Gary Becker, economista estadounidense, 1930-201404/05/2014 | Tim Harford – Financial Times Español
Gary Becker, el hombre que encabezó el movimiento que aplicó la economía a áreas de la vida como el matrimonio, la discriminación y el crimen, murió el 3 de mayo después de una larga enfermedad. Tenía 83 años. Nacido en un pueblo minero de Pennsylvania, criado en Brooklyn y con un grado de Princeton en matemáticas, mención summa cum laude, no fue hasta cuando el Sr. Becker llegó a la Universidad de Chicago que se dio cuenta que “tenía que empezar de nuevo a aprender de qué se trataba la economía”. Él había considerado estudiar sociología, pero la encontró “muy difícil”. Pero regresaría a las cuestiones sociológicas una y otra vez a lo largo de los años, encontrando placentero el aplicarla las rigurosas aunque reduccionistas herramientas matemáticas de la economía. Este enfoque lo llevaría a ser galardonado en 1992 con el premio Nobel de economía, y convertirlo en uno de los economistas más influyentes y citados del siglo 20. Su tesis doctoral trataba sobre la economía de la discriminación – cómo medirla y qué efectos podría tener. Becker mostró que la discriminación era costosa tanto para el que discrimina como para la víctima. Esto parecía ser un tema raro para un economista, y Becker atrajo poca atención con sus ideas cuando publicó en 1957 un libro sobre la discriminación. Esto no pareció preocuparle. En 2005 me dijo que: “Toda mi filosofía ha sido ser convencional en cosas como el vestir y tal”, “pero en cuanto a ideas, estoy dispuesto a asumir riesgos: Puedo soportar la crítica si creo que estoy en lo correcto”. Recibió bastantes críticas a lo largo de los años por tratar de desarrollar teorías económicas sobre el crimen y el castigo, la necesidad de tener hijos, y de los adictos racionales que pueden dejar de serlo como respuesta a una amenaza real de una subida de precios en el precio de los cigarrillos. Su idea de que los individuos pueden pensar en su educación como una inversión, con una tasa de retorno, causó estupor. Ahora ya nadie se sobresalta al usar el término “capital humano”, que es el título de uno de los libros de Becker. Esto ejemplifica la manera en que el enfoque de Becker ha cambiado la forma en que los economistas piensan sobre lo que hacen, a menudo sin reconocer explícitamente su influencia. Era un economista omnívoro: colegas como Lars Peter Hansen, también ganador del Nobel, eran cuestionados y recibían sus penetrantes comentarios sobre investigaciones que parecían estar lejos de los principales intereses de Becker. “Será recordado como una persona que de manera muy creativa amplió el campo de estudio del análisis económico”, dijo el Sr. Hansen, “Y como uno de los mejores economistas del siglo 20”. Becker sintió afecto duran “Amaba la economía”, dijo Kevin Murphy, quien impartió un curso con Becker durante muchos años, “e inspiró a muchos economistas”. “Quizás el resultado más probable de tomar clases con Becker no era el saber manejar una técnica formal, sino adquirir esa visión del mundo tan particular del economista. Esa visión del mundo la demostró cuando iba camino a un Almuerzo con el Financial Times, Gary Becker aparcó en una zona prohibida. Al cuestionarlo me dijo animosamente que, después de valorar los riesgos y beneficios, esta era una infracción racional. “Esto a mí me suena muy Gary”, dijo Kevin Murphy. “Decidió darte una lección práctica de economía”. Becker enviudó en 1970, volvió a casarse en 1980 con la profesora de historia Guity Nashat. Deja esposa, la hija de ambos, Catherine Becker, una hermana, Natalie Becker; dos hijastros y cuatro nietos. |
Gary Becker, US economist, 1930-201405/04/2014 | Tim Harford – Financial Times English
Gary Becker, the man who led the movement to apply economic ideas to areas of life such as marriage, discrimination and crime, died on May 3 after a long illness. He was 83. Born in a coal-mining town in Pennsylvania, raised in Brooklyn and with a mathematics degree summa cum laude from Princeton, it was not until Mr Becker arrived at the University of Chicago that he realised «I had to begin to learn again what economics is all about». He had considered taking up sociology, but found it «too difficult». Yet he was to return to the questions of sociology again and again over the years, taking pleasure in wielding the rigorous yet reductive mathematical tools of economics. This approach was eventually to win him the Nobel memorial prize in economics in 1992, and make him one of the most influential and most cited economists of the 20th century. His doctoral dissertation was on the economics of discrimination – how to measure it and what effects it might have. Becker showed that discrimination was costly for the bigot as well as the victim. This seemed strange material for an economist, and Becker attracted little attention for his ideas when he published a book on discrimination in 1957. This didn’t seem to worry him. «My whole philosophy has been to be conventional in things such as dress and so on,» he told me in 2005. «But when it comes to ideas, I’ll be willing to stick my neck out: I can take criticism if I think I’m right.» He received plenty of that criticism over the years for daring to develop economic theories of crime and punishment, of the demand for children, and of rational addicts who may quit in response to a credible threat to raise the price of cigarettes. His idea that individuals might think of their educations as an investment, with a rate of return, caused outrage. Yet nobody now frets about the use of the phrase «human capital«, the title of one of Becker’s books. That exemplifies the way that Becker’s approach has changed the way that economists think about what they do, often without explicitly recognising his influence. He was economically omnivorous: colleagues such as Lars Peter Hansen, a fellow Nobel laureate, would find Becker quizzing them and providing penetrating comments even on research that seemed far removed from Becker’s main interests. «He will be remembered as a person who in a very creative way broadened the scope of economic analysis,» said Mr Hansen, «And as one of the very best economists of the 20th century.» Becker’s life-long affection was for the subject he transformed. On weekend afternoons, he would often be found in his office, writing or answering questions from young academics six decades his junior. He continued to write a blog with the legal scholar Richard Posner until a few weeks before his death. «He loved economics,» said Kevin Murphy, who taught a course alongside Becker for many years, «and he inspired so many economists.» Perhaps the most likely result of a class with Becker was not mastering a particular formal technique, but acquiring that distinctive economist’s outlook on the world. That worldview was on display when on the way to his Lunch with the FT, Gary Becker parked illegally. On cross-examination, he cheerfully told me that after weighing the risks and benefits, this was a rational crime. «That sounds like Gary to me,» said Kevin Murphy. «He decided to give you a practical lesson in economics.» Becker was widowed in 1970, and remarried in 1980 to a Chicago history professor, Guity Nashat. She survives him, and two a daughters, Catherine and Judy Becker; a sister, Natalie Becker; two stepsons and four grandsons. |
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