INFLACIÓN

Llamamos inflación a la subida generalizada de los precios de bienes y servicios durante un periodo de tiempo determinado, generalmente, un año. Teniendo muy en cuenta que el aumento de los precios sea sostenido y generalizado. Es decir, no porque suba el precio del pan, o de la leche, de forma aislada, ya podríamos hablar de inflación. No.

Para que exista inflación deben subir los precios del conjunto de bienes y servicios de una economía: de la carne y el pescado, de los suministros, de la ropa, de la vivienda, del transporte…, y además deben hacerlo de manera constante.

Resulta complicado dar seguimiento a la evolución de absolutamente todos los precios de todos los productos, pero para ello existe el IPC, Índice de Precios al Consumo.

La inflación es un fenómeno que puede perturbar el curso normal de una economía y puede llegar a perjudicar a todos los agentes económicos. También a los consumidores individuales, de hecho, el efecto directo de la inflación es la disminución del poder adquisitivo. Es decir, que cada vez vas a poder comprar menos cosas con la misma cantidad de dinero.

Dicho de otro modo, una elevada inflación provoca que las personas, físicas o jurídicas, pierdan poder adquisitivo, puesto que al subir los precios, la cantidad de dinero que se tiene que destinar a la compra de los diversos factores de producción, productos y servicios es mayor, y por tanto el ahorro disminuye y las necesidades de financiación aumentan. La inflación se determina a partir de índices de precios armonizados.

La situación opuesta es la deflación, y tan peligrosa es una como la otra. Por este motivo, los bancos centrales intentan que la inflación sea de entre un 2 y un 3% anual, un crecimiento comedido.