Pionero de la programación lineal
En el caso de los premiados con el Nobel de 1975, tanto el holandés Tjalling Koopmans como el ruso Leonid Kantoróvich, fueron distinguidos por sus investigaciones sobre la programación lineal cuando ésta ya había pasado de los laboratorios de experimentación matemática a ser práctica generalizada por parte de gobiernos y empresas. Ambos científicos habían dedicado sus trabajos para determinar la óptima asignación de los recursos, y podían haber añadido que el holandés lo había hecho en el ámbito de una economía libre de mercado, mientras el ruso tuvo que hacerlo en el entorno de una planificación gubernamental centralizada.
En el caso de Koopmans, su extraordinaria capacidad para las matemáticas le llevó a interesarse por lo que por otra parte resultaba una necesidad ineludible. En plena guerra mundial y en la posterior reconstrucción de unos territorios devastados, la utilización de los elementos disponibles para destinarlos a producir lo más necesario, lo más rápido y lo menos costosamente posible, era una ocupación prioritaria y su solución requería de análisis matemáticos muy complejos.
Algunos de los primeros trabajos de Koopmans tuvieron que ver con el establecimiento de las rutas de distribución y de la logística del transporte, minimizando el consumo de combustible, reduciendo el tiempo de abastecimiento y optimizando el volumen y el peso de la carga a transportar entre los vehículos disponibles.
Los sistemas de ecuaciones e inecuaciones a resolver podían llegar a ser enormes y los instrumentos de cálculo todavía no habían alcanzado la capacidad de los modernos ordenadores, por lo que el manejo de todo ese cúmulo de datos exigía la búsqueda de un algoritmo que hiciese posible la resolución de los problemas planteados. Fue el sistema de programación lineal el que vino a solucionar lo que hoy casi se considera una tarea banal, encomendada a las potentes máquinas cibernéticas.
Aunque fueron premiados por ello, las ideas iniciales sobre programación lineal no fueron aportadas por los galardonados con el Nobel de 1975, hasta el extremo de que Koopmas, dando una prueba más de su rigor académico y de su honestidad intelectual, reconoció públicamente que había sido el matemático norteamericano George Dantzig quien merecía dicho premio pues había sido él quien primero había ideado el método Simplex para la resolución de los sistemas de ecuaciones planteados en la programación lineal.
Puesto que Dantzig no tendrá una semblanza en esta selecta colección de notables científicos, valga la siguiente anécdota, convertida en un mito, como compensación del relativo olvido de su indudable valía. Se cuenta que un día, cuando llegó a clase con cierto retraso, se encontró escritas en la pizarra dos ecuaciones, que él interpretó que eran dos problemas propuestos para resolver en casa. En realidad, Jerzy Neyman, que era el profesor en aquella ocasión, se había limitado a exponer dos problemas a los que todavía no se había conseguido encontrar solución. Unas semanas después Dantzig entregó los dos problemas resueltos, indicando que estos le habían parecido más difíciles que los habituales.
Neyman publicó la solución dada por su alumno al primer problema y también citó a Dantzig, reconociendo honestamente su participación. En cuanto al segundo problema, Abraham Wald publicó la solución de Dantzig mencionándole como coautor de la misma. Dantzig murió en 2005 acompañado por los más prestigiosos galardones que pueda recibir un matemático… menos el Nobel de Economía. En este año de 1975 puede que haya sido la vez en que un español estuviese más cerca de obtener el Nobel económico, pues José Barral Souto, un gallego afincado en Argentina, es en opinión de numerosos economistas, el que había anticipado varios años antes los principios de la programación lineal. Hay quien dice que, si sus trabajos los hubiera publicado en inglés en lugar de en castellano, tal vez España habría inaugurado su presencia en tan prestigioso medallero.
Koopmans artista
Hemos querido resaltar el aspecto humano de este gran matemático holandés, emigrado y nacionalizado en los Estados Unidos cuando Hitler invadió su país. Los aspectos técnicos de sus trabajos son extremadamente complejos y baste señalar que sus publicaciones pioneras en el campo de la programación lineal introducen como variables endógenas aspectos tan premonitorios como los recursos no renovables, la contaminación del medio ambiente, o el compromiso de los vivos con las generaciones futuras. También aplica el concepto novedoso en aquella época de los precios sombra, cuando se trata de bienes que no están presentes ni pueden comercializarse en ningún mercado, pero que es necesario introducir en un riguroso análisis de costes y beneficios.
En realidad, como buen matemático, Koopmans era un gran aficionado al ajedrez, además de un notable compositor musical. También fue un buen intérprete de piano y del violín. En fin, un artista, que, según muchos melómanos, no tiene por qué extrañarnos, pues la música es en definitiva una estricta aplicación de las matemáticas.
Para conocer un poco más a fondo sobre cada uno de los galardonados recuerda que puedes consultarlo todo en el libro ‘Una corona de laurel naranja’ o entrando al siguiente blog.