La salida a Bolsa de las tecnológicas

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Spotify, la plataforma de música vía streaming más famosa del mundo, se acaba de estrenar en bolsa. Lo hizo en la de Nueva York el pasado 3 de abril y de una forma poco convencional: sin suscriptores y sin precio de salida, un “método nuevo” conocido en la jerga bursátil como listing y que consiste en sacar a cotizar directamente las acciones, privadas, sin ningún tipo de intermediarios. La metodología elegida por Spotify para su estreno en el parqué había generado mucha expectación entre traders, inversores y otras empresas del sector tecnológico que esperaban una caída importante del valor. Pero ha habido sorpresa.

Como no hubo precio de salida, la demanda generada fijó el precio de la acción en 134,4 euros (un 26% por encima del precio de referencia establecido por el gestor de la bolsa de Nueva York) aunque no se consiguió superar el de 121,5 euros. Aun así, el valor de la empresa subió, ese primer día, un 12,89% alcanzando los 21.594 millones de euros, la tercera mayor subida en un debut bursátil después de Alibaba (en 2014) y Facebook (en 2012).

Spotify comenzó su andadura en 2008, en pleno apogeo de las descargas ilegales de música. Hoy está presente en 65 países y cuenta con más de 159 millones de usuarios, de los cuales 71 (millones) pagan por escuchar música (el resto lo hace a través de la opción gratuita). A pesar de las cifras, la empresa no consigue ser rentable. Su crecimiento se forjó gracias a las alianzas con las multinacionales discográficas que son, precisamente, las que impiden que Spotify tenga beneficios. El 85% de su facturación se destina al pago por los derechos de autor. Además, el esfuerzo por legalizar las descargas le ha enfrentado con algunos artistas (The Beatles, Adele, Taylor swift, Prince o David Lowery entre otros) que argumentan que ganan menos que con la tradicional venta de discos. Así todo, Spotify lidera el mercado de las descargas de música online, en el que compite con Apple Music, Google Play Music o Pandora (con un rango de suscriptores que va de los 36 a los 78 millones de usuarios cada una).

A diferencia de otras salidas a bolsa, la de Spotify no busca recaudar dinero para ampliar su capital. Fue una cotización directa cuyo precio de salida vino determinado por la demanda del mercado. De hecho, ningún grupo bancario suscribió la oferta porque no había acciones nuevas que generar y porque la operación iba dirigida, principalmente, a inversores minoritarios. Antes de la operación, uno de sus accionistas, la operadora sueca de telecomunicaciones Telia, había vendido su participación por 222 millones de euros (la había comprado en 2015 por 94 millones).

A pesar de que el año pasado Spotify ingresó algo más de 4.000 millones de euros, la empresa operó con pérdidas en su resultado. Y así lo reconocía en el folleto de salida a bolsa, en el que advertía que habían incurrido en importantes pérdidas operativas en el pasado y que era posible que no pudieran generar ingresos suficientes para ser rentables. Toda una contradicción en un estreno bursátil.

La jugada les ha salido bien y los expertos no saben cómo calificar la OPV ¿Originalidad, falta de ambición o pura supervivencia? En realidad, su objetivo es incrementar la masa de usuarios. Lo que parece claro es que Spotify pasará a la historia no solo por reinventar el negocio discográfico en apenas 10 años sino también por romper las prácticas habituales del sector bursátil con un modelo de salida a bolsa low cost, sin bancos de inversión que coloquen sus acciones, sin roadshows en los que promocionarse y sin el tradicional toque de campana en Wall Street. Aún es pronto para saberlo, pero quizá hayan creado una tendencia para las futuras salidas a bolsa que no ha debido sentar nada bien a las tradicionales entidades colocadoras de ofertas públicas que perderían su papel.

Nuevos tiempos, nuevas ideas, nuevas empresas y nuevas formas de hacer y ver las cosas. Lo que parece claro es que, 18 años después del estallido de la burbuja tecnológica de las puntocom, vuelven las ganas de apostar por las compañías de tecnología que, esta vez sí, se han consolidado en apenas una década.

Los casos más recientes los encontramos en la salida a bolsa de Snapchat, la aplicación para compartir fotografías (en 2017) y hace un par de semanas, en la de Dropbox, la empresa de almacenamiento de información en la nube que también salió a bolsa el pasado 23 de marzo y que, en su primer día en el parqué, creció un 38%, alcanzando un valor de mercado de 10.358 millones de euros.

El precedente lo marcó Google antes de la crisis, en 2004. Otras tecnológicas que animaron el mercado de las salidas a bolsa fueron Facebook en 2012, o la de la empresa privada china de comercio electrónico Alibaba en 2014, las niñas bonitas del mercado.

Claro que cotizar no es siempre sinónimo de éxito: ahí tenemos a Groupon que después de estrenarse en 2011, se ha dejado el 78% de su valor en los mercados públicos; tampoco es una garantía triunfar el día del debut en bolsa: el caso de Twitter que en 2013 marcó la segunda mejor marca en la historia de Internet y que cinco años después vive en un rumor de venta perpetuo; o el tambaleo que acaba de sufrir Facebook por el escándalo de la filtración de datos de 2 millones de usuarios y cuyas consecuencias en el valor ya son evidentes. ¡Un sinvivir!

Autora: Elvira Calvo (11 abril 2018)

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