De vuelta para el campo

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En un mundo dominado por el desarrollo de las nuevas tecnologías y los empleos digitales, cada vez se habla menos de la situación económica del campo, origen de todos los productos con los que nos alimentamos. Hoy queremos hablar del sector agrícola, que no del agrario (el primero es el que produce materias primas de origen vegetal; el segundo, también incluye a la ganadería), una actividad que en España genera más de 45.500 millones de euros anuales (casi un 3% del PIB) y ocupa el cuarto lugar de la UE, detrás de Francia, Italia y Alemania.

Frente a la producción ganadera, en ligero descenso, la producción española de cultivos sube año tras año. Tras una grave crisis en detrimento del sector inmobiliario, el agrario ha registrado dos años consecutivos de subidas lo que hace pensar en una dulce recuperación que viene marcada por el estallido de la burbuja inmobiliaria, el fin de la especulación y los nuevos precios del suelo rústico.

En España, algunos constructores y promotores invirtieron en terrenos que con el tiempo se recalificaron como urbanizables. Cuando llegó la crisis y estalló la burbuja inmobiliaria, la construcción dejó de tener sentido y los terrenos se abandonaron. Ahora, muchos de aquellos propietarios sueñan con recuperar la condición de rústico para, entre otras cosas, no pagar el IBI del suelo urbano, mucho más caro. Y también para explotarlo. Si antes se compraba terreno rústico con el objetivo de especular, reconvertir el terreno y poder construir unos años después, los terrenos rústicos vuelven a sus orígenes: el cultivo. Y es que, ante un trozo de tierra, mejor producir aunque sea poco.

Invertir en terreno agrícola siempre fue una inversión segura de la que no se puede esperar grandes rentabilidades (los beneficios apenas alcanzan el 1 o el 2% anual), pero tampoco pinchazos (salvo que una mala climatología arruine las cosechas). Quizá por ello, la inversión en terrenos de cultivo está ganando atractivo. Al menos, eso marca la demanda.

Las últimas cifras publicadas por el Ministerio de Agricultora arrojan datos positivos respecto al precio del suelo de uso agrario: lleva dos años al alza y además, vuelve a niveles de 2007, los previos a la crisis. Y no es precisamente porque haya aumentado la población que vive de ello, sino que han entrado en escena nuevos actores interesados en la compra de terreno rústico: agricultores potentes, empresas y fondos de inversión especializados en temas agrícolas, medioambientales o derechos de agua. Los tentáculos de la economía china han llegado a España en busca de lo que antes importaban: vino y aceite. Decenas de empresarios asiáticos están adquiriendo olivares y bodegas en determinadas regiones, pero la circunstancia es anecdótica; en realidad, el mercado agrícola sigue siendo muy local, protagonizada por agricultores y empresarios fuertes del propio sector.

El Ministerio de Agricultura contempla 28 clases de tierra, pero las más representativas son las de secano, las de regadío, los olivares, los viñedos, los prados y los pastizales. Desde 1983, mide la evolución del nivel de precios de las diferentes clases de tierras destinadas a la explotación agraria. Según la última Encuesta de precios de la Tierra, el precio por hectárea rústica ha crecido hasta un 30% en regiones como Asturias y Aragón, donde se encontraban los precios más bajos. Claro que las revalorizaciones no se han producido igual en todas las comunidades autónomas. Llama la atención el caso de Cantabria donde se ha producido el fenómeno contrario: sus terreros agrícolas valen ahora un 19% menos. La razón puede encontrarse, probablemente, en la especulación y en los altos precios que se alcanzaron antes de que estallara la burbuja inmobiliaria. Al tratarse de dos comunidades autónomas vecinas, tradicionalmente agrícolas y ganaderas, solo cabe una explicación: las políticas administrativas aplicadas en una y otra.

Otro factor determinante para la subida del precio del terreno es el tipo o modelo de cultivo. Los expertos aseguran que, al mismo precio, resulta más rentable una hectárea de regadío que tres de secano porque es más productiva. Esto no significa que el terreno de secano esté por los suelos: depende del valor del agua. De hecho, los datos arrojan variaciones positivas hasta en diez comunidades autónomas.

Todo ello hace pensar que las cosas están cambiando en el campo. Los esfuerzos por recuperar el mundo rural empiezan a notarse y, según el Instituto Nacional de Estadística (INE), ya se vislumbra un nuevo flujo migratorio protagonizado por extranjeros y por nacionales que buscan un cambio de vida. Que el sector agrario crezca, aunque poco, supone un punto de inflexión porque … donde hay trabajo, hay vida.

Autor: Elvira Calvo (16 octubre 2017)

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