólo educación

Schultz añade que no sólo era la educación, sino que son cinco los factores que señaló como fundamentales. El primero de ellos el de la sanidad. Una población enferma, y con una esperanza de vida tan corta que no pueda explotar sus conocimientos y experiencias más allá de una veintena de años, no puede protagonizar una historia de éxito. Por eso las inversiones destinadas a combatir las epidemias, a reducir las bajas laborales y las que permitan alargar la vida y mejorar la capacitación de los trabajadores, constituyen un objetivo prioritario.

Pero a esa mayor vida laboral hay que dotarla con los conocimientos que permitan convertir una fuerza bruta en una fuerza inteligente. Aquí distingue tres campos dentro del apartado educación que conviene diferenciar. Además de la formación académica para la transmisión de los conocimientos y las normas de convivencia, está la educación en el puesto de trabajo, donde han de adquirirse los conocimientos específicos de cada profesión. El tercero es lo que llama formación en el hogar, de modo que mediante lo que podríamos llamar una educación por ósmosis, los jóvenes sean estimulados por sus mayores en el estudio, la curiosidad intelectual y sean reconocidos sus esfuerzos por la búsqueda del conocimiento.

El quinto elemento que completa las inversiones básicas del capital humano es la movilidad geográfica de la población, es decir, la predisposición de los individuos para desplazarse allá donde sean demandados. La coyuntura económica puede cambiar y los trabajadores tienen que estar dispuestos a renunciar a la comodidad de un entorno conocido y a emigrar allí donde esté el trabajo que les permita ganarse la vida.

El título que puso Schultz a su discurso de aceptación del premio resumía la dedicación profesional e intelectual de toda su vida. Lo llamó “La economía de ser pobre” y podría haber añadido: “y esta es la manera que propongo para dejar de serlo”.


Para conocer un poco más a fondo sobre cada uno de los galardonados recuerda que puedes consultarlo todo en el libro ‘Una corona de laurel naranja’ o entrando al siguiente blog.

José Carlos Gómez Borrero

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