Obama tendrá que hacer frente a la llegada de los robots04/02/2013 | Edward Luce – Financial Times Español
Al iniciar su primer periodo presidencial, Barack Obama bromeaba diciendo que “no quitaría ojo a los robots por si intentaran hacer algo”. Debería haber sabido que resistirse era inútil. Durante su primer mandato presidencial, el ordenador de IBM, Watson, derrotó a sus adversarios humanos en el juego de conocimientos “Jeopardy!”, los drones (vehículos aéreos no tripulados) se han convertido en el arma preferida de los EE. UU., el coche sin conductor es ya una realidad y la palabra “app” se ha separado de su origen. Fuera ya de la ciencia ficción, la llegada de los robots se ha convertido en un dilema económico en la era Obama. Mes a mes la economía de los EE. UU. se automatiza. En enero de 2013, su economía sólo agregó 4.000 empleos manufactureros, y el aumento neto desde julio de 2012 es nulo. De acuerdo al Instituto para la Administración de Suministros, en enero la actividad manufacturera se incrementó a su ritmo más alto desde abril. La diferencia apunta hacia los robots, lo que nos lleva a una desconcertante paradoja: cuantos más hay, mejor es para el crecimiento (ya que ellos impulsan a la productividad); pero es peor para la clase media. El ingreso medio de los norteamericanos se ha reducido en cada uno de los últimos cinco años. Las cosas no pueden seguir como hasta ahora. El cambio se acelera. El empleo manufacturero se contrae en todo el mundo. China incluso se mueve rápidamente hacia la robótica industrial, un área que dominan las industrias alemanas y japonesas. El año pasado Foxconn, el ensamblador de Apple, Nokia y otros, ubicado en Shenzhen, dijo que planeaba comprar un millón de robots durante los próximos tres años para sustituir el trabajo humano repetitivo. Al otro lado del espectro, un restaurante en Harbin, en el norte de China, se convirtió en el primero en ser atendido completamente por robots. El mes pasado, China abrió el primer museo de mundo de impresiones en 3D. El potencial es enorme. Pero en los países desarrollados, la distribución de los beneficios es insostenible. Desde mediados de 2009 el grueso del crecimiento en el empleo de los EE. UU. ha sido en mano de obra poca cualificada, como la preparación de comida y la ayuda doméstica. En segundo lugar está el crecimiento en servicios profesionales cualificados. Los empleos con ingresos medios se han estancado. De acuerdo con el National Employment Law Project, los empleos con bajos sueldos (entre $7,69 y $13,83 la hora) forman el 22% de los empleos perdidos durante la recesión, pero son el 58% de los recuperados desde entonces – lo contrario a lo que sucedió con los de ingresos medios (de $13,84 a $21,18). Por eso no es sorprendente que la gente haya vuelto a pedir prestado para mantenerse a flote. La semana pasada, la empresa Hero Wallet que aconseja sobre finanzas, reveló que uno de cada cuatro trabajadores de los EE. UU. estaba utilizando su fondo de jubilación para cubrir gastos actuales – a pesar de la penalización que eso implica. Esto incluye, por lo general, pedir préstamos sobre la cuenta privada de jubilación. El ingreso medio ha descendido alrededor del 9% desde que Obama asumió su cargo. Es incierto lo que él puede hacer para evitar que el ingreso siga cayendo más, aún si los EE. UU. consiguen regresar a la senda del alto crecimiento económico. Los efectos de la tecnología apenas se están comenzando a percibir en la educación y la sanidad – en la economía norteamericana, dos de las áreas con un uso intensivo de mano de obra que más estancamiento de productividad muestran. La educación en línea ha comenzado a extenderse, pero también ha encontrado resistencia. Según Tyler Cowen, co-fundador de la Universidad Revolución Marginal, pionera en educación en línea gratis en economía y otras áreas, dice: “Los reaccionarios en las facultades serán, eventualmente, jubilados”, y bromea diciendo: “Pero todavía necesitaremos a Harvard como lugar para entablar ‘relaciones’”. “Pero las universidades privadas medias no saben lo que se les viene encima”. Incluso en Sanidad, donde habitualmente se creaban empleos cuando otros sectores los destruían, la tecnología empieza a verse como ahorradora de la mano de obra. La semana pasada, el Departamento de control de Alimentos y Medicamentos (FDA) aprobó una patente para RP-Vita, el primer “robot autónomo que interactúa con humanos” para su uso en hospitales. Olvidémonos de descargar aplicaciones de diagnóstico. En algún momento aburriremos al ordenador Watson con nuestros síntomas. Para algunos de nosotros habrá grandes beneficios. Los profesores más innovadores subirán sus clases a Internet y se concentrarán en los problemas específicos de cada niño. Los mejores doctores se liberarán de los diagnósticos básicos para hacer lo mismo. Pero la llegada de los robots dejará en apuros a una creciente y gran parte de la fuerza laboral de los EE. UU. En su excelente texto, “Race Against The Machine”, Erik Brynjolfsson y Andrew McAfee señalan que en la carrera entre el avance tecnológico y la educación va ganando la primera. Muy pocos norteamericanos están preparados. Algunos, como el Sr. Cowen, temen que muchos nunca lo estarán. Él cree que el gobierno federal deberá asegurar eventualmente un ingreso básico a todos los norteamericanos – un pronóstico triste, que acepta que habrá quienes nunca puedan incorporarse a una economía robotizada. El presidente Obama es más optimista. En su primer periodo fijó el objetivo de que para 2020 los EE. UU. deberían tener la proporción más alta del mundo de graduados universitarios. Aun cuando esto fuera posible, no será la panacea. Desde el año 2000, los ingresos para aquellos que sólo cuentan con un grado universitario se han estancado (y para los hombres han disminuido). Sin embargo, una economía no puede ser mantenida sólo por una minoría de su fuerza laboral. En algún momento los legisladores se verán obligados a afrontar una obviedad – que el crecimiento sostenido es incompatible con el declive de los ingresos de la clase media. Brynjolfsson y McAfee citan en su libro una charla entre Henry Ford y el líder sindical Walter Reuther. Señalando los robots ensambladores, Ford le pregunta a Reuther: “¿Cómo les cobrarás las cuotas sindicales?” y Reuther responde: “¿Cómo harás para que compren tus coches?” |
Obama must face up to the rise of the robots02/04/2013 | Edward Luce – Financial Times English
Early in his first term Barack Obama joked that he would “keep an eye on the robots in case they try anything”. He should have known resistance is futile. During Mr Obama’s presidency, IBM’s Watson computer defeated human contestants on the gameshow Jeopardy!, drones have become America’s weapon of choice, the driverless car is now a reality and the word “a With each month, the US economy becomes steadily more automated. In January the US economy added just 4,000 manufacturing jobs, and the net increase since July is zero. Yet last month, manufacturing activity rose by its fastest rate since April, according to the Institute for Supply Management. The difference boils down to robots, which pose an increasingly nagging paradox: the more there are, the better for overall growth (since they boost productivity); yet the worse things become for the middle class. US median income has fallen in each of the past five years. Things cannot continue as they are. Yet change is speeding up. Manufacturing employment is shrinking around the world. China is moving even faster towards industrial robotics, an area in which German and Japanese manufacturers dominate. Last year Foxconn, the Shenzhen-based assembler for Apple, Nokia and others, said it was buying 1m robots in the next three years to substitute for workers performing repetitive manual tasks. At the other end of the spectrum, a restaurant in Harbin, northern China, last year became the first to be entirely waited on by robots. Last month, China opened the world’s first museum of 3D printing. The potential is huge. But in the developed world, the distribution of the benefits is unsustainable. The bulk of US jobs growth since mid-2009 has been in low-skilled areas, such as food preparation and domestic aides. In second place is jobs growth in high-end services. Middle income jobs have cratered. According to the National Employment Law Project, low wage jobs (that pay between $7.69 and $13.83 an hour) formed 22 per cent of job losses in the recession but 58 per cent of recovery jobs since then – a mirror image of the picture for middle income jobs ($13.84 to $21.18). Unsurprisingly, people are reverting to borrowing to stay in the game. Last week, Hero Wallet, a financial advisory firm, showed that one in four US workers were dipping into their retirement funds to meet current spending needs – in spite of the penalties that accrue. This usually involves taking out loans against their retirement accounts. The median income is almost 9 per cent lower today than when Mr Obama took office. It is unclear what he can do to prevent it from falling further, even if the US returns to a higher rate of economic growth. The effects of technology are only just beginning to be felt in education and healthcare – the two most labour-intensive areas of the US economy that both suffer from productivity stagnation. Online education is beginning to spread. It is also meeting resistance. “The reactionaries in the faculties will eventually be grandfathered out,” says Tyler Cowen, cofounder of the Marginal Revolution University, which has pioneered free online learning in economics and other subjects. “We’ll still need Harvard as a dating service,” he jokes. “But the mid-level private universities do not know what is about to hit them.” Even in healthcare, which reliably added jobs when every other sector was shedding them, technology is starting to look labour-saving. Last week, the Food and Drug Administration issued a patent to RP-Vita, the first “human interacting autonomous robot” for hospitals. Forget downloading diagnostic apps. At some point we will be boring Watson with our symptoms. For many of us there will be big gains. The most innovative teachers will be able to outsource lessons to the internet and focus on each child’s specific problems. The best doctors will be freed from basic diagnostics to do the same. But the spread of the robots will leave a large and growing chunk of the US labour force in the lurch. In their excellent primer, Race Against The Machine, Erik Brynjolfsson and Andrew McAfee point out that in the contest between changing technology and education, the former is winning. Too few Americans are prepared. Some, such as Mr Cowen, fear many never will be. He believes the federal government should eventually pay a basic guaranteed income to all Americans – a despairing view that accepts there will be permanent losers. Mr Obama is more optimistic. In his first term, he set a target that the US should have the highest share of college graduates in the world by 2020. Even if that were possible, it may not be a panacea. incomes for those with only a college degree have also stagnated since 2000 (and fallen for men). Yet a healthy economy cannot for long be upheld by a minority of its workforce. At some point, policy makers will be forced to grapple with what is intuitively obvious – that sustained growth is inconsistent with declining middle class incomes. In their book, Brynjolfsson and McAfee cite a meeting between Henry Ford and union leader Walter Reuther. Pointing at his new robots, Mr Ford says, “How will you get union dues from them?” Mr Reuther replied: “How will you get them to buy your cars?” |
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