Biografía
James Edward Meade (Swanage, 23 de junio de 1907 – † Cambridge, 22 de diciembre de 1995) fue un economista inglés ganador del Premio Nobel de Economía en 1977, junto al noruego Bertil Ohlin, por su “contribución fundacional al estudio de la teoría del comercio internacional y los movimientos internacionales del capital.” Meade estudió en el Malvern College. Se interesó por la economía de forma creciente tras un curso de post-graduado que hizo en el Trinity College de Cambridge (1930-1931), donde mantuvo discusiones con los economistas más importantes de la época, como Dennis Robertson y John Maynard Keynes. Tras trabajar en la Sociedad de Naciones y en la Oficina del Gobierno, fue el conomista principal en los primeros años del gobierno de Clement Attlee, antes de convertirse en profesor en la London School of Economics (1947-1957) y en la Universidad de Cambridge(1957-1967).
LOS MUNDOS DE MEADE
A pesar de haber recibido tan alta distinción como el Premio Nobel de Economía en 1977, James Meade sigue siendo un desconocido para el gran público y, por ello, quizá no sobren unas líneas que sirvan para divulgar su vida y su obra.
Mundo primero: el hechizo de Keynes.
James Edward Meade nace en Bath en 1907 y se forma en Oxford. Sus primeros años de Universidad los dedica a los estudios clásicos, pero el desempleo masivo de finales de los veinte, la época de la Gran Depresión, la «pobreza en medio de la abundancia», le llevaron a dar un giro hacia la economía. Se gradúa en 1930 y se va a Cambridge, donde se incorpora al circus de Keynes sin Keynes, en el que Joan Robinson y Piero Sraffa, entre otros, despedazaban el “Tratado sobre el dinero” y se comunicaban con su autor a través de los efectos multiplicadores de Kahn, quien actuaba de “ángel mensajero” de un Keynes que “representaba el papel de Dios”. El divino Keynes dejó en Meade una huella indeleble. Así lo recordaba este último en 1993: “Todavía estoy atrapado por el hechizo, 53 años después de que lo hubiera hecho y 37 años después de la muerte del mago”.
En 1931 vuelve a Oxford, donde enseña hasta 1937, año en el que se va a Ginebra a trabajar en la Liga de las Naciones, con economistas de la talla de Tinbergen, Koopmans, Haberler, Nurkse y Fleming. En su época de Oxford, cuando todavía era un veinteañero, publica una síntesis de las ideas fundamentales de la revolución keynesiana en el mismo año en el que ve la luz la “Teoría general”. Comienza así una labor que ya nunca abandonaría: la de ser abanderado de las ideas del maestro. Al estallar la II Guerra Mundial retorna al Reino Unido y se pone al servicio de la gran tarea de aquel momento: Cómo pagar la guerra. Keynes tenía el remedio, pero su plan exigía contar con unas cuentas de la nación y a ello se dedica Meade, junto con otro futuro premio Nobel, Richard Stone. En esta época contribuye también decisivamente al diseño de la política macroeconómica de la posguerra.
Mundo segundo: la economía internacional.
Meade recibe el premio Nobel por su contribución a la economía internacional. En este campo su papel ha sido decisivo, tanto desde el punto de vista de la teoría como desde el correspondiente al marco institucional. Meade es uno de los padres fundadores del orden económico internacional de la posguerra. Dicho marco institucional se compone de dos piezas fundamentales: el Fondo Monetario Internacional (FMI) y el Acuerdo General sobre Aranceles y Comercio (GATT). El FMI se crea en 1944, en la conferencia de Bretton-Woods y como fruto de las negociaciones entre la potencia declinante, el Reino Unido, y la potencia emergente, los Estados Unidos, representadas por Keynes y White, respectivamente. Tras Keynes están Meade y otros economistas de primera fila, quienes, en el debate entre aranceles y devaluación, persuaden a Keynes de que la devaluación era el mejor instrumento para lograr los ajustes en la nueva época. De ahí el carácter ajustable de los tipos de cambio fijos del sistema de Bretton-Woods. El otro pilar del orden económico internacional de la posguerra, el comercial, también debe mucho a Meade, quien convence a Keynes y crea ambiente en Whitehall en favor de una Organización Internacional de Comercio, cuyo espíritu terminaría encarnándose en el GATT, en 1947.
En ese momento Meade tiene 40 años y cierra la etapa de su vida dedicada al marco institucional de la economía mundial, y se incorpora a The London School of Economics, donde estará diez años y elaborará la magna obra que le llevó al Nobel: la “Teoría de la política económica internacional”, formada por dos volúmenes. En el primero, dedicado a las cuestiones monetarias, realiza la síntesis entre el enfoque tradicional y el enfoque keynesiano de la balanza de pagos y la utiliza para analizar las interrelaciones entre los objetivos y los instrumentos de la política económica, en la línea que, en términos generales, elabora Jan Tinbergen, el premio Nobel de 1969. En el segundo volumen, dedicado a las cuestiones comerciales, Meade esboza la «teoría del second best», la cual aplicará posteriormente a su análisis de los procesos de integración. Con ella, y tal como señalara Harry G. Johnson, la teoría económica internacional vuelve a contribuir al desarrollo del tronco de la teoría económica general. En síntesis, con la teoría del second best Meade nos viene a decir que si el mundo no es perfecto la intervención es posible.
Mundo tercero: hacía la libertad, la igualdad y la eficiencia.
En 1957 vuelve a sus orígenes, a la Universidad donde se forjó su filosofía de vida, a Cambridge. Allí publica en 1964 la que él considera su mejor obra. Una obra que nos habla de la eficiencia, la igualdad y la propiedad, y una obra que abre un nuevo mundo. Buena prueba de ello es, por poner un ejemplo reciente, el libro que publica en 1993, a sus 86 años, bajo el sugerente título de “Libertad, igualdad y eficiencia”. En él se puede apreciar que el joven keynesiano ortodoxo se ha convertido en un viejo keynesiano heterodoxo, y que el viejo profesor James Meade da el relevo al joven profesor Semaj Edaem, quien le descubre el mundo de la Agatotopía. Un mundo en el que, frente al reino de la utopía, donde se han propuesto “la tarea de producir instituciones perfectas para hombres perfectos”, sólo buscan “buenas instituciones para gente imperfecta”, para gente normal, para la gente real, en definitiva, para la gente.
Cándido Pañeda, Catedrático de la Universidad de Oviedo