La educación no es la panacea contra las malas decisiones

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La educación no es la panacea contra las malas decisiones

04/08/2014 | Pauline Skypala – Financial Times Español

¿Cuál es la diferencia entre por ciento y puntos porcentuales? Yo no supe responder esto hace unos años cuando acababa de entrar al FT, y desde entonces he descubierto que muchos otros, incluyendo a prominentes académicos, no saben cuál es la diferencia.

¿Tiene importancia? Por razones de precisión, sí la tiene. Sin embargo, dada la carencia generalizada de comprensión de matemáticas y finanzas, es un detalle mínimo.

La industria financiera sostiene desde hace tiempo que la educación financiera es el factor faltante para hacernos mejores clientes de sus servicios. Mientras las decisiones financieras se traspasan de las instituciones a los individuos y se vuelven más complejas, la aparente necesidad de mejorar la educación se vuelve apremiante.

Pocos estarán en desacuerdo de que la comprensión de las tasas de interés, el interés compuesto, la tasa de interés anual y la inflación deberían ser conceptos comunes en la educación de los niños. Tampoco estaría mal que ellos aprendieran acerca de la bolsa.

Pero esto no necesariamente los prepararía para tomar mejores decisiones acerca de cómo invertir para su jubilación. Para empezar, hay un desacuerdo visible entre los profesionales acerca de cómo hacer esto. Tampoco hay coincidencia sobre cuánto mejoraría la toma de decisiones si se tuviera una mejor comprensión de los riesgos al invertir.

Una publicación reciente de la aseguradora Allianz reveló la creencia de una parte de los ahorradores de que la educación financiera podría prevenir la repetición de una crisis como la de 2008 y contribuiría a disminuir la inequidad patrimonial, mientras que otros sostienen que esto es demasiado complejo y las decisiones deberían ser dejadas a los expertos.

Dan Ariely, el economista del comportamiento, dice que es “ilusorio” esperar que la educación conduzca a mejorar los resultados financieros. Y señala al meta-análisis realizado en 2014 sobre 201 estudios previos sobre este tema que no encontró efecto alguno de la educación financiera sobre el comportamiento financiero posterior. Esto es debido mayormente a que la gente olvida lo que aprendió después de 20 meses.

El Sr. Ariely recomienda cierto grado de presión. Él dice que la gente debería tener que comprar algún tipo de seguro contra los riesgos de la longevidad de la misma manera que se le obliga a comprar un seguro automovilístico básico.

Los sistemas de pensiones son una curiosa mezcla de obligación (tanto leve, como en el programa británico de cotización voluntaria, como fuerte en el caso de Australia donde hay la obligación de contribuir anualmente con un extra) y elección individual. Los ahorradores son llevados cada vez más a adherirse a programas en los cuales se invierten mayoritariamente en fondos pre-seleccionados, en lugar de ejercer su derecho a elegir dónde irá su dinero. Sin embargo, cuando llegan a la edad de la jubilación tienen que decidir qué hacer con el dinero que han acumulado. Es entonces cuando faltan opciones pre-seleccionadas. El asesoramiento pudiera cubrir este vacío, si la gente confiara en él – lo cual es indispensable. La educación probablemente sea de poca ayuda.

El tamaño del reto de hacer las finanzas, especialmente las pensiones, mejor comprendidas queda claro según una investigación realizada por el National Employment Savings Trust (Nest), establecido por el gobierno británico como proveedor de pensiones laborales a bajo costo y de auto inscripción. El resultado más sorprendente, dice Nest, es que la mayoría de los ahorradores “se sorprende al saber que su dinero es invertido y no entienden la razón de por qué es así”.

Tomar riesgos parece “contra-sentido”, y la idea de pagar por garantías es “sorprendente”. Hay cierto “grado de incredulidad porque un programa de ahorro para la jubilación no ofrezca certeza per se”.

Que la gente confunda a una pensión laboral con una pensión estatal quizás no sea sorprendente. Los programas de pensiones contributivas definidas, donde la inversión, la inflación y los riesgos de longevidad son todos dejados al individuo, apenas se están convirtiendo en algo común en el RU. Estos programas serán el primer contacto que tendrán con el mundo de las inversiones muchos de los que se conviertan en miembros auto inscritos.

Sin embargo, una encuesta de State Street Global Advisors encontró que incluso en los EE. UU., donde los programas de pensiones contributivas definidas tienen ya larga historia, la gente se ve a sí misma más como “ahorradores” que como “inversores”. Solo el 22 por ciento de los encuestados en los EE. UU. se describieron a sí mismos como muy o extremadamente conocedores acerca de los ahorros e inversiones, comparado con el 25 por ciento en el RU (una diferencia del 3 por ciento).

Dado el peso de la evidencia de que la educación financiera no es una panacea, y de que decirle a la gente cómo funcionan las pensiones puede más alarmarlos que hacerlos conscientes, los proveedores de pensiones enfrentan un problema de comunicación. Como el reporte de Nest dice, se trata de “equilibrar un mejor conocimiento con un comportamiento deseado”, este último siendo el que la gente continúe contribuyendo.

¡Crucemos los dedos para que esto tenga buen resultado!

Education is no cure-all for bad decisions

08/04/2014 | Pauline Skypala – Financial Times English

What is the difference between per cent and percentage points? I was pulled up on this some years ago soon after joining the FT, and have since discovered many others, including prominent academics, who are not aware of the distinction.

Does it matter? For the sake of accuracy, yes it does. Given the general lack of numeracy and financial understanding though, it is a minor detail.

The financial industry has long maintained that financial education is the missing factor in making us all better customers for their wares. As financial decision-making is increasingly passed from institutions to individuals and becomes more and more complex, the apparent need for better education becomes more pressing.

Few would disagree that an appreciation of interest rates, compound interest, annual percentage rates and inflation should be taught as standard to all school children. It would not go amiss if they learned about the stock market either.

That alone, though, would not necessarily equip them to make decisions about how to invest for retirement, say. There is a distinct lack of agreement about how to do that among the professionals, for a start. There is also no agreement on the extent to which a better understanding of investment risk would lead to better decision-making.

A recent publication by Allianz, the insurer, reveals a belief on the part of some contributors that financial education would prevent the recurrence of a 2008-style crisis and contribute to lowering wealth inequality, while others maintain it is all too complex and we should leave decisions to the experts.

Behaviourial economist Dan Ariely, meanwhile, says it is "illusory" to expect education to lead to better financial outcomes. He points to a 2014 meta-analysis of 201 prior studies on the subject that found financial education had virtually no effect on subsequent financial behaviour. This is largely because most people forget what they have learned within 20 months.

Mr Ariely therefore recommends a degree of compulsion. People should have to buy some insurance against longevity risks just as they are required to buy a basic level of car insurance, he says.

Pension systems are a curious mix of compulsion (both soft as in the UK´s auto enrolment programme and hard as in Australia´s compulsory superannuation contributions) and individual choice. Savers are increasingly pushed into joining schemes, where they mostly invest in the default funds provided, rather than exercising any choice over where their money goes. At retirement, though, they have to decide what to do with the pot of money they have built up. Default options are often lacking at that stage. Advice might fill the gap, provided people trust it – a big proviso. Education is unlikely to help.

The extent of the challenge of making finance, especially pensions, better understood is clear from research by Nest, the National Employment Savings Trust, set up by the UK government as a low cost provider of workplace pensions for auto e
nrolment.
The most striking finding, Nest reports, is that most savers "are surprised to find out their money is invested at all and fail to appreciate the rationale for why".

Taking risk appears "counter-intuitive", and the idea of paying for guarantees "shocking". There is "a degree of incredulity that a retirement savings vehicle does not offer certainty as a matter of course".

To the extent that people equate a workplace pension with the state pension, perhaps this is not surprising. Defined contribution pension schemes, where investment, inflation and longevity risk are all heaped on the individual, are only just becoming the norm in the UK. Such schemes will be the first contact with the world of investment many who become members under auto enrolment have had.

However, a survey by State Street Global Advisors finds that even in the US, where DC schemes have a longer history, people see themselves as "savers" rather than "investors". Only 22 per cent of survey respondents in the US described themselves as very or extremely knowledgeable about savings and investment, compared to 25 per cent in the UK (a 3 percentage point difference).

In view of the weight of evidence that financial education is not a panacea, and that telling people how pensions work might alarm rather than empower them, pension providers face a communications problem. As the Nest report states, it involves "balancing improved understanding with desired behaviour", the latter being to keep people contributing.

Fingers crossed it will all turn out well then!

Copyright &copy «The Financial Times Limited«.
«FT» and «Financial Times» are trade marks of «The Financial Times Limited».
Translation for Finanzas para Mortales with the authorization of «Financial Times».
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